Gusto

En las principales lenguas europeas (ingl. taste, fr. Goût, ted. Geschmack, it. gusto), el término “gusto” presenta dos acepciones que guardan estrecha relación entre sí: una referida al sentido que percibe los sabores de los alimentos, y otra inherente a la facultad designada para la percepción de la belleza y la formulación del juicio sobre el arte. Más exactamente, el término “gusto” se ha difundido, en su acepción metafórica, del italiano y español al francés, inglés y finalmente alemán.

El juicio de “sentido” y no de “razón” es un concepto ya aceptado en la retórica clásica, sobre todo la latina (Cicerón y Quintiliano). Es en Isidoro de Sevilla donde encontramos perfilada con más precisión la relación semántica saber-sabor, un uso lingüístico muy frecuente durante toda la Edad Media (Etimologías, 627-630; ed. esp. moderna coord. por M. C. Díaz y Díaz, BAC, 1982). En la literatura y cultura provenzal, en cambio, se fortalece la analogía saber-deleite (o placer).

Uno de los autores principales en la consolidación del concepto moderno de gusto es, sin duda, Baltasar Gracián (1601-1658), el cual lo aplica no sólo al ámbito del arte y la belleza (estético), sino también al social y político. En la acepción graciana, “gusto” sería una capacidad de juicio no reconducible a reglas intelectuales, sino ligada a una facultad autónoma de orientación, que se configura como una habilidad o un “don” no ulteriormente explicable. La capacidad de elegir es una característica fundamental del discreto, del hombre capaz de comportarse, en las diversas circunstancias, siempre en el modo más apropiado. Según Gracián “todo el saber humano […] se reduce hoy al acierto de una sabia elección” (Discreto, 1646; ed. moderna: El Héroe. El Discreto, Espasa Calpe, 1958). Si antes se podía “inventar”, en la actualidad no se puede hacer otra cosa sino “repetir” y, por lo tanto, “elegir”. En esta operación el “gusto” es facultad decisiva, relacionada con el “genio”, el “ingenio” y el “juicio”: “señaló pródigamente la filosofía dos potencias al acordarse y al entender. Súfrasele a la política con más derecho introducir división entre el juicio y el ingenio, entre la sindéresis y la agudeza […]. Es el juicio trono de la prudencia, es el ingenio esfera de la agudeza: cuya eminencia y cuya medianía deba preferirse, es pleito ante el tribunal del gusto” (Héroe, 1637; ed. mod. cit.).

La discusión sobre el gusto experimenta un gran desarrollo a finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII, sobre todo en ámbito hispano-italiano (cf. Ludovico Antonio Muratori, Riflessioni sopra il buon gusto intorno le scienze e le arti, 1708, traducido luego al español por Juan Sempere y Guarinos).

También en Francia se publican muchos ensayos y trataditos sobre el tema. Quizás el más conocido e influyente (por ser parcialmente vertido en la entrada homónima de la Enciclopedia de Diderot e D’Alambert) es el Ensayo sobre el gusto de Montesquieu (1757 en la Encyclopédie, pero redactado unos treinta años antes, en 1728-29). Para el filósofo francés, gusto es el resultado de un encuentro y un equilibrio entre los diferentes “placeres del alma”, como son lo bello, lo bueno, lo simple, lo delicado, lo gracioso, el “no sé qué”, etc. El gusto es “la capacidad de descubrir, con elegancia y viveza, la medida del placer que cada cosa debe procurar a los hombres” (Ensayo sobre el gusto, ed. de P. Aullón de Haro, Casimiro, 2014). Plantea pues una distinción entre un “gusto natural” y otro “adquirido”. El gusto es el resultado de una capacidad “natural” del hombre perfeccionable a través del arte, y es, en definitiva, el sentido juzgante de un encuentro armónico entre elementos diferentes.

En ámbito anglosajón, la discusión sobre el gusto entronca directamente con los postulados de la filosofía empirista: David Hume, Francis Hutcheson, Edmund Burke escribieron sobre las características y funciones del taste. Burke, añadiría una “Introducción al gusto” en la segunda edición de su Investigación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo Sublime y lo Bello (1759), en la que reflexiona acerca de la naturalidad y universalidad del gusto, universalidad que permitiría la definición de una norma y, por ende, un canon. La variedad del gusto se justifica a partir de los usos y costumbres, la educación y los “conocimientos” de cada individuo. Sensibilidad (término clave en el empirismo inglés) y juicio son las “cualidades que constituyen lo que comúnmente se llama gusto” (Indagación filosófica…, ed. de M. Gras Balaguer, Tecnos, 1987).

Immanuel Kant (1724-1804) sostiene en su tercera crítica (Crítica del juicio, 1790; ed. esp. de M. García Morente, Espasa-Calpe, 1995, 6ª ed.) que el sentido común es el modo de la aprensión judicativa universal y el gusto consiste precisamente en la conformación de lo particular al sentido común. El concepto de gusto es concebido como un modo específico de conocimiento y es definido como aquella facultad subjetiva de juzgar lo que hace universalmente comunicable, sin mediaciones conceptuales, nuestro sentimiento con respecto a una determinada representación.

A partir de la época romántica entra en crisis la sociabilidad del gusto, debido sobre todo a la fuerza subversiva y anti-convencional atribuida a la idea de “genio”. Según Hegel (1770-1831) “la profundidad de la cosa permanece inaccesible al gusto, puesto que dicha profundidad exige no sólo el sentido y las reflexiones abstractas, sino la plena razón y el sólido espíritu, mientras que el gusto se interesaba sólo de la superficie exterior, en torno a la cual los sentimientos podían jugar y los principios unilaterales hacerse valer […]. [El gusto] siente avanzar el genio y, retrocediendo frente a su potencia, deja de sentirse seguro y no sabe ya ser dueño de sí” (Lecciones de Estética, ed. de A. Llanos, Siglo Veinte, 1984).

El cambio de paradigma artístico perjudica pues el tratamiento tradicional de la idea de “gusto”. Ésta, a partir sobre todo del positivismo decimonónico, se disolverá luego en la variedad del arte, de las críticas y de las sociologías (son muchos los estudios sociológicos del gusto, sobre todo en el siglo XX: L. Ferry, G. Della Volpe, L. Schuking, P. Bordieu, J. Mukarovsky, entre otros autores, se han ocupado de estas cuestiones).

La cuestión del gusto ha vuelto a ser actual en la época contemporánea, en particular a partir de la interpretación de la experiencia estética post-vanguardista, un nuevo paradigma que implicó el cuestionamiento de muchas de las categorías estéticas tradicionales.


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