Periodología literaria

La periodización es la operación que permite dividir el tiempo histórico-cronológico atribuyendo a cada segmento un significado y un sentido delimitados. Definimos pues periodología como una rama de la historiografía cuyo fin es el establecimiento de una determinada periodización.

La primera dificultad periodológica reside en el problema de asociación entre entidad temporal y entidad conceptual.

Todas las grandes civilizaciones, tanto occidentales como orientales, han elaborado periodizaciones elementares, individuando eventos históricos, religiosos o mitológicos como “fundamento” de la subdivisión (nacimiento de Cristo, la hégira, el diluvio universal, la fundación de Roma, etc.). En lo que concierne a Occidente, la Cronología, desde la Antigüedad, es una disciplina auxiliar de la historia, con un gran desarrollo sobre todo a partir de la Edad Moderna.

En lo que concierne más estrictamente a la periodología literaria, la literatura se sitúa forzosamente en el devenir temporal y en el decurso histórico (y también en un eje geográfico-lingüístico). Las principales categorías historiográficas empleadas para organizar cronológicamente el heterogéneo material literario son:

  1. Siglo. Es concepto numérico, unidad estrictamente cronológica y carece, de por sí, de valor crítico. La adjetivación o especificación del concepto de “siglo” llena el término de un determinado significado histórico-cultural. Así el importante marbete “Siglo de Oro”, que remite a un concepto poliédrico (estético, político, econó­mico, etc.) y viene a ser un concepto a la vez temporal y valorativo.
  2. Edad. Aetas es terminología periodológica tradicional. La voz “edad” gozaba de prestigio por haber sido sancionada por autores clásicos de la nombradía de Hesíodo o Virgilio. Atesoraba ésta tanto el sentido de ‘periodo cronológico’ (con valor histórico), como de ‘etapa’, entendida ésta como metáfora (las célebres edades del hombre, por dar un caso). Con el término “edad” también se hace referencia a una interpretación organicista de la historia literaria.
  3. Fijación de los períodos literarios según acontecimientos políticos o sociales. Así Época victoriana, Literatura isabelina, Literatura del reinado de Luis XIV, etc.
  4. Generación. Si bien la aplicación historiográfica es bastante reciente, el origen de la categoría es muy antiguo (desde Heródoto). Podemos definir una generación como grupo de autores de edades aproximadas que, participando de las mismas condiciones históricas, enfrentándose con los mismos problemas colectivos, compartiendo una misma concepción del hombre, de la vida y del universo y defendiendo valores estéticos afines, asumen lugar relevante en la vida literaria de un país, más o menos por las mismas fechas (cf. J. Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo, 1923). La generación es definible a través de varios criterios: por “década” o “año” (Generación del 27, Generación del 14); por un hecho histórico concreto (Generación del 98); por un común rasgo definitorio de carácter sociológico (la generación perdida).
  5. Escuela. No es una categoría estrictamente cronológica, pero, coordinada con la de generación, puede ser rentable a la hora de periodizar la historia literaria. Además del eje cronológico, el concepto de Escuela tiene en consideración también el eje geográfico. Un experimento en este sentido es el Plan para una historia filosófica de la poesía española, redactado por Manuel María de Arjona en 1798.
  6. Antiguos-modernos. La polémica entre los Antiguos y los Modernos es base de una conocida querella. Aquí puede enmarcarse también el problema de la “modernidad” y lo “clásico”. Conceptos relacionados son también los de “contemporaneidad” o “actualidad”. La categoría de modernidad ha sido reinterpretada tras la experiencia de las vanguardias históricas y, más recientemente, con la adopción del problemático marbete de “posmodernidad”. Relacionado con el concepto de “moderno” es el de “nuevo”.
  7. Categorías histórico-estilísticas. Otras propuestas periodológicas coordinan el eje estilístico con el cronológico: de ahí la sistematización de Wölfflin para las artes plásticas a finales del siglo XIX (Clásico vs. Barroco) (Conceptos fundamentales en la historia del arte, Espasa Calpe, 1961, 4ª ed.) y la conceptualización de las categorías histórico-estilísticas, o la idea de eón reactualizada por Eugenio D’Ors ya en el siglo XX (La ciencia de la cultura, Rialp, 1964). El eón es una categoría metafísica, es un modo de articulación de lo histórico y de lo abstracto. En cuanto constante histórica, el eón es una forma de expresión humana que existe a lo largo de la historia (interpretación trans-histórica). En estos términos se pueden entender los conceptos histórico-estilísticos de Barroco, Clásico, Manierismo o Romántico, por ejemplo.

La periodización literaria implica varios problemas o cuestiones:

  1. Cuestión del origen. La búsqueda del “origen” (del lenguaje, de la poesía, de una tipología textual o género) ha sido desde el comienzo de la historiografía literaria en cuanto disciplina moderna (siglo XVIII) una cuestión central del planteamiento periodológico. Valga como ejemplo paradigmático el título de la obra comparatista de Juan Andrés Origen, progresos y estado actual de toda la literatura (1782-99) u Orígenes de la poesía castellana de Luis José Velázquez (1797).
  2. Necesidad de elegir criterios literarios para fundamentar y definir los períodos literarios, y no meramente criterios políticos o de historia civil. Según este planteamiento, habría que ceñirse a la propia realidad histórica de la literatura, las doctrinas (poéticas), las experiencias y las obras literarias. Es el camino que lleva a la Historia de las ideas estéticas.
  3. El “progreso” en la historia literaria. La linealidad de la sucesión de períodos es sólo metodológica: la real sucesión de las etapas literarias procede por zonas difusas de imbricación e interpenetración, de acuerdo con un ritmo dialéctico del tiempo, por el que, en cada período, en la síntesis cultural y artística que le es propia pulsa la herencia del pasado y se prefiguran, con trazos más o menos pronunciados, las facciones del futuro. La discusión acerca de la linealidad o la ciclicidad de la historia literaria, así como sobre la posibilidad de un real “progreso” de las artes frente al efectivo progreso tecnológico y científico, ha sido objeto de muchos tratados y ensayos, sobre todo a partir del siglo XVIII.
  4. El “cambio de paradigma literario”. La cuestión del “cambio” y, por ende, la de la “continuidad” y “discontinuidad” de la evolución de la historia literaria, se traduce terminológicamente en una gama semántica bastante amplia (“revolución”, término muy difundido en el XVIII y usado por Arteaga y Denina entre otros, “corrupción o perversión del gusto”, “reforma”, etc.).
  5. La multidisciplinariedad de la descripción del período literario, la cual interesa los ámbitos de la estilística, la historiografía, la estética y la crítica, y el comparatismo. La definición de un período ha de tener en consideración, pues, varios factores como la definición e historia del término que designa un período; la relación de la actividad literaria con las demás actividades de la época y con las demás literaturas y artes; las causas del cambio literario; el análisis de la adaptación de la obra al canon de normas representativas del período; y el estudio de las formas o géneros literarios.

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