Adriano de Utrecht

Adriano de Utrecht

Fue la figura más importante en los primeros años de formación del futuro Emperador. De perfil humanista cristiano (educado en la devotio moderna) fue una de las figuras más relevantes de ese primer cuarto de siglo. La Regente, Margarita de Austria, decidió convertirlo en su máximo preceptor en 1511. Era un hombre sencillo, de origen humilde y con fama de santidad. Había empezado su carrera eclesiástica como párroco de una iglesia rural y parecía poseedor de la piedad sincera que reclamaba Erasmo. Fue decisivo en la personalidad de Carlos, que entraba en la pubertad. Por entonces Adriano era ya deán de San Pedro en Lovaina, estaba vinculado a la universidad y su fama como teólogo y hombre bondadoso y honesto era muy grande. Su vida religiosa seguía los principios de los Hermanos de la Vida Común, que tanta influencia habían tenido en la vida espiritual de los Países Bajos desde mediados del siglo XV.

Adriano de Utrecht
Adriano VI (Óleo anónimo)

En 1515, cuando la mayoría de edad de Carlos fue reconocida, fue enviado por Chièvres a España, para defender los intereses del futuro rey, pues existía el peligro de que Fernando el Católico prefiriese a su nieto Fernando, que había nacido en Castilla y se estaba criando a su lado, para cederle sus reinos de la Corona de Aragón. Retornaba así el riesgo de la división de la Monarquía Hispánica y desde Bruselas quería evitarse. Negoció con Fernando que se le seguiría reconociendo como regente de Castilla mientras viviese, aún en el caso de que muriese D.ª Juana; a su vez, Fernando debía reconocer a Carlos como heredero de sus reinos. En su testamento, Fernando dejaría como heredero a su nieto Carlos y como regente de Castilla al cardenal Cisneros y a Fernando, arzobispo de Zaragoza, como regente de la Corona de Aragón.

Tras el fallecimiento en diciembre de 1521 del combativo Papa León X, Adriano será, inesperadamente, elegido su sucesor. El nombramiento se hizo público el 9 de enero de 1522. Es muy destacable que a pesar de su estrecha relación con el Emperador, desde su nombramiento como Sumo Pontífice, trató (aunque no siempre con éxito) de mantener su neutralidad.


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