Círculo hermenéutico

La expresión ‘círculo hermenéutico’ hace referencia a un modelo de explicación de la comprensión humana nacido en el seno de la hermenéutica romántica. Schleiermacher habló de círculo (Kreis, Zirkel) para explicar que en el proceso de comprensión la parte remite al todo al que pertenece, y del mismo modo el todo remite a cada una de sus partes. Si aplicamos este argumento a la lectura y la comprensión de una obra literaria, o de cualquier otra manifestación simbólica humana, puede colegirse que las partes de la obra adquieren sentido cuando se refieren al todo del que forman parte.

El concepto hermenéutico de “comprensión” (Verstehen) alcanza como centro teórico de Schleiermacher a Dilthey y Spitzer, pero en otra vertiente menos relevante para las Ciencias humanas conduce de Heidegger a Gadamer. La teoría del “círculo hermenéutico” que procede del problema escolástico del círculo “vitiosus”, reinterpretado por Heidegger (El ser y el tiempo, vers. José Gaos, México, FCE, 2ª ed. 1971, cap. V), es a través de Schleiermacher como penetra firmemente en la crítica literaria, sobre todo mediante  el “círculo filológico” de Leo Spitzer, quien en su célebre Introducción autobiográfica anota y asume el doble método comparatista y adivinatorio de Schleiermacher y aduce que su “método de vaivén de algunos detalles externos al centro interno y, a la inversa, del centro a otras series de detalles” es su interpretación del círculo de Schleiermacher (L. Spitzer, Lingüística e Historia literaria, Madrid, Gredos, 1961, pp. 34-35).

Además, aplicado a la literatura, el modelo del círculo hermenéutico implica una linealidad progresiva en la comprensión de los textos. El proceso de lectura suele comenzar con la decodificación de las primeras partes que componen dicho texto, que normalmente son de naturaleza paratextual (títulos, subtítulos, señas sobre el autor y resto de información disponible en su cubierta o contracubierta, como la colección y la editorial), las cuales provocan en el lector una preconcepción acerca del conjunto al que pertenecen. Esta preconcepción del conjunto total afecta al lector en el proceso de leer nuevas partes de la obra, aunque va cambiando al mismo tiempo que conoce más partes y genera nuevas preconcepciones; en resumen, la preconcepción del todo va cambiando progresivamente a medida que se suceden los actos de lectura. En el ámbito de la interpretación literaria también se ha planteado el círculo hermenéutico como la relación entre un lector y un texto o, como E.D. Hirsch quiso entender, como la relación entre un lector y un autor, mediada por el texto creado por este último (cf. P.H. Fry, Theory of Literature, New Haven, Yale University Press).

La metáfora que califica la comprensión como ‘circular’ tiene sentido en tanto que el proceso de remisión entre las sucesivas partes y el todo imaginado es continuo. Este modelo de comprensión circular es extrapolable a terrenos ajenos a lo propiamente literario, y de hecho observable en las conversaciones entre varias personas (las partes que los interlocutores van añadiendo a la conversación siempre han de mantener una coherencia estructural con el todo o conversación, y a medida que ésta avanza los interlocutores autocorrigen y actualizan sus preconcepciones acerca de la misma) o en el proceso de comprensión de otras culturas y en los de ‘diálogo intercultural’, pues las preconcepciones acerca de una cultura van cambiando conforme se conocen sus distintas manifestaciones, ya sean simbólicas (su lenguaje, su arte) o no (su gastronomía, sus instituciones, sus peculiaridades geográficas).

Existe un interesante debate en la tradición hermenéutica del siglo XX sobre la (im)posibilidad de abandonar las preconcepciones formantes del círculo hermenéutico y ser objetivo a la hora de emprender la comprensión de cualquier obra o cultura. Gadamer (Verdad y método, Salamanca, Sígueme), que pretende romper la tradición de Dilthey y las ciencias humanas (tanto Ética como Estética), cree también imposible realizar un proceso de comprensión ‘objetivo’ que se halle completamente desprendido de las preconcepciones del sujeto intérprete. Por esta razón, será vano el intento de adentrarse en la mentalidad o intención de otra persona (el autor o el artista) abandonando la subjetividad propia. Estas ideas entran en comunión con lo que Heidegger había concluido acerca del círculo hermenéutico (El ser y el tiempo, México, FCE), de que toda comprensión ya existe como precomprensión. Se podría decir que el mero hecho de percibir un objeto, según él, es una operación mental que no puede ser desvinculada de los procesos interpretativos, emprendidos automáticamente por el sujeto observador.


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