Enseñar a resolver problemas de Genética
Resolver problemas de Genética no es un proceso fácil ni automático, ni hay un tipo de problemas que se aprende y ya “se sabe Genética”. Muchos de los problemas de las series, y también de los exámenes, no serán parecidos a ninguno de los que se hacen en clase. Se trata de que mediante los procesos de deducción, y con el apoyo teórico de las enseñanzas de clase, aprendáis por vosotros mismos a resolver cualquier problema de Genética, se haya visto en clase o no. Es una labor que debe realizar cada alumno por su cuenta, con el apoyo y guía del profesorado. Esta labor ha de ser también una trabajo de investigación por parte de los alumnos, utilizando la información que el profesor ha explicado en clase, pero también con consulta de la bibliografía proporcionada en la guía de la asignatura y que se encuentra a disposición en las bibliotecas de la universidad.
El trabajo es difícil y costoso, pero es parte de la labor del alumnado, donde los profesores no impartimos docencia, sino que gestionamos la labor de aprendizaje del alumno. Por eso estamos a disposición de los alumnos en tutorías virtuales y presenciales parar responder sus dudas y cuestiones, en un esfuerzo que también los profesores llevamos a cabo.
Las series de problemas es parte de ese proceso de aprendizaje y forma, de hecho, la columna vertebral de las asignaturas de Genética. El peso que tienen los problemas en la evaluación final es muy elevado, con tutorías grupales de problemas, series de problemas y examen de problemas, y por ello debemos ser exigentes en su realización y evaluación. Creemos sinceramente, y en la tradición académica de la escuela de enseñanza de la Genética a la que pertenecemos, que la única forma de aprender Genética es la de enseñar a resolver problemas mediante la deducción y el método científico.
Del mismo modo que la ciencia no puede progresar si solo resolvemos los problemas que conocemos con anterioridad, no se aprende Genética aprendiendo a hacer problemas de memoria o de forma automática. Ordenar la información, razonar y deducir son herramientas muy poderosas si se aprende a manejarlas correctamente, y son lo contrario a la memoria y a la respuesta automática.
Dalton, el primer daltónico
El químico inglés John Dalton (1766-1844), el fundador de la teoría atómica moderna, fue el primero en describir científicamente la ceguera para los colores, conocida por daltonismo. El principal sujeto de investigación de Dalton fue él mismo; el resultado de sus observaciones fue presentado en el 31 de octubre de 1794 ante la Sociedad Literaria y Filosófica de Manchester, y publicado en 1798 en sus Memorias y Procedimientos.
Dalton era cuáquero, una religión filosófica, y por ello de costumbres bastante espartanas. No se casó nunca y solía declinar los honores que le otorgaban; cuenta la leyenda que fue nombrado doctor por la Universidad de Oxford por su condición de ciego para los colores: el nunca hubiera tolerado vestir la toga escarlata de Oxford en la ceremonia de nombramiento, ante el rey Guillermo IV. Para él, la scarlet regalia era de un color grisáceo.
Entre el 5 y el 10% de los hombres tiene algún tipo de ceguera para los colores, mientras que es mucho más rara entre las mujeres, alrededor del 0.4%. En numerosos casos se debe a la ausencia de las células de la retina específicas para la recepción de alguno de los colores básicos. La visión en humanos es tricromática, existiendo tres tipos de células de la retina (los conos), dependiendo del pigmento que contengan, cuya sensibilidad máxima a la luz se encuentra en el azul (420 nm), el verde (530nm) y el rojo (560nm).
Los genes responsables para los pigmentos que detectan la luz, las opsinas, se encuentra localizados en el cromosoma X, el cromosoma sexual del que los hombres solo tienen una copia, mientras que las mujeres tienen dos. Presentan una herencia ligada a X, que es la razón por la que el daltonismo es más común en hombres que en mujeres.
Mientras parece que solo hay un gen para el pigmento rojo, el número de genes para el pigmento verde es variable entre las personas con visión normal, aunque solo uno de ellos parece expresarse. Las copias de este gen se encuentran en disposición en tándem, haciendo posible que ciertas reorganizaciones y recombinaciones intracromosómicas eliminen estos genes, provocando mutaciones que generan ceguera para los colores. Los genes de las opsinas roja y verde son, además, muy parecidos, por lo que en estas reorganizaciones pueden estar también implicados ambos genes, produciendo híbridos entre los genes de las opsinas rojas y verdes. En todo caso, las personas que carecen o tienen deficiencia de alguno de estos pigmentos o tipos celulares son incapaces de distinguir el rojo del verde.
Dalton relata en sus investigaciones que el rojo lacre que se usaba para sellar las cartas era del mismo olor que el haz de la hoja del laurel, y que la hierba tenía el mismo color que la sangre. Dalton supuso que su globo ocular estaba teñido de azul, y por eso le era imposible distinguir estos dos colores; dejó indicado que tras su muerte se observara si era cierta su teoría. Como era de esperar, el color de los humores de sus ojos era perfectamente normal, aunque en un análisis de su ADN realizado en 1995 utilizando sus mismos ojos como muestra, se comprobó que sufrió deutenaropía: carencia del gen del pigmento verde.
Este delicioso artículo de Alan Emery hace referencia a múltiples anécdotas de Dalton y su confusión con los colores, afección que compartía con su hermano, lo que no le impidió ser uno de los químicos y físicos más importantes de la historia de la ciencia. Siempre sería jocoso ver a una pareja de cuáqueros, conocidos por su humildad y discreción, vestir medias de un fuerte color púrpura o sombreros de un llamativo verde esmeralda.