Ya tratamos con anterioridad la cuestión referida a la población alicantina en el siglo XVI. Hoy proseguimos con este estudio poblacional centrándonos un siglo más tarde.
Nos habíamos quedado en un momento de freno demográfico a finales del siglo XVI si bien Alicante pudo aguantar bien el mismo debido a su dinamismo económico. Aún así se dieron en la ciudad alicantina, al igual que en todo el Reino de Valencia, las consecuencias derivadas de las desgracias acaecidas en estos años: epidemias, malas cosechas, guerras y para colmo de males la expulsión morisca.
En Castilla la crisis demográfica ya había comenzado mucho antes, sobre el 1570, pero esta no llegó hasta unos treinta años después a las zonas costeras. En Alicante el siglo comenzó relativamente bien, manteniendo un crecimiento moderado que se vería interrumpido finalmente en la decada de los años veinte por entre otros motivos el final de la Guerra de los Doce años (1621) y la decisión de frenar el control comercial holandés en los puertos españoles del Mediterráneo tomada por el Conde-duque de Olivares. La expulsión morisca supuso un duro golpe para la ciudad costera; su puerto fue elegido como el principal para llevar a cabo la salida de la población morisca expulsada. Esta llegada de población tan importante y de tantos puntos geográficos distintos, sumados a los oficiales reales que también llegaron a controlar el embarque hizo que se provocasen momentos de auténtico hacinamiento en el que se diesen la proliferación de enfermedades. Parece ser que las autoridades dispusieron las medidas necesarias para evitar tal cosa pero aún así se dio el desarrollo de enfermedades contagiosas.
Esta expulsión supuso por otro lado nuevas tierras para trabajar a manos de personas de otros puntos de fuera de Alicante. Esto provocó movimientos migratorios y la llegada de nueva población que ayudó a paliar la pérdida demográfica.
En la mitad de este siglo llegó a Alicante la peste. Fue en el invierno de 1647 y este mal sacudiría a Alicante hasta el verano. Según las escasas fuentes que tenemos para estudiar, la ciudad perdió alrededor de una quinta parte de la población, a lo que hay que sumar los dramas derivados de esta pérdida y esta situación como son los niños no nacidos y la pérdida de mano de obra. Sin duda los tiempos de las grandes pestes que asolaron Europa ya habían quedado atrás y este fue un episodio menor. El cordón sanitario establecido sin duda hizo que disminuyeran las víctimas.
La ciudad continuó creciendo creándose barrios extramuros, con “calles anchas y plazas espaciosas, que hace a la ciudad alegre y hermosa a la vista” como decía Bendicho.
En definitiva el siglo XVII fue un siglo de freno demográfico motivado por las enfermedades, crisis diplomáticas y la expulsión de los moriscos pero la inmigración que llegó a Alicante motivada por la importancia económica de su puerto y de su Huerta supuso que la pérdida demográfica que fue atroz en otros puntos de la península se notara mucho menos.