La ciudad de Jaén posee como templo catedralicio la mejor y más acertada experiencia de su arquitecto, el famoso Andrés de Vandelvira. A él se debe la disposición en planta de salón del templo y sus enormes proporciones, que junto al proyecto de Siloé para la catedral de Granada, supusieron dos puntos de referencia para la construcción de grandes templos tanto en Andalucía como en América.
Vandelvira demuestra en este templo el dominio de la tectónica clásica, su capacidad de crear espacios diáfanos y luminosos, y una enorme habilidad en la resolución y construcción de
los alzados. En la Sacristía Mayor del templo, la pieza más conseguida del conjunto catedralicio, observamos cómo la articulación de los elementos constructivos, netamente clásicos, y la ausencia absoluta de decoración y el novedoso tratamiento de los muros y hornacinas transforman un espacio discreto en un maravilloso ejemplo de arquitectura manierista. Vandelvira demuestra su originalidad en la superposición de dispositivos arquitectónicos que generan un espacio elevado y novedoso, ejemplo de la capacidad creativa del autor.
Pero lo que más llama la atención del conjunto son las soluciones creativas para cubrir los espacios, con bóvedas vaídas, que resultan, sin duda, de una belleza sin parangón.
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