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Política-economía.

Plusvalía

Lo que en realidad producen los obreros es plusvalía. Mientras la produzcan, tendrán algo que consumir. Tan pronto como dejen de producirla, su consumo terminará. Reducir la cuestión a una relación entre consumidores y productores, significa olvidar que el trabajador asalariado y el capitalista son dos tipos completamente distintos de productores. Una vez más se niega la contradicción, la formalización de una contradicción que existe realmente en la producción.

La relación entre obrero asalariado y capitalista implica:

1. Que la mayoría de productores (los obreros) son no consumidores (no compradores) de una parte grandísima de su producto, a saber: de los medios de producción y de las materias primas;

2. Que la mayoría de los productores, los obreros, sólo pueden consumir un equivalente de lo que produce su trabajo siempre y cuando produzcan más de este equivalente: una plusvalía o un producto excedente. Tienen que producir siempre más, es decir, por encima de sus propias necesidades, para poder ser consumidores o compradores dentro de los límites de sus necesidades.

Para esta clase de productores, la unidad entre producción y consumo está falseada de entrada.

Cuando Ricardo sostiene que el único límite con que tropieza la demanda es la misma producción y que ésta está limitada por el capital, está diciendo en verdad que, una vez descartadas las falsas hipótesis, la producción capitalista sólo está limitada por el capital. Pero “capital” incluye también la fuerza de trabajo incorporada a él (comprada por él) como una de sus condiciones de producción. Cabe preguntares si el capital, como tal, es también el límite del consumo. Lo es, sin duda, de un modo negativo, por cuanto no puede consumirse más de lo que produce. Pero lo que itneresa es saber si puede serlo de modo positivo, es decir, si puede y debe consumirse todo lo que se produce. La tesis de Ricardo, debidamente analizada, dice precisamente lo contrario de lo que parece decir, a saber: que la producción no se desarrolla teniendo en cuenta los límites existentes del consumo, sino que está limitada sólo por el propio capital. Y esto constituye, ciertamente, una de las características del régimen capitalista y de producción.

Karl Marx, La crisis del capitalismo.

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Política-economía.

El consumo: la única finalidad de la producción

En relación con la entrada anterior, no debemos pasar por alto el hecho de que, antes de llegar a la conclusión de su crítica al mercantilismo, el ataque se generaliza más allá de las consideraciones sobre el comercio internacional y la distribución de los metales preciosos. Así en el capítulo VIII del libro IV de La Riqueza de las Naciones, aparece una de sus frases más citadas, que tiene aplicación y resonancia muy actual: “El consumo es la única finalidad y propósito de la producción; y el interés del productor debe ser tomado en cuenta sólo en la medida en que pueda ser necesario para promover aquel del consumidor”. Tras esto se dice “en el sistema mercantil, el interés del consumidor estña casi constantemente sacrificado en favor del productor; y parece que se considera a la producción, y no al consumo, como el fin y objeto último de toda la industria y el comercio”. Este es el “mensaje” esencial de La Riqueza de las Naciones al mundo del comercio y la competencia.

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General

Crítica a la escuela mercantilista

El blanco principal para la crítica de Adam Smith, como bien se sabe, fue la doctrina (o “sistema de economía política”) de la escuela mercantil. El principio básica de esa escuela o sistema, como él la interpretó, consistía en una falacia de identificación de la riqueza con el dinero y en el supuesto de que se trataba “de atesorar oro y plata en cualquier país por considerarse que era la forma más rápida para enriquecerlo”. Él vio en esta falsa doctriana el principal obstácula para una extensión de las ventajas de la “libertad natural”, a la esfera del comercio, tanto exterior como doméstico, que según él traería consigo todas las ventajas de la competencia y del abaratamiento y la expansión progresiva de la división del trabajo junto con la gran mejora de las fuerzas productivas que de allí se engendrarán.

Maurice Dobb.

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Actual

Y después de Keynes , ¿Qué?

Tras haber, durante veinte años, entonado el himno de la escuela liberal de Chicago y de sus “social killers”, los medios celebran hoy el regreso de Keynes. De una crisis a otra, algunas de sus constataciones desengañadas siguen siendo, en efecto, de una turbadora actualidad: “El dacadente capitalismo internacional, pero individualista, en manos del cual nos hemos encontrado tras la guerra, no es un éxito. No es inteligente, ni bello, ni justo, ni virtuoso, y no cumple sus promesas. En definitiva, nos disgusta y empezamos a despreciarlo. Pero cuando nos preguntamos por qué reemplazarlo, nos quedamos tremendamente perplejos”.

Daniel Bensaïd.

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Deseo y demanda sin límites según Smith

Smith no llegó a conocer el fenómeno de la sobreproducción ni las crisis nacidas de la sobreproducción. Conocía únicamente las crisis crediticias y monetarias, que el sistema crediticio y bancario lleva por sí mismo aparejadas. En realidad, Smith veía en la acumulación del capital un aumento indiscutible de la riqueza nacional y del bienestar general. Por otro lado, concebía el desarrollo del mercado interior hacia el mercado exterior, colonial y mundial como prueba de una sobreproducción, por así decir, relativa (en sí) en el mercado interior.

¿Es que no hay pueblos que exportan productos agrícolas? ¡Como si, a pesar de la naaturaleza, no se pudiera invertir en la agricultura todo el capital posible para producir, en Inglaterra por ejemplo, melones, higos, uvas, flores, aves, caza, etc. (véase, por ejemplo, el capital que los romanos invirtieron solamente en piscicultura)! ¡Y como si las materias primas para la industria no se produjeran por medio del capital agrícola! La naturaleza no ha puesto límite alguno a la magnitud del capital que puede emplearse para producir “las cosas agradables y bellas de la vida”. ¡Como si la naturaleza tuviera algo que ver con esto!

Karl Marx, La crisis del capitalismo.

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Política-economía.

De los beneficios del capital

En este capítulo Adam Smith relata fielmente lo que debe hacer todo rico si quiere ganar dinero.

En toda sociedad en progreso, se dan unos condicionantes de cara al trabajo. Ellos son el aumento de las demandas sociales y del salario. Cuando esto se produce, cuando el salario aumenta, irremedeiablemente conlleva a una disminución del beneficio por parte del empresario, o como él los llama, de los ricos.

Pero, aparece un factor nuevo, la proliferación de nuevos ricos e inversores en un determinado sector de la producción. Cuando esto aparece, también conlleva a la disminución de los beneficios del capital, producido por la propia competencia. Es en esto último, donde principalmente se contradice, ya que en uno de sus primeros capítulos apostaba por la competencia como auge del crecimiento económico.

Pero los beneficios varían según el lugar donde esté invertido el capital. Estos son los casos del campo y de las ciudades. En las ciudades los inversores generalmente no pueden encontrar el número de trabajadores cualificados que desean, por eso compiten con otros inversores y como consecuencia, los salarios aumentan, haciendo que bajen los beneficios. Por el contrario en el mundo rural se da al revés; en los pueblos y las zonas más pobres de los países, donde no existe un capital necesario para dar empleo a toda la población, es ésta quien compite para asegurarse el trabajo, haciendo que se reduzcan los salarios y con ello aumenten los beneficios.

En esto podemos establecer un paralelismo con la época actual, ya que los movimientos migratorios inflan el mercado laboral, haciendo que los salarios y las condiciones laborales bajen para todos los trabajadores. Es una injusticia, porque con ello sigue siendo una minoría la que se enriquece y explota a la mayor parte de la población. Si tan solo repartieran una pequeña parte de sus beneficios en crear más puestos de trabajo o en aumentar salarios, las consecuencias de las crisis económica que ellos mismos han generado, se reducirían a la mitad.

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El precio natural de las mercancías

El “precio natural” de una mercancía se define como igual a la suma de las “tasas naturales de salarios, beneficio y renta”, tasas que, a su vez, se definen como las “tasas ordinarias o promedio” de los salarios, beneficio o renta prevalecientes en las “circunstancias generales de la sociedad” en ese momento, o sea, en otras palabras, como determinadas por las condiciones generales de oferta y demanda de mano de obra, capital y tierra, las cuales regulan respectivamente a las tres “partes componentes del precio de las mercancías”, y por lo tanto, “en toda sociedad, el precio de cada mercancía lo determina una u otra , o todas, de aquellas tres partes”. Es entonces cuando se demuestra cómo, cuando “la cantidad ofrecida en el mercado puede en un determinado momento ser menor que la demanda efectiva” o, a la inversa, “alguna de las partes componentes de su precio debe elevarse por encima de su tasa natural” o alternativamente caer por debajo de ella, y cómo esto influirá sobre la oferta futura en el período siguiente, de tal manera que logre adaptarse al nivel de la demanda. Por lo tanto, la justificación de la competencia, que tiende por medio de frecuentes fluctuaciones a igualar el precio de mercado con el precio natural, significaba que “la cantidad total empleada anualmente por la industria, a fin de llevar al mercado cualquier mercancía, se adecua naturalmente de esta manera a la demanda efectiva”.

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Ley de Hierro de los salarios

Término inventado por el socialista alemán Ferdi-nand Lassalle (1862) para referirse a la inexorable tendencia de los salarios, bajo el régimen capitalista imperante en aquella época, de fluctuar alrededor del salario de subsistencia (el salario que les permite a los trabajadores cubrir sus necesidades más elementales o primarias y asegurar su reproducción). Sólo temporalmente los salarios podrán elevarse por encima después de haber descendido la tasa de natalidad, como consecuencia de un descenso anterior de los salarios por debajo del mínimo de subsistencia; dicha alza temporal de los salarios provocará un incremento de la natalidad y de la oferta de trabajo, y los salarios volverán a recuperar nuevamente su nivel natural o de subsistencia. La ley de hierro de los salarios (también denominada ley de bronce) o teoría de los salarios de subsistencia está detrás, aunque con diferente alcance, de los estudios sobre el funcionamiento del capitalismo de David Ricardo, Malthus y Marx.

Texto extraído de www.economia48.com

Y observando bien esta definición, ¿ El mundo en el que vivimos, no es el mismo que ella relata? Sólo tenéis que mirar a Grecia

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En defensa de los hombres libres

Hablando en términos e intereses económicos, que no trabajo bajo ningún tipo de coacción ajena a sus necesidades mínimas de subsistencia, será siempre más productivo que un esclavo. Para garantizar esto, los gobiernos como los empresarios deben grantizar una red de servicios mínimos en la que el hombre libre esté medianamente a gusto y a su vez esté atrapado, inmovilizado y donde no exista posibilidad alguna de ascensión social dentro de la nueva sociedad de clases.

Entendido esto, es aquí donde Adam Smith critíca la esclavitud, pues ésta, a través de la no retribución del trabajo y por el uso de la violencia, es más propicia a la creación de un movimiento social importante que pueda provocar un conflicto en el que el orden político-económico se vea invertido.

Y visto esto, ¿No es éste modelo una nueva variante de la esclavitud?

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Política-economía.

Esclavitud: un paso atrás

En su libro III de la Riqueza de las Naciones, Adam Smith nos habla de la mano de obra, qué tipos de mano de obra podemos encontrar y cuáles son las mas efectivas en cuestión de producción y productividad. En este capítulo nos expone su postura acerca de la mano de obra esclava; mano de obra que considera innecesaria y anticuada para afrontar el nuevo sistema económico.

“La experiencia de todos los tiempos y naciones demuestra que el trabajo de los esclavos, aunque parece costar solo la manutención, es en última instancia el mása caro de todos. Una persona que no puede adquirir propiedad alguna no puede tener otro interés que comer el máximo posible y trabajar el mínimo. Es solo me diante la violencia, y nunca por su propio interés, que extraer de esa persona un esfuerzo superior al suficiente para comprar su propia manutención”.

Por lo tanto, toda esclavitud es un paso atrás en el modelo económico librecambista.