Para A. Mas, la diferencia lingüística entre Orihuela y, la ciudad rival, Murcia sirvieron entre los siglos XIV al XVI para reafirmar la conciencia nacional oriolana. En la parte central de su artículo tarta de argumentar esta afirmación con la aportación de diversos ejemplos, que ha seleccionado de la bibliografía local. En ellos se muestra una Orihuela bilingüe donde la práctica del catalán es la normalidad, lo que acarreaba situaciones de diferentes signos. Si por una parte servía a las autoridades como argumento para pedir un obispado independiente y evitar las dificultades provocadas por el uso de una lengua diferente al obispado al que pertenecía, el de Cartagena, por otra, se generaban problemas, discriminaciones y burlas, las de sus vecinos los murcianos. La redacción de un documento en las actas de los pleitos en catalán ocupaba, según las fuentes aportadas por A. Mas , tres veces más de papel, por lo que pagaban tres veces más, y aquí estaba el motivo de las mofas murcianas. Sin embargo, la portación más interesante del artículo la encontramos en las razones históricas de la rivalidad entre Murcia y Orihuela porque las resume de una forma escueta y clara. Esas rivalidades históricas se agrupan en tres aspectos. Uno en el generado por los conflictos bélicos, como son la Guerra de los dos Pedros y las Germanías, donde apoyaron en bandos opuestos, y los derivados de la unión de las dos coronas, donde Murcia salió mas beneficiada. El segundo aspecto es el de las propias entre vecinos, que eran ciudades frontera, que compartían un mismo río, que pertenecían a reinos diferentes con lenguas diferentes. Y el tercer aspecto, en mi opinión, clave para entender el desarrollo de las rivalidades entre ambas capitales desde 1304. Con el Tratado de Torrellas la gobernación de Orihuela se incorporó al reino de Valencia , pero no se hizo la misma división a nivel eclesiástico. Más interesante sería conocer los detalles, seguramente económicos, de esta incoherencia administrativa que se mantuvo durante ¡ más de dos siglos ! El último punto, “La pérdida de la identidad y de la lengua”, es igualmente revelador, e incluso podría entenderse como una contradicción a la tesis mantenida por el autor. Desde lo que califica como la “revisión de la antítesis” nos porta pruebas de cómo se fueron dando una serie de cambios en la sociedad oriolana por los que se fueron perdiendo sus señas de identidad, incluida el de la lengua. Brevemente serían, que dejaron de pertenecer a diferentes reinos, que obtuvo el obispado, que se produjo una castellanización con la repoblación de murcianos en la vega baja del río, que surgieron otras capitales rivales, como Alicante, que sufrió las imposiciones desde Valencia. Si todo esto ocurre en el discurrir de los siglos XIV al XVII, parece más difícil entender porque habla de la “lealtad de los oriolanos al catalán” a principios, precisamente del XVII.
LA IDENTIDAD NACIONAL EN ORIHUELA EN LA ÉPOCA FORAL
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