En la catedral de Albacete, capital de la provincia homónima, encontramos vestigios artísticos de prácticamente todos los siglos desde que en el 1515 se iniciara su construcción.
Sin embargo, Diego de Siloé, en 1538, decidió que la obra anterior no debía continuarse, pues corría un grave riesgo de derrumbe por lo atrevido de la construcción (una iglesia gótica de planta de salón) y por la mala calidad de la piedra empleada. Así, él mismo concibió, junto con Jerónimo Quijano, las columnas que hoy en día sostienen las bóvedas, muy posteriores a la idea de Siloé.
En este caso, Diego de Siloé no recurre a la construcción de su típico pilar compuesto (el “pilar siloesco“) sino que se limita a proyectar unas sencillas columnas jónicas, que artísticamente diseñaría Quijano. De grandes proporciones, estas columnas sorprenden por su correctísima proporcionalidad y ejecución, a la vez que llama la atención el ecléctico contexto en que se desenvuelven, eso sí, sin estridencias.
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