En su afán de simular una cultura inexistente, se dedicaba a acumular en un viejo bloc de notas palabras extrañas que por otro lado tampoco usaba adecuadamente, sus diálogos carecían de sentido y de significado, pero era eso lo que lo hacia una persona tan divertida e interesante.
Podía pasar horas escuchándole crear jeroglíficos literarios, de vez en cuando entraba en trance y comenzaba con el una conversación como he dicho sin sentido ni significado, era realmente divertido, tanto como ver las caras de los extraños que intentaban averiguar de que estábamos hablando.
Había palabras por las que sentía una especial atracción, palabras a las que le había tocado una definición sin importancia, palabras sin historia, sin carisma, pero con un sonido, que las hacían diferente.
Siempre hablaba del futuro Pluscuamperfecto, un futuro con clase decía, un futuro en condiciones, que bien sonaba, una vez pronunciado, el Futuro simple, parecía un futuro sin clase, demasiado simple.
Igual que la metáfora, la metáfora no sonaba mal, tenía una buena definición pero nunca sonaría tambien como: “Prosopopeya”, prosopopeya si que era una palabra con carisma.
Hablar con el abría tu mente, su imaginación era desbordante y su uso del vocabulario no tenía igual, era distinto original y sorprendente.