Los alumnos se mostraban escépticos ante la posibilidad de que resurgieran un estado totalitario e ideologías como el nazismo. Clara muestra de una inmadurez y falta de conciencia, que no tienen porqué estar asociadas a su juventud, puesto que esa ignorancia y falsa felicidad infantil alimentadas por el individualismo, el consumismo, el materialismo, el temor, la desmotivación y la falta de ideales afectan a toda la sociedad y conducen hacia el alienamiento.
Estamos pues, ante una sociedad que no se ve capaz de cambiar/mejorar el sistema o que antepone su persona al bien colectivo, pero que absorbe como una esponja ciertas ideas en momentos de frustración y de sentimiento de inferioridad. Esa frustración será volcada de forma violenta en su entorno, afectando a los colectivos más desfavorecidos de la sociedad o enfrentándose a otras ideologías, debido a su incapacidad para adquirir conciencia y aportar soluciones, ideas o alternativas, aunque éstas supongan también cierta radicalidad o espíritu revolucionario. Y esos sentimientos supondrán orfandad, la cual se verá aliviada por la protección del líder.
Nos preguntamos si sería posible, en el contexto histórico actual, que se produjera un movimiento totalitario similar al nazismo. La respuesta parece ser obvia si atendemos a la historia, puesto que la respuesta está en ella. El problema es que olvidemos la historia, pues entonces estaremos condenados a repetirla. Por ello la historia es tan importante, por ello es maestra y didáctica. La asignatura de historia en la educación secundaria parece que esté orientada a vomitar un esquema en torno a un texto. Y no debería ser así, la historia nos debería enseñar a ser humanos, a ser ciudadanos, a ser políticos, o dicho de otro modo, a romper tabús, a pensar por uno mismo, a participar en la sociedad civil y a adquirir valores democráticos y sociales. En cada persona debería haber un historiador, y eso supondría estudiar hasta el último día de nuestras vidas, porque somos historia, formamos parte de la misma, estamos, en mayor o menor medida, haciendo historia, construyendo la sociedad.
Retomando el hilo de la pregunta planteada, rechazamos preguntarnos ahora si un estado totalitario o el resurgimiento de ciertas ideologías serían posibles en España, en Alemania o Francia… pero miremos a nuestro alrededor, analicemos la actualidad: Grecia.
En las recientes elecciones griegas del 6 de mayo de 2012, el partido neonazi Amanecer Dorado, como si se tratara de la actividad experimentada en el aula por un profesor a lo largo de una semana, obtiene el 7% de los votos (21 diputados), cuando la “semana anterior” (elecciones de 2009) apenas obtuvo el 0,3% de los votos.
Al igual que en el aula representada en la película, cualquier ideología puede ser el motor principal de un proceso histórico. Lo ha sido y podría volver a serlo. Como la clase del instituto de la película, Grecia ahora mismo es un experimento del que no sabemos cuál va a ser el resultado ni si se va a ir de las manos. Por ahora vemos como entre los jóvenes, parados y vecinos de barrios con alta concentración de inmigrantes, se ha ganado la confianza en las urnas un partido neonazi como consecuencia de la frustración y de la crisis socioeconómica. Pero se trata de un partido “sin programa”, sin alternativas, y cuya fuerza se canaliza a través de una simbología, de un mensaje violento y de un nacionalismo que señala y persigue a inmigrantes, homosexuales y prensa.
Probablemente el líder de dicho partido no salga dentro de 50 años en los libros de historia, como si se tratara de Hitler, y no sea más que un insignificante profesor de instituto con las horas contadas como docente por su delirio. Pero las ideas están en la calle, en el subconsciente de la sociedad a la espera de otro profesor. Tenemos la historia como arma, usémosla, no para adoctrinar, sino para educar.