Calvino se consideraba a sí mismo más bien como erudito, y anhelaba dedicarse al estudio y la escritura. Pero jamás pensó que su visión ministerial sería transformada a tal punto, de llegar a ser el personaje dominante de la ciudad de Ginebra, y uno de los principales héroes de la Reforma.
Mientras los pueblos y países vecinos se encontraban envueltos en guerras y revoluciones, la ciudad de Ginebra avanzaba firmemente a su posición de ciudad de la Reforma en el mundo. Gracias al frágil hombre, quien sufría de frecuentes enfermedades, Ginebra era el cuartel general de la fe protestante para todo el mundo de su época.
Las leyes eran estrictas en la ciudad de la Reforma, la cual pasó de la maldad extrema a la más evidente piedad. Había leyes, tanto para proteger al pueblo como para castigarlo. La influencia de Calvino logró que se promulgaran leyes de sanidad y seguridad pública, algunas de las cuales fueron las primeras en Europa.
No se permitía arrojar basura ni desperdicios en las calles. Los balcones tenían que tener barandas para evitar que se cayera algún niño. No se podían alquilar habitaciones sin permiso de las autoridades. Se exigía a los comerciantes hacer negocios honestos y no cobrar un precio excesivo por sus productos. En Ginebra no podía alistarse a nadie para servir por dinero a otro rey o país. Cuando era época de elecciones, el predicador de la catedral de San Pedro, predicaba excelentes sermones acerca del deber de los ciudadanos en la elección de hombres santos, y del deber de las autoridades electas de gobernar según la ley de Dios y para él.
Todo esto se logró gracias a la obra reformadora de Calvino, quien quería hacer de la ciudad de Ginebra el modelo de una perfecta comunidad cristiana. Calvino coronó su obra en Ginebra con la fundación de la “Academia ginebrina,” o como llegó a conocerse, la Universidad de Ginebra, de la cual abundaremos un poco más en la próxima sección. Pero su influencia se extendía más allá de Ginebra. Con el Salterio de Ginebra, publicado en 1562, se dio al mundo cristiano un nuevo tesoro.
Por último, bajo la dirección de Calvino, la iglesia de Ginebra conoció la paz y el progreso. El número de pastores alcanzó los dieciocho, y el consistorio tuvo verdadero poder sobre todos los asuntos de la iglesia, incluso el de la excomunión.