La ciudad hispanorromana de Baelo Claudia (Tarifa, Cádiz) se ubicó en el extremo sur de la Bética frente a las costas de Mauritania Tingitana y de su capital administrativa, Tingis, hoy Tánger (Marruecos). El yacimiento es un ejemplo clave para el estudio de los fenómenos de hibridismo asociados al contacto colonial entre población local indígena –de influencia púnica- y romana en el mediodía hispano. La ciudad fue fundada a finales del siglo II a. C. aunque no recibió el estatuto de municipio latino –Municipium Claudium Baelo- hasta el siglo I de la Era. Las necrópolis asociadas pueden considerarse de manera general contemporáneas a ese momento, pero, por otro lado, presentan ciertos elementos que pueden relacionarse con determinados aspectos de tradición púnica anterior, objeto de estudio por parte del equipo de arqueólogos de la Universidad de Alicante.
Las intervenciones arqueológicas desarrolladas en el yacimiento desde principios del s. XX han puesto al descubierto el que probablemente sea el conjunto urbano de época altoimperial mejor conservado de la Península Ibérica. Se trata de una ciudad de unas 13 hectáreas perfectamente delimitada por una muralla que cuenta con algunos edificios espectaculares como el teatro, las termas, la basílica, la plaza del foro con sus templos y una magnífica área industrial caracterizada por la manufactura de las salazones de pescado. Baelo, en primera línea de una de las mejores playas del litoral gaditano cuenta, desde la reciente inauguración de su sede institucional y centro de interpretación, con todo un récord de visitantes, superando los 150.000 anuales.
El mundo funerario Baelonense se ha encontrado, desde mediados del siglo XX, en un segundo plano de la investigación. A excepción de algunas intervenciones puntuales no se han vuelto a realizar campañas de excavación tan grandes como las que efectuara el anglo-francés G. Bonsor entre 1917 y 1921. En los últimos años, varias campañas de limpieza de la superficie de la necrópolis han permitido observar en planta una serie de sepulcros que, hasta el momento, no se habían podido estudiar en conjunto. Aprovechando esta situación, Fernando Prados, profesor de Arqueología de la Universidad de Alicante e Iván García, técnico del Conjunto Arqueológico elaboraron, ya en febrero de 2007, una planimetría general que, desde el inicio, ofreció datos de gran interés de cara a la determinación de un “paisaje funerario”, es decir, la organización e implantación de los sepulcros en un espacio periurbano concreto, preestablecido y diseñado a tal efecto y con una organización interna planificada que muestra unos distintos niveles de jerarquización social.
Esa ha sido la base sobre la que se ha diseñado un proyecto de investigación incluido inicialmente por la Junta de Andalucía en el marco del I Plan Director de Baelo Claudia y, ya en 2012, dentro de los planes de PGI 2012-2017 (Plan General de Investigación) y que supone, para la universidad alicantina, un importante desafío que combinará la investigación con la formación de jóvenes arqueólogos en un ámbito geográfico diferente al nuestro pero con importantes concomitancias culturales. Además hay que tener presente que las necrópolis configuran, en gran medida, una de las mayores fuentes de conocimiento de las culturas de la antigüedad.
Las diferencias sociales y económicas de la sociedad romana quedaron perfectamente reflejadas en las necrópolis y en sus distintos tipos de enterramiento. El área sacra fue la misma para todos pero su ubicación dentro de ésta y el tipo de monumento a erigir variaron notoriamente en función del poder adquisitivo y de la creencia religiosa o diferencia étnica, pues en Baelo, puente a África en pleno Estrecho de Gibraltar, convivieron indígenas hispanos con norteafricanos e itálicos. Como ciudad quedó englobada en el seno del Imperio romano e inmersa en un proceso de progresiva intervención de elites itálicas o romanas, que comenzaron a ocupar paulatinamente las necrópolis. La presencia de estas élites se puede entender por la importancia de la ciudad en el control de un sector estratégico principal en la pujante economía del Imperio, el representado por la pesca y las industrias del pescado.
Aún no se cuenta con los datos suficientes como para poder establecer una relación directa entre los distintos niveles de jerarquización de la necrópolis y el carácter étnico de la población de Baelo, si bien los trabajos a desarrollar en los próximos años podrán ayudar a determinar estas diferencias. A este respecto, los estudios de antropología forense –análisis osteológicos, de ADN, de dietas, etc.- podrán ser cotejados con los trabajos arqueológicos de cara a intentar reconstruir las identidades étnicas de los habitantes de Baelo Claudia y observar la evolución de la población indígena y la interrelación de ésta con los aportes exógenos.
Junto con un nutrido grupo de jóvenes estudiantes alicantinos, andaluces y otros voluntarios procedentes de diversas universidades españolas y extranjeras, el personal científico del proyecto suma un total de 4 profesores de la Universidad de Alicante además de otros especialistas del propio Conjunto Arqueológico, de la Universidad de Cádiz y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
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