Esta obra fue aún más importante que las anteriores, llegando incluso a manos del rey de Inglaterra Enrique VIII, quien incluso escribió una obra en defensa de los sacramentos católicos llamada “Assertio Septem Sacramentorum”, siendo recompensado por el Papa con el título de Defensor de la Fe.
Publicada también en 1520. En esta ocasión Lutero criticará las doctrinas de la Iglesia haciendo referencia especial a los Siete Sacramentos. Él solamente consideraba como validos dos: el bautismo y la Eucaristía. Incluso estos dos sacramentos recibirán una crítica por parte del Reformador. En cuanto al bautismo, es para él el único conservado de la iglesia primitiva y por esta razón es partidario de la inmersión total del nuevo creyente. Otra de las razones de crítica tiene que ver con el compromiso del bautizado ya que los bebés no tiene capacidad decisoria.
En relación a la Eucaristía no la considera un sacrificio, si no un símbolo de la promesa de salvación realizada por Dios a los hombres. La teoría defendida por Lutero ha recibido el nombre de Consubstanciación que dice que en el acto de comunión la promesa de Dios se cumple y el pan y el vino contiene la presencia de Cristo.
Para los demás sacramentos hace algunas referencias a la confirmación, a la Orden Sacerdotal, la cual considera inválida ya que para el cualquier creyente que conozca las Escrituras puede actuar como sacerdote y a la extrema unción que en su opinión debía aplicarse a todos los enfermos, no sólo a los terminales. Al matrimonio le dedica especial atención.
Con esta obra se establece un antes y un después en la relación de Lutero con la Iglesia atisbándose el principio del fin.