En la España de la segunda mitad del siglo XVI, llamar erasmista a un teólogo, a un profesor universitario, a un humanista o a una persona sencilla no relacionada con el mundo del saber, era una de las más graves acusaciones que se le podía hacer y, normalmente, suponía ponerlo en manos de la Inquisición. La palabra erasmismo, evidentemente, deriva de Erasmo de Rotterdam, sin duda la figura más sobresaliente del humanismo europeo de los siglos XV y XVI.
El humanista holandés influyó considerablemente en toda Europa, pero fue en España donde su autoridad gozó de mayor aceptación. Aquí se publicaron en castellano muchas de sus obras y se hicieron comentarios a las mismas por parte de diversos humanistas de prestigio. La Universidad de Alcalá fue uno de los principales focos erasmistas en la península, pero incluso personajes muy próximos al emperador Carlos V eran declarados partidarios de Erasmo. Por señalar algún dato concreto, Juan De Valdés publicó en 1529 el Diálogo de la doctrina cristiana donde recogía las tesis erasmistas de la piedad íntima y personal. Denunciado a la Inquisición fue benignamente tratado por el tribunal que lo juzgó, compuesto en su mayor parte de teólogos próximos a las tesis de Erasmo. En esta misma línea generalizada de fervor erasmista hay que incluir la célebre e irónica frase de El Brocense: Quien dice mal de Erasmo, es fraile o es asno. Las únicas voces discordantes -le acusaban deluterano– en esta aceptación masiva provinieron de círculos cercanos a las órdenes religiosas, duramente criticadas por Erasmo y sus seguidores, aunque hay que señalar que muchos de los principales erasmistas fueron religiosos pertenecientes a muy diversas congregaciones.
En general, la lectura de las obras de Erasmo provocó en España tres consecuencias básicas: el prestigio de los estudios clásicos o de las humanidades; la acentuación de la piedad interior y personal, y una renovación de los estudios de la Sagrada Escritura que entre nosotros se encontraban en franco retraso con respecto a Europa. Y así Bataillon ha podido afirmar que para España el erasmismo fue un movimiento positivo de renovación espiritual y un esfuerzo de cultura intelectual dominado por un ideal de piedad.
A pesar de la gran influencia de Erasmo en España, éste le escribía a su amigo Moro que no le gustaba este país (non placet Hispania).
La relación de Erasmo con España queda muy bien abordada en la obra de Marcel Bataillon. A continuación dejo un enlace para poder visualizar parte de esta obra online: