Como Enrique no había aceptado las disposiciones de la Sentencia de Medina del Campo, la respuesta de los nobles fue destituir a Enrique y proclamar a su hermano Alfonso, que entonces tenía 11 años, rey de Castilla y León , en Plasencia el 27 de abril de 1465, ceremonia que fue ratificada en Ávila, el 5 de junio de 1465, en la conocida “Farsa de Ávila”.
Junto a las murallas de Ávila, los nobles alzaron un tablado y, sobre él pusieron un muñeco, representando a la figura del rey, que vestía de luto y tenía los atributos regios (una corona, un estoque y un bastón). Los nobles se pusieron alrededor de la figura y leyeron una carta donde acusaban al rey de cuatro cosas: la primera era que merecía perder la dignidad real y entonces llegó el Arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo y le quitó la corona de la cabeza; la segunda, que merecía perder la administración de la justicia, y llegó Álvaro de Zúñiga y le quitó el estoque; la tercera, que merecía perder la gobernación del reino y llegó el conde de Benavente, Rodrigo Pimentel y le quitó el bastón; y la cuarta , que merecía perder el trono y llegó Diego López de Zúñiga y derribó el muñeco de la silla, acompañándose de insultos hacia el rey. Tras esto, llevaron al príncipe Alfonso a encima del tablado y lo sentaron en el trono, proclamándolo rey con el nombre de “Alfonso XII”.
Enrique IV no aceptó esto y respondió haciendo reconocer a su hija como princesa heredera.
Podéis visualizar una representación de esta “Farsa de Ávila”, en un fragmento de un capítulo de la serie Isabel de TVE, pinchando aquí.
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