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Escultura abstracta

Los caminos que no hayan sido transitados antes.

El arte está ligado a lo que no está hecho, a lo que todavía no creas. Es algo que está fuera de ti, que está más adelante y tú tienes que buscarlo.

Eduardo Chillida


 Chillida prescinde de los elementos figurativos y combina en sus creaciones abstractas, la escultura y la arquitectura, y concede al espacio la misma importancia que a la materia. Reconoce el vacío como elemento integrante de la escultura, al igual que la materia. Eduardo Chillida fue considerado en vida como uno de los escultores más importantes, como lo demuestra la gran cantidad de premios internacionales con que fue galardonado. Conjuga la atracción por la materia y la reflexión sobre ésta, se autodenominó “el arquitecto del vacío”, en sus obras, el vacío y la materia tienen igual importancia. Su arte entronca con la tradición artesanal vasca: utiliza instrumentos y materiales propios de una sociedad rural, no industrial, como la técnica de la forja y el hierro. Su estilo se caracteriza por los cruces de las diferentes superficies formando ángulos imprevistos, que ofrecen simultáneamente la cara interna y externa de las esculturas. Estudia con rigor geométrico el equilibrio entre las zonas llenas y las vacías, y calcula el contraste de la luz y la sombra con precisión. Sus creaciones aumentan progresivamente de tamaño hasta llegar a las grandes estructuras de hierro y hormigón , que se integran en el paisaje y reflejan la tensión de las fuerzas de la naturaleza a partir de una gran simplicidad de formas.

En sus obras se pueden distinguir dos etapas: en la primera su preocupación principal es la materia (hierro, piedra, hormigón, alabastro, madera y acero) y el espacio. En la segunda etapa se interesa por la relación entre la escultura y la arquitectura, y por la integración de sus piezas de grandes dimenciones en espacios urbanos o en espacios naturales abiertos, como “El peine del viento” en San Sebastián.

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Arte cinético

Alexander Calder: cuando la escultura dejó de ser estática.

 

Antes de Calder, el movimiento en las esculturas sólo había sido insinuado, pero, con los móviles, la escultura dejaba de ser estática.

Con sus primeros móviles Alexander Calder hizo realidad un objetivo histórico de la escultura: darle movimiento, no solo insinuarlo. Su formación de ingeniero industrial le permitió solucionar problemas técnicos derivados de una concepción escultórica tan innovadora. “¿Por qué tiene que ser estático el arte? ¿Por qué no poner formas plásticas en movimiento? No sencillamente un movimiento rotativo, sino la combinación de diferentes movimientos de distinto tipo, velocidad y alcance para producir algo completo. Del mismo modo que se pueden componer colores o formas, también se pueden componer movimientos”. Con esta declaración de principios, Calder exponía su ruptura con la concepción tradicional de la escultura como algo estático e inamovible. Con sus móviles (estructuras de formas orgánicas, suspendidas en el aire, que se balancean suavemente), el artista norteamericano inició lo que se conocería como escultura cinética, la escultura de movimiento. Sus primeros móviles causaron auténtica sensación. Era la primera vez que la obra plástica se despegaba del suelo y se ponía en movimiento.

La amistad con el pintor Joan Miró marcó profundamente la evolución artística del escultor, pues le inclinó al uso de los colores primarios y de las formas orgánicas abstractas. El término “móvil” fue sugerido en 1931 por Marcel Duchamp durante su visita al taller de Calder.