Las evidencias más antiguas de un asentamiento poblacional en el actual término municipal de Monóvar hacen referencia al enclave prerromano “El Cerro de los Molinos”. Algunas tesis plantean que el actual nombre de la ciudad, Monóvar, proviene directamente de la presencia romana en la propia región que toponímicamente denominaba al sitio Mons Novar (Monte Nuevo), aunque esta teoría tal vez es un poco aventurada al constatarse el termino manowar (florecido) para el asentamiento musulmán establecido en el actual termino municipal. De época islámica se constata la presencia de poblamientos concentrados en el ámbito de Monóvar y Chinosa, las evidencias se confirman con los restos materiales referentes a castillos, torres y recintos defensivos.
En el contexto de la reconquista cristiana, y mediante el tratado de Almizra, Monóvar pasará a incluirse en la zona de conquista castellana. Pero tras la insurrección sarracena de 1261, el monarca castellano Alfonso X tuvo que solicitar ayuda militar a Jaime II de Aragón quien recupero el territorio para Castilla. Será a partir del siglo XIII y la rectificación de las fronteras durante el reinado de Jaime II de Aragón, cuando aparezca la primera documentación municipal que atestigüe la disputa e integración de Monóvar al Reino de Valencia, y por consiguiente a la Corona de Aragón.
En 1328 se atestigua como Alfonso III entrego la villa a su consejero y persona de confianza, Gonzalo García, viniendo a configurarse el señorío bajo esta casa hasta que fue vendido a Pere Maça de Liçana en 1471. Será a partir del último tercio del siglo XVI cuando a raíz de la desaparición de la línea hereditaria de los Maça de Liçana se produzca un cambio de titularidad en la baronía del señorío, pasando a manos de Fadrique de Portugal y Margarita de Borja, princesa de Mélito y duquesa de Pastrana.
Bajo el mandato de la hija de Margarita de Borja, Ana de Portugal, se redacto la Carta de Población del municipio en 1611. Esta carta nacía como consecuencia del decreto de expulsión de los morisco en 1609, que había dejado a Monóvar prácticamente despoblada (se estima que se perdió en torno a un 80% de la población). El objetivo de la nueva disposición administrativa era dinamizar la villa en base a los cristianos viejos y los primeros cien nuevos pobladores. Amparado en esta nueva administración el crecimiento y recuperación demográfica fue en aumento en un siglo marcado por el decrecimiento demográfico a nivel nacional.
Durante el siglo XVII se volverá su suceder un cambio en la titularidad del señorío jurisdiccional de Monóvar, pasando a manos del Ducado de Hija, quien había aglutinado al de Pastrana, y durante la Guerra de Sucesión Española (1701-1713) se mantuvo al lado de la causa borbónica. La fidelidad de la localidad será recompensada en 1708, por parte de Felipe V, quien le entrego el título de Muy Noble, Fiel, Ilustre y Leal, y el privilegio de añadir a su escudo su símbolo, la flor de lis (identificativa de la casa de Anjou).
El siglo XVIII va a caracterizar a la Villa de Monóvar por su crecimiento económico y demográfico, tal y como lo atestigua el botánico valenciano Antonio José de Cavanilles, o el cronista Montesinos, quien señala que para el año 1790 en la localidad se encontraban 200 telares en producción. El aumento de la población estuvo dinamizado por el aprovechamiento del agua, la cual estimulo el incremento de la producción con la ocupación de nuevas tierras de cultivo de cereales, olivos y vid. El desarrollo de la municipalidad tendrá como correlato la construcción de edificios enormemente significativos: la Iglesia San Juan Bautista, la Ermita de Santa Bárbara, la Torre del Reloj y el Convento de los Padres Capuchinos.
El desarrollo del ferrocarril de Madrid-Alicante durante la segunda mitad del siglo XIX, no hará sino impulsar el desarrollo local, permitiendo mediante este ramal y el puerto de Alicante que los vinos monoveros se exporten nacional e internacionalmente. Fruto del dinamismo económico y demográfico se producirá la entrega en 1901 del título de ciudad a Monóvar, quien en 1904 a causa de la epidemia de filoxera se verá obligada a diversificar su economía hacía sectores industriales. Para la década de los años 20, Monóvar ya contaba con importantes industrias de jabón, harinas, calzado, mármol, mimbre o yeso. Como ocurrió a nivel comarcal la segunda mitad del siglo XX estuvo marcada por la consolidación del sector zapatero y el desarrollo demográfico y urbano.