Palacio del Infantado

 

Se trata de un edificio cuadrado en torno a un patio. El patio, conocido como “patio de los leones”, se articula en dos alturas, con arcos mixtilíneos que se apoyan en columnas de fuste retorcido o helicoidal, en el piso superior, y columnas de fuste liso, cambiadas en el siglo XVII, en el piso inferior. Sobre los arcos, toda la decoración de leones y grifos acompañan a los escudos y símbolos de la familia promotora del edificio.

El conjunto de la fachada monumental, cuyos paramentos están tachonados de pétreos clavos sembrados al tresbolillo; la galería, hoy cegada, corona el largo muro recordando el encaje de gótica cresteria, volada sobre salediza cornisa de aspecto estalactítico interrumpida a trechos por púlpitos o garitones del mismo estilo. La puerta monumental, cuyo arco ojivo festonea decorativa leyenda gótica, mientras la luz del mismo está ocupada por blasones nobiliarios y complicadas tracerías.

El palacio de los Duques del Infantado fue creado por el segundo duque Don Iñigo López de Mendoza, cuando en el año 1480 decidió derribar las casas principales que levantó el primer Mendoza alcarreño, don Pero González, en el siglo XIV, para construir el nuevo palacio de la familia.

Es claro ejemplo del gótico civil y de palacio urbano de este momento. Representa la simbiosis entre el gótico isabelino y el manierismo renacentista.

El proyecto y la dirección de las obras fueron encargadas, por el segundo duque, al arquitecto Juan Guas, nacido en Borgoña y muerto en Toledo, en el año 1496. Su intervención se centra de 1480 a 1483, año en que se terminó el grueso de la obra arquitectónica, la fachada y el patio, dejando acabadas las partes más nobles y trabajadas del edificio. En esa época colaboró en la construcción de la fachada y el patio, el decorador y tallista Egas Cueman, nacido en los Países Bajos.

Al terminar Juan Guas su período de trabajo en el palacio, se hace cargo de las obras de la fábrica del Palacio desde 1484 hasta 1497; haciendo también de contratista y ejecutor de las obras de albañilería, de diseñador y, tallista de los frisos, de arquitecto del edificio de las caballerizas, de emsamblador de artesonados, siendo también responsable de la traza y dirección de la doble arquería que da sobre el jardín del Palacio.

La incripción del salón de Cazadores como en la de Linajes, leyó que el palacio se acabó de edificar en 1492.

A parte de los intervinientes ya descritos hay otros muchos maestros y artesanos que colaboraron en la construcción y ornamento del Palacio, la mayoría moriscos, siendo de destacar: Alí Pullate, que levanta pilares en la caballeriza y se encarga de la traída de aguas al palacio; Mohamad Sillero, que acopla en algunas salas bajas, determinados artesonados traídos de otros lugares, y coloca otros nuevos, todos ellos de estilo múdejar; Bartolomé Cherino, colocó y amplió la cubierta de madera de las galerías de poniente, y reformó los artesonados de otros salones; Abras Lancero de Chiloeches y Mohamad de Daganzo fueron los maestros rejeros y el alcarreño Yhacaf de Palomares y el alcalaíno Abderramán los maestros azulejeros. De los frisos de algunos artesonados,ya desaparecidos, y de la fachada de poniente, también conocida como Galería del Estanque o del Jardín fue diseñador y ejecutor material Lorenzo de Trillo, ayudado por los alcarreños Jorge de Córdoba, Alfonso Díaz de Berlanga, y los toledanos Miguel Sánchez y Bartolomé García. Estos frisos y los artesonados fueron pintados y dorados por los pintores Luis de Ribera, Diego de Ribera, Pedro de Zamora, Sancho de Zamora y Juan de Segovia; todos ellos residentes en Guadalajara.

Posteriormente, el tercer duque del Infantado, don Diego Hurtado de Mendoza se dedicó al aumento de ornamentación del interior del edificio y, a la incorporación de muebles; también, en la última etapa de su vida transformó el salón de Linajes en capilla.

Pero se debe al quinto duque, don Iñigo López de Mendoza, la reforma de mayor envergadura, a partir de 1570, encargándoselas al maestro de obras y contratista Acacio de Orejón.

Consistieron estas obras en aumentar el número de habitaciones, reduciendo el tamaño de las existentes, e incluso haciendo dos pisos en el espacio que ocupaba la planta baja de la fachada, la más noble, quitándose artesonados, eliminándose decoraciones y sistemas de riego en dichas habitaciones, y abriéndose, finalmente una serie de ventanas, ventanucos, balconadas y puerta sobre la fachada principal del edificio, que alteraron su imagen original gótico-múdejar, introduciendo en la fachada el estilo herreriano. También construyó el llamado arco de los Perdigones que comunicaba la zona este del Palacio con la iglesia parroquial de Santiago, para que los habitantes de la casa pudieran acudir a las funciones religiosas sin tener que salir al exterior.

Los artesanos intervinientes en las obras de reforma del quinto Duque son los maestros de cantería y entalladores Pedro de Riibera, Juan Salba, Pedro de Medinilla, Juan Sánchez y Juan de Ballesteros; las nuevas rejas se encargaron a Cristóbal de la Plaza y las diversas obras de madera fueron realizadas por Gaspar de Yebes, Alonso de Bustares, Sebastián Díaz y Juan del Arco. Las nuevas chimeneas de las salas bajas se deben a los artistas italianos Juan Bautista de Génova y Domingo Milanés, maestros marmoleros.

Para la decoración de las nuevas salas de planta baja, se contó con la intervención pictórica de Rómulo Cincinato, quien en los años de 1578 a 1580 decoró algunas salas bajas de forma manierista con abundante utilización del tema mitológico y con decoración de grutescos. Igualmente trazó los diseños para los alicatados y cerámicas que entonces se pusieron en salas y galerías.

En él se aposentó cautivo el rey de Francia Francisco I.

A comienzos del siglo XVII, la sexta duquesa, doña Ana de Mendoza añadió al Palacio su cuerpo oriental, más estrecho de cómo hoy se puede observar, pues la iglesia parroquial de Santiago estaba tan próxima, que el callejón de los Toros, que separaba las dos edificaciones no podía ser más estrecho y, la torre que se elevaba sobre el extremo norte de la fachada fue eliminada.

Tras la sexta duquesa, los sucesivos duques del Infantado, trasladaron su residencia a la Corte, en Madrid, a finales del siglo XVII, dejando deshabitado el Palacio.

Fue sede del Museo Arqueológico Provincial de Guadalajara entre 1873 y 1898.

El 21 de julio de 1878, el duque de Osuna e Infantado, don Mariano Téllez-Girón y Beaufort, realizó una venta-donación al Ministerio de la Guerra, para que se intalara en el palacio el Colegio de Huérfanos de la Guerra. De las 750.000 pesetas en que fue tasado el edificio, la mitad fue donación del duque, que conservaba de todos modos el derecho de retroventa si el Ministerio citado dejaba algún día de emplear el edificio para el fin que proponía. La otra mitad del importe fue pagada entre el Ayuntamiento de la ciudad de Guadalajara, que puso 250.000 pesetas, y el Consejo de la Caja de Huérfanos de la Guerra, que aportó 125.000.

En 1909, y con objeto de mejor acondicionarlo para el colegio de Huérfanos de la Guerra, que en su interior funcionaba desde 1879, se amplió el pabellón del este construido por la sexta duquesa, y se colocó jardincillo delante de la fachada, con arbolada y, corrido poyete rematado en verja de hierro, tras ser derribada la Iglesia de Santiago. También se levantó un pabellón a la derecha de esta fachada, como ampliación del Colegio. El director de estas obras de remodelación fue el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco.

En diciembre de 1936 es bombardeado y se produjó un incendio. Fue sede de la Biblioteca Pública del Estado de Guadalajara desde 1972 hasta 2004.

Patio de los Leones, palacio del Infantado. 9 de abril de 2012, Cristina Gonzalo Herreros.

Patio de los Leones, palacio del Infantado. (Guadalajara). 9 de abril de 2012, Cristina Gonzalo Herreros.

Recontrucción ideal de la fachada del palacio del Infantado, en el momento de su contrucción a finales del siglo XV.

Palacio de los Duques del Infantado en Guadalajara. Genaro, Pérez Villaamil, 1842. España artística y monumental. Vistas y descripciones de los sitios y monumentos más notables de España. París.

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