Cumplida su estancia en Roma, el joven Cisneros regresó a España provisto de una bula de “expectativa” por Paulo II con la que poder ocupar la primera vacante en el arzobispado de Toledo. Muerto en 1473 el arcipreste de Uceda, Cisneros tomó posesión de tan alta dignidad. Pero la decisión no sentó nada bien al arzobispo Carrillo, pues la prebenda de Uceda se la había prometido a un familiar suyo. El arzobispo obligó a renunciar a Cisneros, quien se negó en ciernes. Sin embargo, la negativa le costó bien cara. El arrogante arzobispo mandó que lo encerraran en la torre de Uceda.
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