Roberto de Nobili y la evangelización de la India

 

Ricci tuvo en el toscano Roberto de Nobili (1577-1656) un digno continuador de su labor de aculturación en las Indias Orientales. Establecido desde 1606 en el Maduré, región interior del extremo sur de la India, Pronto se dio cuenta de que las reducidas dimensiones de la cristianidad en aquel país se debían a las irrelexivas disposiciones que hasta entonces habían adoptado los superiores de la misión, ignorando la organización social y religiosa de la población. Por ejemplo, los misioneros se habían ganado el desprecio de los brahmanes (o también bracmanes, la primera de las castas indias) por frecuentar el trato con los parias, mientras que éstos consideraban a los europeos como unos salvajes porque comían carne de buey y se calzaban con zapatos de cuero. A imitación de Ricci, Nobili comprendió que sería más provechoso empezar por realizar ciertas concesiones a la elite india. Se inició en el hinduísmo, y aprendió las costumbres de los sannyassi, especie de penitentes o ascetas, muy respetados por los brahmanes: larga casaca de color amarillo y rojo, turbante, sandalias de suela de esparto (deferencia hacia el principio hinduísta de no matar seres vivos ni siquiera al caminar)…

Viviendo apartado del bullicio social, Nobili se sumergió en el estudio de las diversas lenguas de la región, así como en la literatura filosófica y religiosa de la India, en la que buscaba, como Ricci, puntos de contacto con el dogma cristiano. Nobili nunca exigió a sus convertidos que renunciaran a las tradiciones y ceremonias propias de su casta, una vez se convenció de que no contenían ni idolatría ni superstición.

El misionero capuchino fray Noberto de Lorena, alias “abbé Platel”, famoso por sus disputas con los jesuitas en materia de prácticas misionales en China e India, y al que nos referiremos con frecuencias en esta investigación, acusaba a Nobili de beneficiarse de la credulidad de los nativos del lugar. El religioso relata cómo el jesuita, ante el desprecio que suscitaron en un principio sus palabras, recurrió a la argucia de elaborar un pergamino falso en el que se probaba “la descendance directedes jésuites de Rome du dieu Brum”, pretendiendo así ser su origen más antiguo que el de los propios brahmanes de la India. Esta idea, aseguraba Platel, fue fomentada por los mienbros de la Compañía “parleurs discours et par leurs exemples”, y con ella les fue fácil conseguir que los indios malabares abrazaran la religión de los “brames de Rome”.

Este revolucionario método de evangelización despertó entre los misioneros jesuitas de la India recelos mucho mayores que en China, condenado por la Inquisición de Goa. Sin embargo, el papa Gregorio XV emitió una bula en 1623 autorizando la práctica de los ritos propios de la costa malabar, lo que continuía una aprobación oficial de la Santa Sede de los procedimientos utilizados por el jesuita.


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