Las imputaciones de idolatría y de desobediencia fueron las de mayor envergadura y trascendencia. La primera se distinguió por una más amplia repercusión popular, merced a su morbosidad. No obstante, la acusación de desobediencia tuvo mayor eco entre los círculos elevados de Roma.
El término “idolatría” por sí solo no abarca todos los matices que vamos a ver en este epígrafe. Adorar a un ídolo no fue lo único que se recriminó a los jesuitas. Permitir la práctica e incluso creer en muchas supersticiones paganas del Extremo Oriente, no constituyen más que dos aspectos de la cuestión principal: culpar a los jesuitas de contaminar y corromper el catolicismo.
Mezcla de cristianismo e idolatría
Los enemigos de la Compa ñía acusaban a ésta de hacer un exceso compatible el cristianismo con las creencias idolátricas de chinos, japoneses e indios malabares, a los cuales se suponía debían ganar para la causa cristiana. Casi todos los textos con los que hemos trabajado se refieren a esta mezcla:“el simultáneo incienso que tributaban estos regulares a Dios y a Confucio”; “defender y practicar, en unión con los sagrados ritos de la región católica, los usos y ceremonias sacrílegas de la gentilidad”; “las nuevas iglesias de la China que, por la detestable condescendencia o empeño de la Compañía, vieron exaltados juntamente en sus aras a Dios y al Idolo”; “la unión en un mismo culto a Dios y a Belial”; “confusión de Christo con Belial”, “mezcla de sagrado y porfano”; “introduciendo ritos gentílicos en la Iglesia de Dios, procuraron unir la luz con las tinieblas, y a Jesuchristo con Belial”…
El anónimo autor de Reflexiones… espresaba que, después de San Francisco Javier, pocos jesuitas habían propagado bien la fe, pues habían combinado la idolatría con el Santo Evangelio. El padre Flórez denuncia que la Compañía hacía “una mezcla monstruosa del cristianismo y de la idolatría”, viéndose a los jesuitas honrar como a dioses a hombres muertos en la idolatría (es decir, Confucio y los emperadores chinos), hacer ofrendas y sacrificios a los antepasados, etc.
El temor que traslucen todos estos testimonios era que los jesuitas inventaran “una nueva religión de cristianos idólatras”, en palabras del obispo de Segovia, Juan José Martínez Escalzo. Una religión que hacía compatibles el culto del Dios cristiano con el de otros ídolos, truncándose así el verdadero sentido de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres.
El padre Flórez se muestra muy preocupado por esta cuestión. Asegura basarse en declaraciones de Propaganda Fide cuando sostiene que en algunos lugares donde a los paganos les horrorizaba la cruz, la Compañía no predicaba a Jesucristo crucificado, sino solamente glorioso. También afirma que los misioneros jesuitas mantenían a sus fieles en la ignorancia respecto al Misterio de la Cruz, y que por ello no hacían pública, ni en la calle ni en los altares, la imagen del Hijo de Dios.
Una vez sentada la premisa de que la Compañía practicaba la diolatría, en la undécima y duodécima “astrocidades” se describen y se consideran como idolátricas las tres ceremonias principales que los chinos realizaban en honor del filósofo Confucio, asegurando que los jesuitas animaban a los fieles y ministros cristianos a participar en ellas.
Se recoge un largo trozo de la carta de Palafox a Inocencio X: desde el número 138 al 149. El obispo transcribe párrafos relativos a las otras órdenes regulares, en los que Palafox resalta los méritos de éstas en contraposición a la vergonzosa labor de evangelización que desarrollaban los jesuitas. También el prelado se hace eco de la acusación del Venerable de que la Compañía permitió la contaminación del catolicismo para así salvar la vida de sus misioneros en China y no sufrir persecuciones.
En general, es evidente que las palabras de Palafox(“Dios y Belial en una misma mesa, en un misma altar, y en unos mismos sacrificios”) aún resuenan en la mente de algunos obispos español, pues utilizan expresiones muy similares. Es el caso del arzobispo de Burgos, que, menciona “la unión de un mismo culto de Dios y de Belial”, y en su patoral alude también a la fusión “ de las tinieblas con la luz, y el Dios omnipotente con Belial”. Igualmente es el caso del obispo de Segovia, Juan Martínez Escalzo, que acusó a los jesuitas de introducir “ritos gentílicos en la Iglesia de Dios” con el propósito de “unir la luz con las tinieblas, y a Jesucristo con Belial”. Cabe citar también a Felipe Betrán, que hablaba de “juntar en un mismo altar” y de “venerar a un mismo tiempo a Dagon y al Arca del Testamento, Belial y a Cristo”.