La moralidad del clero

Ya San Vicente Ferrer denunciaba la deshonestidad y pecado de la negligencia del clero. También testimonios de críticas al “clero pervertido” podemos verlas en autores como Roig o Joan Baptista Anyes. Precisamente este fue uno de los asuntos tratados en Trento, a partir del cual la Inquisición se dedicó a perseguir en mayor medida las flaquezas del clero en cuanto a su moral, como queda patente en los procesos inquisitoriales valencianos.

Abundaban en Valencia los casos de mancebías, es decir, de cohabitación de curas o frailes con mujeres, algo que estuvo bastante permitido hasta 1580. Los ejemplos del franciscano Rodrigo Rajol en 1566 o del clérigo Fortuny en 1579 son claros ejemplos que encontramos en la documentación. El Santo Oficio valenciano por este tipo de pecado solía condenar a unos cuatro o cinco años de galeras.

solicitacionPero la actividad sexual del clero se reflejó con mucha más frecuencia a través de coyunturales arrebatos de la libido, casi siempre utilizando el confesionario como lugar ideal para la seducción. Es lo que se conoce como solicitaciones, es decir, cuando el sacerdote impone a la confesada una pena consistente en mantener relaciones sexuales con él. Las solicitaciones en el confesionario tuvieron desde luego una frecuencia muy baja en Valencia en relación con otros tribunales inquisitoriales. Así pues, hubo apenas 15 procesos entre 1530 y 1609, muy por debajo de Barcelona, Zaragoza o Granada. Esto extraña hasta cierto punto, ya que el bajo número de solicitantes en la ciudad contrasta con una gran afición a la confesión por parte de los valencianos de la época.

Podemos ver en los procesos inquisitoriales que la agresión sexual no solía más allá de “tocamientos deshonestos” como por ejemplo tocarle los pechos a la confesada, aunque había también casos en los que el párroco imponía a las mujeres, que normalmente eran mujeres casadas, el tener que masturbarle y hay documentados algunos casos en los que si hubo sexo explícito. A la hora de defenderse, los confesores siempre alegaban una supuesta provocación de la mujer.

La delicadeza del tema llevó a que en marzo de 1586 y en junio de 1600 se recomendara llevar estos casos de solicitaciones con la mayor discreción posible, dada la ofensa que se podía causar en el honor de la damnificada. La mecánica procesal era compleja, una vez descritas por la solicitada las vejaciones a las que había sido sometida, la solicitada era preguntada si se habían confesado con otros y les había contado tal hecho. En caso afirmativo se le preguntaba si estos advirtieron a la mujer de la obligación de denunciar al confesor ante el Santo Oficio. Las principales penas por solicitación fueron la privación perpetua del derecho de confesar, el destierro del lugar donde se vivía o la reclusión en un monasterio de dos a cuatro años.

No obstante, hay casos en los que el solicitante era rico y se sustituyó la pena por una multa de entre seis mil y diez mil maravedís. En el caso de que el confesor hubiese solicitado a hombres en lugar de mujeres, hecho del que hay contados casos, la pena sería mucha mayor como por ejemplo diez años de encierro en un monasterio.


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