La provincia de Alicante quedó alejada de los frentes en la guerra civil española, pero en ellos combatieron y murieron miles de alicantinos. Cuando estalló la guerra Alicante quedó en la zona republicana. La vida política e institucional alicantina estuvo en manos de los partidos “marxistas”, socialistas y comunistas, con el acompañamiento de los anarquistas. Las divisiones y enfrentamientos fueron casi permanentes.
Un hecho importante ocurrió el 20 de noviembre de 1936: el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, que tuvo una importante trascendencia y estigmatizó a la capital alicantina durante muchos años.
En su función de retaguardia, muchos edificios de la ciudad fueron convertidos en “Hospitales de Sangre” para atender a los heridos de guerra, y se realizó un enorme esfuerzo de solidaridad para dar cobijo a los miles de refugiados civiles y niños que huían de los estragos de la guerra, especialmente del frente de Madrid y tras la caída de Málaga.
Los bombardeos y las subsistencias fueron los dos problemas que más afectaron a la vida cotidiana de Alicante.
Alicante había sufrido 71 bombardeos desde julio de 1936; con más de 480 víctimas y 790 heridos a lo largo 32 meses de guerra; un total de 740 edificios habían sido destruidos Lo peor fue el bombardeo del Mercado Central el 25 de mayo de 1938, realizado por aviones italianos Savoia a las 11 horas del domingo. Allí hubo 313 muertos y centenares de heridos. El esfuerzo por construir refugios antiaéreos no pudo impedir que, al anochecer, miles de ciudadanos abandonaran el núcleo urbano para pernoctar en los alrededores, fenómeno conocido entonces como “La Columna del Miedo”.
La escasez de productos de todo tipo llevaría a un angustioso quehacer cotidiano para procurarse el mínimo de subsistencias. La tasa y el racionamiento trajeron consigo el inevitable mercado negro, perseguido y nunca controlado por las autoridades, y la aparición de formas primitivas de trueque.
Fue en el puerto alicantino donde la República vivió sus últimas horas, cuando miles de refugiados, que huían del avance final del ejército de Franco, esperaron inútilmente la llegada de barcos hacia el exilio para escapar de la represión. Solo algunos lo consiguieron, en barcos que saltaron el bloqueo. Más de 2000 personas consiguieron huir en el Stanbrook, un viejo carguero inglés, que partió del puerto sobrecargado.
En la noche del 30 de marzo de 1939 entraban en la ciudad las unidades de la División Littorio, comandada por el general Gambara, con un ostentoso desfile delante del Ayuntamiento y las principales calles de la ciudad.
La represión consecuente fue considerable al considerarse la ciudad y la provincia como «rojas». Los últimos detenidos republicanos en la guerra lo fueron en el puerto de Alicante, y la mayoría sufrieron la estancia en el campo de concentración de Los Almendros. Al terminar la guerra, el alcalde Luciáñez propuso que la ciudad pasara a llamarse Alicante de José Antonio. Pese a aprobarse nunca llegó a producirse el cambio.
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