” […] Es de mediana estatura, de aspecto grave, tiene amplia frente, ojos azules que revelan una fuerte vida interna; la nariz aguileña, algo torcida; la quijada inferior, larga y ancha, de manera que los dientes de arriba no coinciden con los de abajo, y además no se le entienden los finales de palabras. Son pocos los dientes del frente, y los tiene podridos. La encarnadura es bella y la barba corta, rizada y blanca. Su físico es muy proporcionado. Su naturaleza es flemática y fundamentalmente melancólica. […] En sus palabras y en sus obras, el Emperador siempre ha mostrado una gran devoción por la fe católica. Cada día de su vida ha oído una y a menudo dos misas, ahora tres , una de ellas por el alma de la emperatriz y otra por la reina madre. […] A juzgar por el porte y la naturaleza del Emperador, algunos creerán que es tímido; pero si se observan sus acciones, verán como está dotado de una valentía y nunca se le ha visto mudar el rostro. […]”
Federico Badoero, embajador de Venecia