Tras la conquista del Imperio Inca por España, los indios inventaron la leyenda de EL DORADO, una tierra de oro localizada en los barrizales del Amazonas. Una gran expedición de aventureros encabezada por Pizarro tomó rumbo a las colinas peruanas a finales del año 1560. El único testimonio que sobrevivió a esta extraviada expedición fue el diario de Fray Gaspar de Carvajal.
Con esta introducción informativa da inicio la película Aguirre, la cólera de Dios, dirigida en 1972 por el cineasta alemán Werner Herzog y con el inclasificable Klaus Kinski interpretando al polémico explorador castellano. La obra fue producida íntegramente con capital alemán, bajo la productora del propio director, la Werner Herzog Film Produktion. Sin embargo, el elenco de actores estuvo compuesto (además de por alemanes) por hispanos, brasileños e indios de la Cooperativa Lauramarca, contratados con el objeto de reproducir, lo más fidedignamente posible, los sucesos que tiempo atrás vivieron sus propios antepasados.
Las primeras escenas de la cinta muestran a una expedición que avanza de manera penosa por diferentes parajes. Recorren un escarpado y estrecho sendero, por el que descienden lentamente una montaña a través de la bruma, y una selva frondosa y agreste, prácticamente intransitable, hasta llegar a una zona en la que les sale al paso el Amazonas, momento en que deciden parar y replantearse su situación.
Gonzalo Pizarro, viendo la escasez de provisiones y fuerzas y ante la peligrosa alternativa de avance que la selva les presenta, decide separar al grupo expedicionario enviando una avanzadilla río abajo. Su misión será encontrar alimentos, detectar grupos indígenas hostiles y ubicar las fronteras de El Dorado, que, según piensa, no deben encontrarse demasiado lejos. Les concede una semana para regresar con alguna respuesta; de no ser así, el grupo base retornará sobre sus pasos buscando alguna región habitada por cristianos y abandonando al destacamento en la selva. El explorador castellano nombra a D. Pedro de Ursúa comandante de la expedición, siendo el segundo al mando D. Lope de Aguirre. Irán con ellos Fray Gaspar de Carvajal y D. Fernando de Guzmán, representando a Iglesia y Corona respectivamente, y Dña. Inés de Atienza (prometida de Ursúa) y Elvira (hija mestiza de Aguirre a la que en la película llaman Flores).
Se construyen unas balsas y el grupo se aventura río abajo, dando inicio a una odisea fatal. Muy rápidamente, Aguirre arrebata subrepticiamente el mando a Ursúa y aunque éste sigue siendo el jefe, las órdenes las decide D. Lope. Su esbirro Perucho será la mano ejecutora que llevará a cabo los asesinatos encubiertos de aquellos que suponen un lastre o se oponen al criterio de Aguirre.
Una vez que se oficializa la destitución de Ursúa, Aguirre, astutamente, dispone la situación de tal modo que Gaspar de Carvajal acaba juzgando al comandante cesado, encadenándolo y preparándolo para la muerte. Acto seguido, corona Emperador de las Indias al noble Guzmán, un pobre infeliz cegado por la ilusión del oro prometido que no será más que una marioneta en manos de Aguirre.
El grupo sigue avanzando río abajo, en un camino lento e inexorable que les conducirá a la muerte. La puesta en escena -austera, prácticamente sin diálogos- contribuye a crear una atmósfera densa y angustiosa que atrapa al espectador. La demencia de Aguirre y la muerte, que es representada a través de las flechas de unos indígenas que no llegan a verse nunca -aun siendo muy evidente su presencia-, acabarán por envolverlo todo.
Finalmente, sobre una balsa infestada de monos, únicamente quedará el terrible Aguirre. Su locura ahora se desata, elevando un monólogo enajenado en el que anuncia la fundación de una nueva dinastía –la más pura sobre la tierra-, que habrá de nacer de él y su propia hija (que yace muerta a consecuencia de un disparo de flecha) y con la que gobernará sobre todo el continente. “Resistiremos. Yo soy la cólera de Dios. ¿Quién está conmigo?” sentenciará dando paso a la escena final, en la que la cámara gira y gira sobre la balsa al son de la perturbadora música de Popol Vuh.
La película está considerada como una de las joyas del cine alemán y fue incluida en una lista elaborada por la revista “Time” que recogía las mejores cien películas de la historia del cine. Con estos antecedentes, supongo que debo dar por oficializado mi pésimo gusto fílmico, porque, en efecto, la cinta no me ha gustado nada. Aún así y siendo que cada vez estoy más segura de mi dudable criterio, animo a todos los interesados a visionarla y juzgar por sí mismos.
El Aguirre tullido, deformado y desconcertante de Kinski me parece insufrible, insoportable, sobreactuado y ridículo -y paro de adjetivar porque no acabaría-. No me parece que inspire el temor que se le supone a Aguirre; es más, cada vez que lo veo, me acuerdo del feo de los Hermanos Calatrava. Los brevísimos diálogos que se realizan a lo largo de la cinta contienen alguna que otra frase lapidaria que ha motivado mi asombro, pues no acierto a ubicarlas en la situación en la que se pronuncian.
Aquí unos ejemplos:
He escrito un mapa en la arena. Cada meandro me llevará más o menos un día. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve… diez…
Las flechas largas se han puesto de moda.
¿En qué estaba pensando exactamente el guionista cuando decidió poner lo anterior “negro sobre blanco”?, ¿qué pintan aquí estos “chascarrillos” en boca de personas que están siendo asesinadas violentamente?
A nivel histórico, hay que aclarar que el diario de Fray Gaspar de Carvajal no pertenece a esta expedición, sino a la que realizó con Francisco de Orellana, unos veinte años antes. La película incluye personajes y situaciones que no pertenecen a los sucesos vividos por Aguirre, sino a los que acontecieron en aquella primera aventura.
Ines de Atienza, la prometida de Ursúa, desolada por la pérdida de su amante, muere en la película al internarse en la selva buscando la muerte segura que le proporcionarán los hostiles indígenas. En realidad, la bella mestiza murió apuñalada por el propio Aguirre. También su hija Elvira fue ejecutada por él, y no por una flecha asesina, tal y como aparece representado en la película.
En general, destacaría de la obra de Herzog el clima de terror y tensión que logra recrear. La naturaleza -exuberante, hermosa y atrayente en otras películas que tratan la temática de los descubrimientos y colonizaciones- aquí es infernal, desquiciante y letal. Probablemente, así debió ser.