Inspiración

La concepción de la “inspiración” como categoría estética procede de la Antigüedad Clásica. Se registra, en primer lugar y con especial fuerza, en los diálogos de Platón.

Platón, al igual que con posterioridad harán Longino (De lo sublime) u Horacio (Ars Poetica), desarrolla la dualidad de “techne” e “ingenium”. Este “ingenium” puede tomarse en parte como correspondiente de la manía, locura, delirio, furor o inspiración platónicos. Parecer suponer, en cualquier caso, una relación con la divinidad.

Tanto en Ión, en el que se concibe la poesía como fruto de la inspiración divina, como en Fedro, donde Platón habla de una “elevación sublime”, Platón desarrolla este concepto, elevándolo a una de las grandes dimensiones estético-poéticas trascendentes.

En la Edad Media la inspiración no dejó de ser concebida como aliento divino, l igual que en el Renacimiento (Marsilio Ficino), mientras que la Ilustración trató, por lo general, de explicarla como fruto de una asociación libre pero racional de ideas (John Locke).

Durante el periodo romántico el concepto de “inspiración”, unido por lo general al de “genio”, gozó de una especial consideración, en un sentido similar en muchos de sus aspectos al que había predominado en la Antigüedad Clásica.


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