Las dos principales ideologías de poder del siglo XVI

Las dos principales ideologías de poder del siglo XVI

Durante el Renacimiento coexistían en Europa dos tipos de pensamiento político: uno realista, basado en un análisis de la experiencia de los grandes protagonistas del pasado; el otro, utópico, que lamentando los males provocados por los abusos del poder, trataba de encontrar una fórmula acorde con las exigencias éticas. Cada una de estas dos tendencias estuvo representada por dos de los grandes teóricos del siglo XVI: Maquiavelo y Erasmo.

Maquiavelo
Maquiavelo

La polémica comenzó cuando Maquiavelo publicó El Príncipe (1513), que se convirtió en el modelo a seguir para gran parte de los dirigentes de la época. El gobernante tenía que emplear todos los medios para afianzarse en el poder y la religión tenía que ser un instrumento más del Estado. Si el Príncipe tenía que escoger entre ser amado o ser temido por sus vasallos, debía escoger el ser temido. Además, habría de estar siempre preparado para la guerra, e incluso acometerla si veía alguna posibilidad de victoria, porque eso aumentaría su prestigio; prestigio que sería, a su vez, una mayor garantía de mantenerse en el poder. Así que no se trataba de dilucidar entre guerras justas o injustas, como habían especulado santo Tomás de Aquino y todos los padres de la vieja escolástica, sino de ceñirse a la descarnada realidad. Así lo enseñaba la experiencia del pasado o los éxitos de reyes contemporáneos. Entre estos últimos destacaba Fernando el Católico, en cuya figura se basó Maquiavelo para escribir su famosa obra.

Erasmo
Erasmo de Rotterdam

Frente a esta ideología se encuentraba el holandés Erasmo de Rotterdam. En 1516, cuando supo el enorme poder que su joven señor iba a concentrar en sus manos, dedicó a éste un tratado sobre el Príncipe cristiano, el Institutio Pricipis Christiani. Erasmo advertía a Carlos que el verdadero príncipe cristiano debía huir siempre de la guerra. La política debía subordinarse a la moral. Pero en esta línea de pensamiento, el particularismo político no estaba excluido, todo lo contrario, precisamente porque frente a la unidad eclesiástico-imperial medieval, la cultura humanista lo ofrecía como el camino para llegar a una universalidad espiritual.

Su más renombrado seguidor, Alfonso de Valdés, sostendría en su Diálogo de Mercurio y Carón:

“Procura ser antes amado que temido, porque con miedo nunca se sostuvo mucho tiempo el señorío…”

Nada más contrario a la visión de Maquiavelo.

Estas dos concepciones políticas tan dispares, una realista y cínica; otra, idealista y hasta utópica, marcarían las líneas fundamentales de la acción política de los dos grandes rivales del siglo XVI. Así, según la concepción maquiavélica, Francisco I pasará todo su reinado rompiendo la paz y guerreando sin cesar, mientras que Carlos V, según la ideología erasmista, tratará de defenderse como puede, también buscando alianzas, en Roma o en Londres.