Magnífica recreación histórica realizada por James Clavell en 1970, ambientada en la Guerra de los 30 años (contienda librada en la Europa Central -principalmente Alemania- entre 1618 y 1648, en la que intervinieron la mayoría de las grandes potencias europeas del momento).
A pesar de que no relata un suceso ocurrido específicamente en la península, es interesante incluirla pues reconstruye de un modo muy ilustrativo un aspecto generalizado de esta guerra: por medio de mercenarios, se produjo la total devastación de regiones enteras (esquilmadas por ejércitos en búsqueda de suministros).
Asimismo, la contienda que sirve de escenario a la historia surgió, inicialmente, de un conflicto religioso entre estados partidarios de la Reforma y de la Contrarreforma dentro del propio Sacro Imperio Romano Germánico. Sin embargo, la intervención paulatina de las distintas potencias europeas (entre las que el Imperio español representará un papel protagónico) convertirá gradualmente la disputa en una guerra general por toda Europa. Los motivos que sostuvieron su curso se fueron alejando del inicial pretexto religioso, siendo la búsqueda de una situación de equilibrio político, el enfrentamiento con una potencia rival (como ocurriría entre España y Francia) o la pretensión de alcanzar la hegemonía en el escenario europeo, las efectivas motivaciones del conflicto.
La película refleja las miserias y calamidades derivadas de esta guerra a través de las circunstancias ocurridas en un pequeño pueblo que permanece, al menos momentáneamente, ajeno a la contienda. El lugar, ubicado en un recóndito valle, es atacado por un grupo de hostiles mercenarios. Su objetivo es arrasar la población. Sin embargo, el jefe de los mercenarios (impresionante Michael Caine en un papel difícil y complejo) será convencido por otro recién llegado -llamado Vogel (Omar Shariff)- de lo inconveniente que resulta su decisión. Antes de encontrarse con el capitán, Vogel trata de huir del asedio mercenario. Sin embargo, la perspectiva de muerte y desolación que circunda el valle le obligará a retornar al poblado (impactantes las escenas que recrean los estragos de la peste y muy interesante el modo en que las imágenes se tornan cálidas y luminosas cuando Vogel vuelve al abrigo seguro del valle).
El invierno está cerca, la peste lo está arrasando todo y los alimentos escasean. El capitán escucha los consejos de Vogel, que le persuade de refugiarse durante el invierno en el aislado y aprovisionado lugar. Los mercenarios que se muestran contrarios al cambio de planes son eliminados implacablemente por su jefe.
El capitán acuerda una serie de normas con las autoridades del poblado, de modo que vecinos y extraños puedan convivir lo más adecuadamente posible. Violaciones y saqueos serán duramente castigados. Sin embargo, el líder exige un número determinado de mujeres, destinadas a saciar las necesidades sexuales de sus hombres. Reclama al sacerdote de la villa que bendiga a las escogidas y que les proporcione indulgencias mediante las cuales les sean exonerados sus pecados pasados y futuros. A cambio, el ejército del capitán proporcionará seguridad al poblado ante la posibilidad de ataque por parte de otros grupos mercenarios.
La vida sigue transcurriendo en el poblado mientras comienzan a surgir los primeros conflictos entre los dos grupos residentes. La religión y la lucha por el poder son los detonantes de estos enfrentamientos, en los que siempre acaba interviniendo, de un modo u otro, el fanático sacerdote.
Tras el invierno, la villa recibe noticias del exterior, donde el Ejército Imperial está tomando posiciones debiendo el bando protestante hacerle frente. El capitán decide interrumpir su eventual postura neutral, posicionándose del lado de Bernardo de Sajonia-Weimar (Príncipe alemán que en 1635 había pasado a servir a Francia, que aun siendo católica, rivalizaba con el Sacro Imperio Romano Germánico y España -por lo que intervino en la guerra del lado del bando protestante-). En esta batalla, ocurrida en 1638, las fuerzas protestantes debían tomar el puente que hay en Rheinfelden para hacerse con el control del Rin. Bernardo de Sajonia, finalmente, consigue derrotar a los imperiales tomando posteriormente Breisach (operación con la que logra interrumpir las rutas españolas entre el norte de Italia y los Países Bajos, abriendo el camino hacia el interior de Alemania).
En el combate, el capitán resulta herido de muerte y su unidad aniquilada. Con los pocos hombres que le quedan, regresa al poblado a morir en paz. Pero el alcalde, que ha vuelto a hacerse con el poder, le tiene preparada una encerrona en el bosque. Vogel, por su parte, trata de huir de la villa, pues su estancia en la misma comienza a resultar peligrosa. Pero, al enterarse de los planes de Gruber, acude al lugar para avisar al capitán. En esta escena final, el capitán da muestras del sinsentido que representa la guerra (¿Ganó la batalle el príncipe Bernardo?, le preguntará Vogel al encontrarse con él. Él ganó, Vogel, pero nosotros perdimos. Le responderá, ya moribundo, el capitán).
Sorprendente película, llena de matices, que plasma fielmente diferentes aspectos del ambiente tardomedieval del momento: el amplio y voluble espectro religioso; la influencia y poder despótico de la Iglesia sobre el pueblo analfabeto; la caza de brujas (verdadero genocidio contra las mujeres); la utilización de niños soldado; el caos e involución reinantes promovidos por una burguesía e Iglesia que únicamente pretenden mantener su statu quo…
Clavell logra llevar a cabo un retrato complejo de la identidad de cada uno de los personajes.
El capitán es un ser escéptico que ha perdido todo idealismo. Ejecuta a quien se entromete en su camino y, aun así, no resulta cruel al espectador. Actúa de este modo por puro instinto de supervivencia. El valle, sin embargo, hará aflorar la humanidad adormecida que en él habita.
Vogel representa al intelectual de la época, un profesor universitario, inteligente y reflexivo. Ha sufrido en carne propia los horrores de una guerra que le ha arrebatado a toda su familia y, empero, sigue defendiendo unos valores humanistas y racionales.
Gruber, el alcalde, personifica al burgués. Se somete a los soldados mientras éstos le son útiles, adaptándose a las situaciones en función de lo ventajoso que pueda resultar para su propia persona.
Sin duda, uno de los personajes más impresionantes de la película es el sacerdote (magnífico Per Oscarsson), que representa espectacularmente el fanatismo religioso. Se considera en posesión absoluta de la verdad no concediendo en ningún momento una fisura para el diálogo racional.
No hay personajes buenos o malos, sino una acertada galería de individuos que luchan, cada uno con sus medios, por sobrevivir. La óptica que el director confiere al film, exenta de sentimentalismos superfluos, facilita al espectador la comprensión de las acciones de unos y otros, independientemente de que comparta o no sus decisiones o posturas.
Creo que es evidente que la película me ha parecido magnífica. Aun así, y como siempre, convido al interesado a juzgar por sí mismo -aunque en esta ocasión tengo la certeza de que no saldrá decepcionado-.
Os dejo una escena que resume, creo que adecuadamente, las motivaciones reales de la guerra y las diversas posturas que la secundan. Que la disfrutéis.
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