En el mina se instauraron relaciones cordiales con las tribus costeras de los fantis que traían el oro recogido en el interior del país por sus parientes los achantis. A cambio recibían sal, tejidos, herramientas y pacotilla. Al principio las cosas estuvieron a punto de ir mal. Cuando Diego d´Azambuja se instaló en el Mina, fue recibido ceremoniosamente por el soberano local, el Caramansa. Pero cuando los obreros portugueses encargados de construir la fortaleza quisieron, para realizar su obra, hacer adoquines de las rocas sagradas de los indígenas, éstos se enfadaron y los obreros se vieron obligados a buscar refugio en los barcos. Largas conversaciones y fuertes indemnizaciones fueron necesarias para arreglar este asunto. Se instituyó un comercio regular, que rápidamente se fundamentó sobre la trata de esclavos. Más lejos, los contactos con reino del Benin son episódicos y sin provenir. Un soberano del Benin, que había oído hablar de los blancos pero que no los había visto todavía, se dirige a rey Portugal João II para rogarle que le envíe sacerdotes. Pretendía asegurarse así un poderoso aliado y ganar para su causa a un nuevo Díos. El rey de Portugal envió algunos hombres a Benin; pero el lugar es malsano, muchos murieron y no fueron reemplazados.