El físico holandés Heike Kamerlingh Onnes (1853-1926) tuvo la mala suerte de ser contemporáneo durante casi medio siglo del físico más genial (hasta el momento), Albert Einstein (1879-1955). Mientras Einstein se preocupaba de interpretar correctamente las tres dimensionales espaciales y el tiempo, Kamerlingh se interesaba por la Física de las bajas temperaturas. El gran destello de los trabajos del físico alemán oscurecía (sin pretenderlo) la inmensa labor de otros científicos trabajando en campos de la Física que no parecen ser tan atractivos al gran público.
Al mismo que se celebraba el primer congreso Solvay en el glamouroso hotel Metropole de Bruselas, 1911, Heike anotaba a lápiz, con una caligrafía endemoniada, en un cuaderno de notas escolar que había medido una resistencia nula en su abarrotado laboratorio de la Universidad de Leiden y, por tanto, había obtenido evidencias del fenómeno de la supraconductividad. Él la llamó así, aunque años más tarde se decidió que era más conveniente denominar superconductividad a este fenómeno. Había medido la resistencia del mercurio y anotó en su cuaderno «mercurio prácticamente cero». Había descubierto un fenómeno muy interesante, aunque él creía que había tenido suerte al elegir el mercurio como objeto de su estudio.
Publicado en La Tribuna de Albacete (7-1-2012): A. Beléndez (UA), A. Nájera (UCLM) y E. Arribas (UCLM).