En palabras de Alexander Hoskins, un viajero que visitó nuestra región, podemos ver la preocupación de los labradores por la falta de agua: “las nubes, frecuentes en el cielo, son miradas con ansia y codicia por los labradores que ven, con tristeza, como pasan para descargar lejos, o como se limitan a leves lluvias que alegran la tierra, por escasas horas, para dejar surgir, bien pronto de nuevo, el polvo arenoso semejante al de los desiertos de África”. Esta falta de agua sería la causa de no pocas carestías a lo largo de la historia.
Entradas atrás explicamos como se desarrollaba la Huerta de Alicante y sus características fundamentales. Uno de los grandes problemas que esta provincia ha arrastrado desde hace muchos siglos es las formas y medios que tiene para abastecerse del agua necesaria para sus cultivos. Junto al río Montnegre y el pantano de Tibi destacan los azudes de Muchamiel, Campello y San Juan como otras fuentes hidráulicas para la Huerta de Alicante.
Un privilegio real otorgado en época medieval, daba a Alicante el uso exclusivo del río Montnegre. Un Libro de Reparto distribuía entre los agricultores la cantidad de agua de la que disponían diariamente y este agua llegaba hasta la huerta a través de un sistema de acequias.
Pero con el paso del tiempo y el crecimiento de población que se dio durante la Edad Moderna, hubo que extender las áreas de cultivo y el agua del Montnegre dejó de ser suficiente. Para salvar esta situación, se decidió la construcción del pantano de Tibi entre los años 1579 y 1593. El coste de esta obra colosal fue de 58.000 libras valencianas y corrió casi en su totalidad a cargo de la ciudad que tuvo que pedir préstamos censales para cubrir el gasto. A cambio de tal esfuerzo por parte de Alicante, el rey Felipe II dio a la ciudad el dinero obtenido a partir del pago de diezmos y primicias de las tierras que se comenzarían a cultivar.
La gestión del riego se otorgó a Alicante en 1596 y a partir de este momento se establecieron dos categorías: por un lado estaba la llamada agua vieja, procedente del cauce del río Montnegre y que utilizarían las tierras que ya estaban siendo cultivadas; además este agua podía venderse separada de la tierra por lo que constituía en si misma una posibilidad de negocio. Por otro lado el agua nueva procedente del nuevo embalse y que se utilizaría para regar nuevas tierras ajenas al privilegio medieval; este agua permanecía vinculada a la tierra y no podía ser separada de la misma. El denominado Libro de la Giradora, se constituyó como un registro en el que se distribuía el agua nueva. Estos privilegios, tan importantes y beneficiosos económicamente, fueron arrebatados a Alicante en 1738 tras tener que reconstruirse el pantano por un sabotaje perpetrado por los beneficiarios del agua vieja, momento tras el cual el embalse de Tibi entró a formar parte del Real Patrimonio.
Los propietarios del agua nueva pidieron al rey Carlos III que el agua vieja, la del río Montnegre, también pasará a formar parte del Real Patrimonio, para de este modo tener un reparto más justo, pero esta petición fue rechazada.