La fe inquebrantable de un monarca

Sus convicciones religiosas eran inquebrantables

Ricardo García Villosla

 

El sueño de Felipe II. El Greco, 1579

Felipe II fue efectivamente un hombre profundamente religioso y hizo de la fe católica uno de los principios rectores de su política europea. Impregnado de una devoción aún más fuerte que sus antepasados,  se dice que  en su corazón no había lugar para la duda y esto le llevó a perseguir con mano firme las disidencias religiosas ( en particular el protestantismo que en la época iba creciendo de manera amenazadora en toda Europa) . Así, su interés por la problemática religiosa fue evidente y para luchar contra la amenaza del infiel, fortaleció, entre otras instituciones patrias, el terrible Santo Oficio.

Es importante notar que la religiosidad de Carlos V influyó mucho en su hijo Felipe II.     En 1539, el emperador le decía: “Encargamos a nuestro hijo que viva en amor y temor de Dios y en observancia de nuestra santa y antigua religión, unión y obediencia a la Iglesia romana y a la Sede Apostólica y sus mandamientos” y, en las instrucciones de 1543, le recomendaba: “tened a Dios delante de vuestros ojos y ofrecedle vuestros trabajos y cuidados, sed devoto y temeroso de ofender a Dios y amable sobre todas las cosas, sed favorecedor y sustentad la fe, favoreced la Santa Inquisición”. Unos mandatos que, en 1556, reiteraría en su testamento: “Le ordeno y mando como muy católico príncipe y temeroso de los mandamientos de Dios, tenga muy gran cuidado de las cosas de su honra y servicio; especialmente le encargo que favorezca y haga favorecer al Santo Oficio contra la herética pravedad por las muchas y grandes ofensas de Nuestro “Señor que por ella se quitan y castigan“.  (www.vallenajerilla.com)

Su concepción del poder providencialista ( simpre ” obtener y retener el favor de Dios ” ) resulta pues de esta educación católica firme . Así, Felipe II sentía una fe tan sincera que participaba a todos los actos de culto, oía misa a diario , comulgaba con alguna frecuencia, era muy devoto de la eucaristía, hacía retiros espirituales en Cuaresma y en momentos de agotamiento nervioso, trataba con su confesor los asuntos de conciencia, privados y aun públicos…

Esta rectitud moral y devoción completa por Dios fue evidentemente utilizada para alimentar la Leyenda Negra que no difundía la imagen de un monarca piadoso, justo y clemente  sino la de un  personaje inhumano, fanático y opresor de pueblos.