Cambiando el rumbo, dentro ya de lo que situamos como el mapa político de una Europa de finales del siglo XV, debemos saber que ofrece ya, gracias a la repoblación y afianzamiento de los principales estados, unas formas institucionales del poder muy importantes en la época, por haber superado como señalamos anteriormente, su superación y fortalecimiento después de la crisis que se había encarnado.
Dentro de estas línea, nuestra gran potencia, que por entonces destacaba Venecia entre el resto de la Italia del siglo XV, su serenísima república se basaba como en el resto de Europa, en una elección vitalicia de su dux «líder» y del régimen aristocrático, enfocado a la concentración de poder real entre los miembros de unas doscientas familias de patricios (príncipes mercaderes y déspotas, que invirtieron sumas sustanciales en la construcción de bibliotecas). A esto, le sumamos los conocidos Estados Pontificios, que al igual que Venecia, suponía otra potencia importante debido a su territorio, a su gran número de población y su situación geográfica en la Península Italiana; en la que este tipo de soberanía se veía, muchas veces por la ambición de los cardenales, una duración de los reinados encuadrados en esa familia política del momento.No obstante, Italia se vio favorecida por esa creación de la forma de un poder más o menos original durante este siglo XV, donde la conquista del Estado por el hombre de guerra, conservaba de alguna manera la autoridad que había sabido mantener hasta entonces contra los posibles peligros exteriores.
Por lo tanto, lo que Italia pretende con esta afirmación de los principales estados, es que en el contexto Europeo se respete una tradición y naturaleza religiosa de la autoridad legítima, donde los señoríos italianos sean el nuevo signo del papel de la fuerza del Estado. Sin embargo, a principios de este siglo XV, la lucha entre ciudadanos y el libre juego de la política de los Estados, no pudieron evitarse. Esto además, produjo que el respeto a los privilegios se impusiera para todos, lo mismo que la autoridad de los órganos representativos. Así mismo se hace posible que, los soberanos y consejeros instauren de manera prospera a un futuro, elementos que favorecería a la construcción de un Estado Moderno, bajo la forma de la monarquía centralizadora, quedando señalado acciones como la consolidación y especialización del Consejo del Rey (haciendo del consejo la más alta autoridad del Estado por encima de todas las demás instituciones); la multiplicación de los representantes del poder (aumentando el Estado su propia acción e influencia para su poder); la búsqueda de los recursos regulares (obtención de recursos por medio de impuestos sobre las personas y sus bienes, o bien por los intercambios comerciales); y como “guinda al pastel”, la creación de un ejército permanente (orientando afirmar su poder en el terreno exterior, como los condottieri que se encargaban de reclutar mercenarios para la formación de ese ejército). En línea secundaría y concluyente, es claro que el poder aristocrático frente a una clase menos favorecida seguía predominando por encima de todas las cosas, haciendo más difícil la convivencia y el respeto mutuo entre estas clases tan dispares.
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