Los legados culturales recibidos por Carlos V
Sobre Carlos V confluyen una serie de legados históricos que conformarán su personalidad y favorecieron su cosmopolitismo, una de sus principales cualidades.
Se educó en la Corte borgoñesa de su tía Margarita, junto a sus tres pequeñas hermanas (Leonor, Isabel y María). En esta refinada corte el francés era lengua básica y por ello, la impronta borgoñesa, con sus características culturales francesas, es la que domina en Carlos hasta su entrada en la adolescencia. Pero a Carlos también le llegaban noticias desde España y se siente orgulloso de las hazañas de este país, que sabe que heredará algún día.
Ambos legados iniciales quedaron plasmados en las dos actitudes, los dos ideales básicos del emperador: el ideal de la vida caballeresca y el profundo sentido religioso. De la corona hispana Carlos también tomó su sentido providencialista, la guerra santa en defensa de la Cristiandad como máximo justificante de su vida. También él, como sus antepasados Fernando e Isabel, como más tarde su hijo Felipe, se consideraría el brazo escogido por Dios para esta empresa. Este sentido providencialista se le acrecienta al ser elegido emperador, lo cual queda patente en el discurso de la Corona pronunciado por el obispo Mota ante las Cortes de Santiago de Compostela en 1520.
Además de estas influencias, también hay que añadir la del contacto con el pueblo italiano. Para el emperador, Italia tiene la especial resonancia de ser la cuna de los héroes antiguos. Era un gran admirador y entusiasta lector de César, y sus Comentarios a las guerras de las Galias le acompañarán incluso hasta su retiro en Yuste. Su admiración por este país se plasmará en su interés por visitar las ruinas antiguas de Roma en 1536.
Identificarse con el pueblo alemán le costó más trabajo. Al no llegar nunca a dominar su lengua se estableció una barrera difícil de franquear, pero Carlos tuvo muy claro que la corona del Sacro Imperio Germánico era la que le había dado el predominio sobre Europa y aquel deslumbrante destino que le hacía sentirse heredero de Carlomagno.
Por tanto, podemos concluir que el estilo caballeresco, el espíritu religioso, las corrientes renacentistas y una aire de universalidad son las cuatro facetas más características de los cuatro pueblos de los que Carlos V pasa a ser señor y soberano: el borgoñón, el hispano, el italiano y el alemán. Por ello, aunque Carlos no olvida jamás el país donde ha nacido y es ante todo un borgoñón, no cabe encerrar su figura en un círculo nacional determinado. Crece como señor de los Países Bajos y del Franco-Condado. Pasa a ser rey de Castilla y Aragón por un cúmulo de azares imprevistos; Castilla le da el Imperio efectivo de las Indias occidentales, que sirven como pórtico para el título de emperador de la Cristiandad. Y, por su puesto, todo este poder tuvo gran influencia en la elección por parte de los Príncipes Electores alemanes de Carlos como emperador.