Mantener tranquilos y pacíficos a los nobles y rodearse de hábiles consejeros era poner fin a las rivalidades y envidias en la casa real.
Enrique IV, mantuvo en la corte a nombres ya conocidos como Juan Pacheco y Pedro Girón, que habían estado a su lado desde su adolescencia y serían sus asesores directos. No obstante, Enrique IV buscó nuevos consejeros y colaboradores entre otra parte de la nobleza, como los Mendoza y entre los legistas y gentes de la baja nobleza, como Beltrán de la Cueva. Este encubrimiento y privilegios que estaban obteniendo los recién llegados a la corte, hicieron temer la pérdida de sus puestos de privilegio, sobre todo, al marqués de Villena, Juan Pacheco y al Maestre de Calatrava, Pedro Girón, que, por este motivo y por otros, terminarían formando una Liga nobiliaria, dirigida por el arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, que se opuso al monarca y terminaría por destituirle en la llamada Farsa de Ávila.
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