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EL SUCESOR DEL EMPERADOR, FELIPE II

Para finalizar con la aventura que ha supuesto la realización de este blog, lo concluiremos con una breve biografía del sucesor del protagonista del mismo: Felipe II.

Del matrimonio de Carlos V e Isabel de Portugal nació en Valladolid en 1527 el príncipe Felipe, que años más tarde sería el rey Felipe II. Desde muy joven fue preparado para desempeñar su cargo de rey. Durante el reinado de su padre había asumido en varias ocasiones las funciones de gobierno por ausencia del emperador, bajo la tutela de un Consejo de Regencia.

En 1554 Carlos I abdicó en Felipe Nápoles y Milán, al tiempo que la boda con María Tudor le convertía en rey consorte de Inglaterra; las abdicaciones del emperador se completaron con la entrega a Felipe de los Países Bajos, Sicilia (1555), Castilla y Aragón (1556). Austria y el Imperio fueron entregados al tío de Felipe, Fernando, quedando separadas las ramas alemana y española de la Casa de Habsburgo.

Tras la abdicación de Carlos I en 1556, Felipe heredó un gran reino al que se le unió Portugal y su imperio afroasiático en 1580. Con Felipe II (1556-1598) la hegemonía española llega a su apogeo.

Felipe II modernizó y reforzó la administración de la Monarquía Hispana, apartándola de las tradiciones medievales y de las aspiraciones de dominio universal que había representado la Monarquía Católica de su padre. Los órganos de justicia y de gobierno sufrieron notables reformas, al tiempo que establecía la corte en Madrid. Desarrolló una burocracia centralizada, sobre la cual ejercía una supervisión directa y personal de los asuntos.

Felipe II derrotó a los franceses en la batalla de San Quintín (1559) y a los turcos en la de Lepanto (1571), pero tuvo que afrontar la sublevación de las provincias protestantes de los Países Bajos (la actual Holanda). Las provincias del sur (la actual Bélgica) se mantuvieron unidas a España por medio de una costosa ocupación militar.

Tras la muerte de su esposa María Tudor, las relaciones se hicieron cada vez más hostiles con Inglaterra, que apoyaba a los rebeldes protestantes en los Países Bajos. La Inglaterra protestante fue siempre una fiel aliada de los holandeses. Por eso, Felipe II planeó su invasión, organizando la llamada “Armada Invencible”, que pese a su potencial bélico, fue derrotada en 1588.

En España, Felipe II tuvo que hacer frente a la sublevación de los moriscos en Granada. Después de dos años de lucha cruenta, la revuelta fue reprimida duramente y la población morisca fue expulsada.

Su carácter era muy diferente al de su padre, era serio, taciturno y austero. Contrajo matrimonio en cuatro ocasiones. Sus sucesivos matrimonios fueron parte importante de su política exterior. Se casó con María de Portugal en 1543 y, tras su muerte, con María Tudor, reina de Inglaterra, en 1554. La pronta muerte de la reina, llevó a que Felipe se casara con la francesa Isabel de Valois en 1559. Al quedarse nuevamente viudo y sin herederos varones, se casó por cuarta vez, en 1570, con su sobrina Ana de Austria, madre del sucesor al trono español, Felipe III.

BIBLIOGRAFÍA:

  • BÉRENGER, Jean. El imperio de los Habsburgo, Crítica, Barcelona, 1993.
  • ESCUDERO, José Antonio. Felipe II. El Rey en el despacho, Editorial Complutense, Madrid, 2002.
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LA CONQUISTA DEL IMPERIO INCA

También fue durante el reinado de Carlos de Habsburgo cuando se sometió a otro poderoso imperio americano, el Inca. Esta conquista la llevó a cabo Francisco Pizarro, un hombre perteneciente a la baja nobleza extremeña. 

En 1524, Pizarro se asocia con Diego de Almagro y Hernando de Luque, para dirigirse hacia el litoral de América del sur, para conquistar el “Pirú”, del que tenían vagas noticias. Existen noticias de un cuarto asociado, el licenciado Espinosa, que no quiso figurar oficialmente y que habría sido el financiador principal de las expediciones hacia el Perú. Entre 1524 y 1528, Pizarro y sus socios hicieron dos intentos de conquista (1524-1525 y 1526-1528). En ambas fracasaron, pero las noticias y la captura de algunos indígenas y algunas piezas de oro les hicieron intentar la conquista una tercera vez. 

Después de las dos primeras expediciones, y ante la negativa del gobernador panameño Pedro de los Ríos de continuar apoyando más expediciones hacia el sur, Pizarro se dirigió a España en 1529 a pedirle al rey Carlos I los títulos y el apoyo necesario para la conquista. El rey dispone la redacción de un convenio y se firma la Capitulación de Toledo el 17 de Agosto de 1529. Pizarro obtiene ayuda y muchos beneficios, principalmente para él, cosa que en el futuro le traerá serias complicaciones con uno de sus socios, Almagro. Específicamente, la capitulación le nombra a él únicamente gobernador, capitán general y adelantado de las nuevas tierras conquistadas. Se da tiempo para ir a Trujillo y convence a sus hermanos y allegados para que lo acompañen en la empresa. Sus invitados más valiosos son Francisco de Orellana, futuro descubridor del Amazonas, y Hernando, su hermano.

Cuando en 1531 Pizarro y sus conquistadores llega a Perú, el Imperio Inca se estaba desmoronando. Se había formado solo cien años antes, cuando los incas se desplegaron desde su capital en Cuzco para aplastar a los muchos pueblos indígenas de la región, pero en esos momentos se estaba produciendo una guerra civil en el Imperio que enfrentaba a Atahualpa y a su hermano, Huáscar, ambos hijos de Huayna Cápac. Pero Pizarro y sus hombres ignoraban lo que les aguardaba realmente en esta tierra, los incas observaban cada uno de sus movimientos.

En 1532, muchos de los habitantes del imperio estaban hartos de la dominación inca y estaban dispuestos a aliarse con los españoles para deshacerse del dominio inca. Para los españoles recién llegados fue un autentico golpe de suerte, aun con sus enormes avances tecnológicos no eran desde luego un ejército formidable.

Pero Atahualpa decidió no enfrentarse con los españoles, pues no considero a estos hombres como una gran amenaza. El podía reunir un gran ejército en cuestión de días. Durante el viaje el calor y el hambre hicieron mella entre los españoles. Para estos hombres no había vuelta atrás. Se habían marchado de España para escapar de la pobreza, estaban preparados para arriesgar sus vidas ante la posibilidad de hallar una fortuna.

Pizarro se impacientaba cada vez más, el rey de España le había dado el derecho de conquistar esa tierra, pero los rivales de Pizarro en la corte española querían que el rey revocara esa cesión al primer inicio de fracaso. Pizarro necesitaba dar un golpe rápido y decisivo para asegurar su derecho.

Los españoles comprendieron que conquistar a los incas no sería fácil ya que se trataba de un pueblo avanzado que poseía sistemas de agricultura completamente desarrollados, una rica cultura y un ejército poderoso. Finalmente tras haber recorrido 400 km los españoles se aproximaron a la fortaleza de Cajamarca. Su llegada no constituyo ninguna sorpresa para el rey, los mensajeros lo habían mantenido informado sobre el avance de los españoles.

Mientras las tropas de Pizarro aguardaban inquietos en Cajamarca, Atahualpa descansaba en unos manantiales de aguas termales cercanos. Tenía la certeza que este pequeño grupo de extraños no constituía amenaza para él. Sin embargo, Pizarro estaba ansioso por conocer a Atahualpa y envió emisarios. Atahualpa y su corte recibieron a los españoles. Los incas nunca antes habían visto caballos, por eso los españoles permanecieron sobre sus monturas para inspirar asombro y miedo. Ellos asustaron a sus caballos para que se encabritaran y dieran coces esperando asustar a los incas, pero Atahualpa no se inmuto.

En lugar de eso bebió a la salud de los españoles, del cráneo de un prisionero ejecutado, ofreció algo de beber en copas de oro a los españoles, entonces Atahualpa declaró que iría a Cajamarca al día siguiente. Pizarro sabía que su pequeño grupo tenía pocas posibilidades en una batalla contra esta enorme fuerza y que su única oportunidad era un ataque sorpresa.

Con las primeras luces Pizarro ordenó a sus hombres prepararse para la batalla, aunque la muerte parecía más probable que la victoria. Permanecieron ocultos rodeando la plaza, transcurriendo horas sin señales de Atahualpa. De repente aparecieron guerreros incas y los españoles se inquietaron pero solo podían esperar. Más tarde, en medio de un espectáculo extraordinario entro la elite incaica. Los nobles incas más importantes rodeaban a Atahualpa, quien iba en un suntuoso trono de oro. Los conquistadores quedaron atónitos ante esta exhibición de poder y riqueza.

El clérigo de Pizarro se aproximo al rey con un crucifijo y la Biblia. Exigió a Atahualpa que renunciara a sus creencias paganas y que se sometiera a la corona española. El sacerdote le entrego la Biblia, pero los libros y la escritura carecían de significado para los incas. Atahualpa inspecciono la Biblia pero no encontró valor en ella y la arrojó al suelo, para los españoles eso fue blasfemia.

Pizarro ordenó a sus hombres que atacaran a los incas. El enorme ejercito inca quedo paralizado ante este feroz ataque. El rey sol fue derribado y arrestado al instante, pues sabía que conservando a Atahualpa con vida tenia a todo su imperio detenido.  El rey inca fue encerrado en un calabozo y se le mantuvo bajo estricta vigilancia, pero Pizarro le proporciono cierta libertad, conservaba a sus tres esposas principales y continuó conduciendo los asuntos de estado.

Durante un breve periodo la paz pareció posible, los españoles cansados de batallas dejaron de lado los combates e hicieron planes para establecerse. Pero a los españoles todavía les faltaba algo. A pesar de sus victorias los conquistadores habían visto muy poco de lo que habían venido a buscar, el oro. Los incas intentaron ocultar todo lo que pudieron a los españoles. Un secreto, la ciudad de Machu Picchu se mantuvo oculta a los extraños durante 400 años.

Con la certeza que los incas estaban escondiendo grandes tesoros, los españoles se volvieron más suspicaces. Pizarro y sus hombres marcharon a través del imperio en busca del oro. Cuanto más oro buscaban más desesperados y salvajes se volvían. La tortura se convirtió en un método común para los conquistadores. La codicia de oro y el deseo de convertir a los indígenas al cristianismo alcanzo un punto máximo de tortura y de brutalidad. Gradualmente los nativos se convirtieron y aceptaron la religión de los españoles pero la interpretaron a su manera.

En 1532, la búsqueda de tesoros de los españoles se concentro en el jefe incaico Atahualpa. Los hombres de Pizarro empezaron a sentirse engañados y empezaron a desconfiar de la amistad que los dos líderes parecían compartir. El conquistador presiono a Atahualpa buscando respuestas sobre el oro inca. El soberano intento apaciguar a su captor pues sabía que si revelaba todo ya no sería útil para los españoles.

Los españoles concentraron su creciente frustración en Atahualpa. Pizarro lo acusó de mantener oculto el tesoro y lo amenazó con ejecutarlo. El rey inca se había quedado sin opciones. Atahualpa ofreció a Pizarro una alternativa, llenaría una habitación entera con oro a cambio de su vida. Pizarro acepto rápidamente. Atahualpa convoco a sus súbditos, llegando de todas partes del reino trayendo oro para pagar su vida. Tras el pago de un fabuloso rescate en oro y plata, Pizarro, reforzado por la llegada de Almagro con un centenar de arcabuceros, no sólo no cumple su promesa de liberar a Atahualpa, sino que inventa cargos en su contra y Atahualpa es ejecutado el 26 de julio de 1533.

A continuación se alió con la nobleza de Cuzco, partidaria de Huáscar, lo cual le permitió completar sin apenas resistencia la conquista de Perú. Tras nombrar rey a un hermano de Atahualpa, Túpac Hualpa, marcha hacia Cuzco, capital del Imperio Inca, ocupándola en Noviembre de 1522. El 18 de Enero de 1535, fundó en la costa la Ciudad de los Reyes, pronto conocida como Lima, con lo que se inició la colonización de los territorios conquistados.

Grandes cantidades de oro y plata fueron transportadas hacia España, el rey Carlos I necesitaba pagar enormes deudas, causadas en gran parte por las guerras. Parte del tesoro nunca llego a España, ya que estos barcos cargados pesadamente eran presas fáciles de los piratas. Además, docenas de barcos se hundieron durante tormentas, junto a sus tripulaciones muchos tesoros incas desaparecieron en el océano. La conquista del Perú por los españoles fue un ejemplo consumado de la ineficacia de las armas de la edad de piedra, las únicas que conocían los indígenas, contra el armamento de la edad del hierro de los invasores.

BIBLIOGRAFIA:

  • Historia del Tahuantinsuyu, María Rostworowski.
  • El Perú en los tiempos modernos, Julio R. Villanueva Sotomayor, Empresa Periodística Nacional S.A.C., Lima, Perú.
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LA CONQUISTA DEL IMPERIO AZTECA

 Una vez finalizada la fase de descubrimiento, en el siglo XVI los españoles procedieron a la exploración y conquista de las tierras del nuevo continente americano. La mayor parte de esta tuvo lugar durante el reinado de Carlos I, y fue obra de hidalgos de la baja nobleza y de gente humilde que esperaba mejorar su fortuna. Fue durante el reinado de Carlos I cuando se logró la conquista del estado mexica o azteca, y fue lograda por Hernán Cortés.En España ya se tenían noticias de que en estos territorios había pueblos muy ricos en oro y otros metales preciosos.
 
Desde la isla Fernandina (Cuba), se proyectaron diversas expediciones promovidas por Diego Velázquez de Cuéllar. La primera de ellas comenzó a principios de 1517. Al año siguiente el gobernador organizó una segunda expedición, en la que se fundó San Juan de Ulúa. Durante esta expedición los españoles tuvieron contacto con embajadores aztecas y se realizaron intercambios de regalos. Grijalva pudo de esta forma percatarse que los mexicas, dominaban la región y que eran temidos y odiados por los pueblos sometidos.Velázquez organizó una tercera expedición a la que asigno como líder al alcalde de Santiago, Hernán Cortés. A última hora el gobernador decidió destituir a Cortés, pero este decidió marcharse de Santiago evadiendo las órdenes. Los barcos zarparon de Santiago a finales de 1518. Pararon en el puerto de la Trinidad, durante casi tres meses, reclutando soldados y abasteciéndose. El gobernador de Cuba realizó un segundo intento por detenerlo. Como último intento, el gobernador mandó arrestar a Cortés en La Habana, no obstante los barcos de Cortés abandonaron las costas de Cuba a principios de 1519.

Para los mexicas cuando comenzaron a llegar noticias de las embarcaciones españolas inmediatamente se relacionó este hecho con el regreso del dios Quetzalcóatl. Dado que los primeros encuentros con los españoles terminaban en intercambios comerciales, en muchos pueblos corrió la idea de que la manera de deshacerse de ellos, sin pelear, era entregarles oro o mujeres y aceptar lo que trajeran. De esta manera, los europeos se marcharían, pero el efecto fue el contrario al esperado por los aborígenes, pues los europeos creían que había tesoros inagotables en la zona, despertando su ambición.Cortés se dirigió a la isla de Cozumel donde se encontraron con los mayas de la isla. Los españoles siguieron hasta Potonchán donde se inició la batalla de Centla. Los españoles lograron la victoria gracias a la superioridad de armas y en especial al temor que los nativos tenían a los caballos. Cortés fundó Santa María de la Victoria y decidió entonces continuar su camino hacia Ulúa dejando a unos pocos españoles en la recién fundada villa, para pacificar y poblar la región.Los españoles continuaron hacia el norte y llegaron a San Juan de Ulúa.
 
Allí Cortés, mostró su poderío militar e impresionó a los embajadores aztecas. De inmediato salieron mensajeros hacia Tenochtitlán. Moctezuma quedó impresionado y pensó que podría tratarse Huitzilopochtli. Asustado, envió mensajes con evasivas. Les sugirió marcharse lo antes posible y envió de nuevo ricos presentes. Esto sólo excitó la codicia de los soldados, pues los españoles se dieron cuenta de la riqueza del imperio azteca y que los pueblos sometidos resentían la dominación mexica, por lo que decidió avanzar hacia el interior, pero antes se creó la Villa Rica de la Vera Cruz. Cortés se dirigió hacia Quiahuiztlán y Cempoala, pueblos totonacas que eran tributarios de los mexicas. Cortés prometió ayudar a liberarlos de los mexicas, a cambio de una alianza militar. Un grupo de mexicas atacó a los pueblos totonacas que dejaron de pagar tributo. Cortés los ayudó y pudo vencerlos rápidamente, lo que convenció a los totonacas de la efectividad de los españoles y no dudaron en aliarse. Treinta pueblos totonacas se unieron para sellar la alianza y marchar a la conquista de Tenochtitlán.
 
Los totonacas aconsejaron a Cortés formar una alianza con los tlaxcaltecas. Cortés, convencido de la fidelidad de los totonacas lo hizo. Cortés llegó al territorio de Tlaxcala al mando del ejército. Tlaxcala era una confederación de ciudades-estados unidas en una república gobernada por un senado. Los tlaxcaltecas, habían resistido a la expansión de los aztecas, pero estaban al límite de su resistencia. Un grupo tlaxcaltecas emboscó a los españoles, pero los caballos, las armas y las tácticas militares españolas se impusieron a los tlaxcaltecas. Tras evaluar la nueva situación, y considerando las repetidas derrotas, el senado de Tlaxcala ordenó detener la guerra y negociar la paz.Antes de dirigirse hacia Tenochtitlán, Cortés llegó a Cholula, ciudad tributaria y aliada de los mexicas. Al principio el trato para los recién llegados fue hospitalario, pero recibieron de forma secreta instrucciones de Moctezuma para atacar a los españoles, pero Cortés fue alertado. A la mañana siguiente, los españoles realizaron un ataque preventivo, provocando la llamada matanza de Cholula. Tras la victoria de los españoles, los cholultecas fueron sometidos y terminaron aliándose con Cortés.

Moctezuma realizó muchos intentos para disuadir a Cortés de avanzar hacia Tenochtitlán con el envió de regalos y embajadores, pero todo fue inútil. El ejército español y sus aliados entraron a finales de 1519 a la ciudad de Tenochtitlán. Los españoles fueron alojados en el palacio de Axayácatl. Moctezuma era un guerrero experimentado, pero como hombre supersticioso, continuaba con la idea de que posiblemente los visitantes eran semidioses, pero tras un ataque aztecas en la costa, algunos españoles de la Villa Rica de la Vera Cruz murieron. Desde la costa los mexicas enviaron a Moctezuma, junto con la noticia de la batalla, la cabeza de un soldado español como prueba de que eran seres mortales y no dioses. A su vez, los españoles habían descubierto accidentalmente tesoros escondidos en una de las cámaras del palacio de Axayácatl. 

A pesar del malestar social de los mexicas por las acciones de los conquistadores españoles, Moctezuma intentó por todos los medios evitar un levantamiento. A petición de Cortés, dirigió un discurso frente a su pueblo en el que se reconoció como vasallo de Carlos I y pidió rendir obediencia a los españoles, pues temía que en caso de un enfrentamiento armado su pueblo fuese masacrado. 

Diego Velázquez organizó un ejército para detener a Cortés y designó a Pánfilo de Narváez como capitán. Las embarcaciones zarparon en marzo de 1520 y llegaron a San Juan de Ulúa en abril, donde una comitiva de Moctezuma, se puso en contacto con Narváez. Moctezuma albergó nuevas esperanzas de ser liberado. Ante la noticia, Cortés salió de Tenochtitlán marchando con parte de su ejército hacia la costa para hacer frente a Narváez, dejando una guarnición al mando de Pedro de Alvarado. A pesar de que el ejército de Cortés era menos numeroso que el de Narváez, el ataque sorpresa fue veloz y certero y cuando Narváez se dio cuenta del ataque trató de reaccionar, pero era tarde. Hubo pocas bajas, la mayor parte de los hombres se rindieron convencidos de la riqueza de las tierras descubiertas y reconocieron a Cortés como nuevo jefe, incrementando así la fuerza militar del conquistador. Un mensajero proveniente de Tenochtitlán informó a Cortés sobre una rebelión en la ciudad, mediante la cual tenían emboscados a la guarnición que había quedado allí. 

Recorrido de la expedición de Hernán Cortés.

Durante la ausencia de Cortés, en Tenochtitlán se debía celebrar la ceremonia en honor del dios Huitzilopochtli. Pedro de Alvarado ordenó matar a los asistentes a la fiesta lo que provocó una enorme indignación y el ataque contra ellos. Sitiaron el palacio, donde se atrincheraron llevando con ellos a Moctezuma. De regreso en la ciudad, Cortés se reunió con sus compañeros en el palacio desde el que se defendían de los ataques. En un intento por traer la paz, Cortés hizo que Moctezuma hablara con su gente y los tranquilizara; sin embargo, la multitud enfadada comenzó a arrojar piedras, una de las cuales hirió a Moctezuma de gravedad, quien falleció días después. El palacio quedó cercado, sin agua, ni alimentos. En esas circunstancias, Cortés se vio forzado a abandonar la ciudad. El 30 de junio de 1520 (Noche Triste), durante la noche Cortés salió de Tenochtitlán pero durante la huida fueron descubiertos y atacados, muriendo muchos españoles y aliados, además de perder una gran cantidad de material, así como la mayor parte del oro. 

Poco después los conquistadores fueron ferozmente atacados en la batalla de Otumba, sin embargo triunfaron y los perseguidores se dispersaron y huyeron. Los españoles llegaron a Tlaxcala donde comenzaron a reorganizarse y mientras lo hacían, Cortés decidió emprender una campaña militar para castigar la región, no sólo para recuperar el honor y el ánimo de sus hombres, sino también para cortar la vía de suministros de Tenochtitlán. Una vez reorganizados pusieron rumbo hacia la capital azteca, a la consiguieron sitiar. Cortés dio la orden de cortar los suministros de agua dulce que llegaban a Tenochtitlán, los mexicas trataron de impedirlo pero no pudieron. Tras tres meses de sitio la ciudad cayó. 

Cortés utilizó a Cuauhtémoc para gobernar a los vencidos, asegurando la colaboración de los mexicas en los trabajos de limpieza y restauración de la ciudad. La reconstrucción de Tenochtitlán se realizó al estilo renacentista europeo para convertirla más tarde con el nombre de México, en la capital de la Nueva España. Entre los conquistadores se realizó la repartición de oro, pero con el pago a la corona, el porcentaje de Cortés y sus capitanes y los gastos de expedición, la suma a repartir entre la tropa era mínima. Para conseguir nuevos tesoros y subir el ánimo de los hombres, Cortés organizó nuevas expediciones y así evitar una rebelión. Se organizaron campañas en Tuxtepec, Colima, Oaxaca, Tehuantepec… El 11 de octubre de 1522 se nombró a Hernán Cortés como gobernador de Nueva España. En 1529 Carlos I ordenó a Cortés regresar. El rey ya no le devolvió el cargo de gobernador de Nueva España, pero le nombró «marqués del Valle de Oaxaca». El 17 de abril de 1535 se creó el Virreinato de Nueva España y Antonio de Mendoza fue nombrado virrey. 

BIBLIOGRAFÍA: 

  • LÓPEZ de Gómara, Francisco (1552) “Historia de la conquista de México” (2006) Juan Mirelles Ostos, México, ed. Porrúa.
  • PRESCOTT, William (2000) Historia de la conquista de México, edición de Juan A. Ortega y Medina; México, ed. Porrúa.
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LA CONQUISTA DE NAVARRA

A lo largo de esta nueva entrada vamos a estudiar con detenimiento el conflicto al que Carlos I tuvo que enfrentarse tras el levantamiento navarro.

El motivo de esta rebeldía venia desde principios del milenio, pero se agudizó a partir del siglo XV tras las incursiones castellanas en territorio navarro provocando una guerra civil. Fernando el Católico en el año 1512 preparó la invasión del reino de Navarra; tras esta toma se llevaron a cabo hasta tres revueltas con el fin de recuperar el reino e independizarse del poder castellano: la primera tuvo lugar en el mismo año de la conquista del rey católico, la segunda fue en el año 1516 y la tercera es la que vamos a estudiar a continuación.

En el año 1521 nos encontramos con una situación de lucha entre el rey español y Francisco I de Francia; en un contexto de conflictos continuos por diversos territorios en una “carrera imperial”. Francisco I apoya al rey navarro Enrique II, buscando reconquistar Navarra.

En el quinto mes de 1521 se produjo el temido levantamiento de ciudades navarras como Pamplona, Tudela, Olite, Tafalla y Estella sumándose a estas otras ciudades cercanas al corazón del reino navarro. André de Foix, un hombre de la confianza del rey francés, fue el valido fuerte de Francia en el alzamiento. Tras el éxito de esta campaña, el nuevo ejercito formado partió hacia Logroño con el objetivo de atacar la ciudad, mientras saqueaba y hacia caer cuantas ciudades apoyaban a Carlos I. El día 11 de junio, en pleno asedio a la ciudad logroñesa, De Foix se vio obligado a retirarse ante la cercanía del ejercito imperial ya organizado y listo para acabar con los rebeldes.

Se cifra al ejército formado para la reconquista de Navarra en torno a los 30,000 soldados, muchos de los cuales eran vencidos de la guerra de comunidades que acababa de finalizar. La superioridad del ejercito imperial se hizo notar inmediatamente y en la Batalla de Noáin el 30 de Junio, el ejército franco-navarro cayó derrotado siendo capturado y hecho preso André de Foix. El rey español confiscó todo aquello que perteneciese a los rebeldes, y repartió los castigos entre destierros y condenas de muerte.

Pero la rebeldía navarra no quedó aquí; cuatro meses después de la dolorosa y contundente derrota, los seguidores de Enrique II se reorganizan formando un numeroso ejército y ocupando diferentes plazas como el castillo del Peñón y Fuenterrabia. En 1523 Carlos I fue personalmente a Pamplona para acabar con la insurrección junto a 24,000 soldados. Finalmente la rebelión llego a su fin con un gran perdón a los rebeldes por parte de Carlos I aunque eso si manteniendo la confiscación de los bienes y condenando a muerte a alrededor de 125 insurrectos.

En la batalla de Pavia en el año 1525, fueron apresados Francisco I y Enrique II, siendo el primero obligado a firmar el Tratado de Madrid, mediante el cual renunciaba a prestar ayuda al rey navarro, renunciando así a su aspiración de controlar el territorio pirenaico y norteño español.

Nota:

Imagen 1: Escudo de Navarra, con cadenas, empleado tras su conquista.

Bibliografía:

Fernández Álvarez, Manuel (2003). Carlos V, el César y el Hombre. Espasa Calpe.

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CARLOS V EL DEFENSOR DEL CATOLICISMO

La historiografía ha presentado a Carlos V en facetas muy distintas. Para algunos ha sido el último representante del mundo medieval empeñado en luchar por la Universitas Christiana, para otros ha sido el último cruzado defensor de una Europa amenazada por el Imperio Otomano; finalmente, otros han visto en él un gobernante cosmopolita que rigió pueblos tan distintos en sus lenguas y costumbres como eran belgas, holandeses, alemanes, italianos, castellanos y aragoneses.

El gran especialista en Carlos V, Fernández Álvarez, ha resaltado también que era el hombre adecuado para la Europa del siglo XVI, una persona que soñaba con la paz de la Cristiandad, pero al que las circunstancias obligaban una y otra vez a tomar las armas.

La verdad es que junto al cruzado podemos encontrar un hombre muy propio del Renacimiento, y al lado del soldado hallamos al político habilidoso capaz de negociar con éxito los tratados de paz.

El Emperador de la cristiandad

Carlos V creía que como Emperador se debía al conjunto de la cristiandad y no a una parte de la misma. Esta creencia es precisamente la base de su europeísmo. Otros soberanos se sentían vinculados esencialmente a sus reinos respectivos. Es el caso de Francisco I de Francia y de Enrique VIII de Inglaterra. Sin embargo la concepción geopolítica carolina se desarrolla en un marco de ámbito continental.Ningún monarca de su tiempo tuvo un talante tan europeísta; lo cual, por otra parte, no es óbice para que diversos pueblos europeos lo reconozcan como una parte muy importante de su propia historia. Fue contendiente en numerosos conflictos bélicos muy encarnizados, pero a pesar de ello no suscitó en sus rivales los odios que llegó a engendrar la figura de su hijo, Felipe II.Ya hemos comentado que Carlos V se encontró con una herencia territorial gigantesca. Sin embargo, el título de Emperador no le llegó por herencia, sino por elección. El Sacro Imperio mantenía el principio electivo en la determinación del orden sucesorio. El colegio electoral estaba formado por el rey de Bohemia; los arzobispos de Colonia, Maguncia y Tréveris; y los príncipes electores de Brandeburgo, Sajonia y Palatinado. La muerte de Maximiliano impidió la elección del futuro Carlos V como «rey de romanos» con derecho a sucesión en vida de su abuelo. Era el heredero de la familia que había dado los emperadores desde 1438, sin embargo la elección de 1519 era complicada, porque Carlos de Gante no era alemán y los comicios estaban muy disputados a causa de la calidad y cantidad de los candidatos. Tanto Francisco I de Francia, como Enrique VIII de Inglaterra y el elector Federico el Sabio de Sajonia pretendían la elección con mayor o con menor fortuna del imperio.

Francisco I era el contrincante más difícil. Desde la muerte de los Reyes Católicos era la figura más famosa de Occidente. Sin embargo, llegado el momento decisivo, al soberano francés le falló el crédito. Los Fugger de Augsburgo, los banqueros más fuertes de Europa prefirieron apoyar al joven Carlos de Gante. Otros banqueros, como los Vivaldi de Génova y los Welser alemanes también hicieron importantes empréstitos al mismo candidato, el cual terminó alzándose con todos los votos a su favor. Como garantía del pago de esos créditos estaban las saneadas rentas de Castilla, pues en aquel entonces el tesoro americano no llegaba tan cargado como después de las conquistas de Hernán Cortés.

Al final se produjo la elección de Carlos V, pero dicha elección acabaría convirtiéndose en una fuente de preocupaciones y cargas. Ahora el nuevo Emperador se veía obligado a tomar una resolución sobre la disidencia luterana. Por otra parte, la anterior amistad con Francia se había transformado en una rivalidad manifiesta que acabaría desencadenando las guerras más costosas del reinado. Por otra parte, en Castilla continuaba la Revolución de las Comunidades, cuyo principal desencadenante había sido precisamente la negativa de las ciudades castellanas a sufragar los gastos de la elección imperial.

Enseguida Carlos V quiso dar al título imperial un mayor contenido. Sustituyendo el simple vínculo jurídico por un ideal común, al que bajo su dirección cada componente del Imperio aportaría su propia originalidad. Sin embargo, la fuerza de las circunstancias le obligó a transformar el primitivo plan de cruzada contra el turco en un proyecto exclusivamente dinástico.

Por otra parte, aunque desde muy pronto concibió la idea imperial como un proyecto pan-europeo, nunca logró constituir un imperio continental. Fue rey de muchos reinos y dominios diferentes sin más organismos administrativos comunes que la propia cabeza de la Monarquía Católica y alguna institución emanada de ésta, como el Consejo de Estado.

Para hacer funcionar tan complicada máquina política fue necesario nombrar una serie de personas que se encargaran del gobierno de los componentes de tan extensa y compleja herencia política. En el caso de los principales territorios se recurrió a familiares directos del rey-emperador para llevar a cabo este cometido: hijo, hermano, esposa, sobrino, tía, etc. Estas personas desempeñaban una doble función: por una parte representaban al soberano y por otra hacían cumplir sus órdenes. Las instrucciones que recibieron estos personajes fueron de dos tipos diferentes. En el nombramiento se acreditaba su condición de alter ego del monarca y aparentemente se le concedían todas las facultades de gobierno, pero en las instrucciones secretas se podía marcar una orientación política muy clara e incluso limitar las competencias legales y económicas del gobernador o gobernadora. Los ejemplos de la emperatriz Isabel, María de Hungría, Juana de Portugal o Fernando I de Austria son un buen paradigma de lo que venimos comentando.

La necesidad de ampliar los contenidos de la institución imperial, no fue una idea exclusiva de Carlos V, de ella participaban también numerosos humanistas imbuidos de cosmopolitismo y diversos sectores sociales en muchos países, siendo el Emperador la persona que a sus ojos mejor podía encarnar el ambicioso proyecto de la monarquía universal en tiempos del Renacimiento.

Acorde con esta concepción de Europa, el Emperador fue una persona cosmopolita. Llegó a dominar cuatro idiomas: flamenco, francés, castellano, e italiano. Viajó incansablemente por todo el continente, tanto para dirigir políticamente la solución de los problemas que hubo de afrontar en los distintos territorios, como para ponerse al frente de sus ejércitos en los numerosos conflictos bélicos en los que participó.

La rivalidad con Francia, un freno a la ejecución del proyecto político carolino

La acción europea carolina, basada en la combinación de la diplomacia y el ejército, chocó con dificultades insalvables que explican en parte, su fracaso final. Era aquél un imperio desproporcionado y lejano, que tras la aparente grandeza escondía no pocas miserias. Carlos V se entregó en cuerpo y alma a las tareas de gobierno. Fue tanta su dedicación a ellas que apenas dispuso de tiempo para la vida familiar y personal. A pesar de ello, con un sistema de comunicaciones que en la época era intrínsecamente lento, resultaba difícil atender urgencias en el momento preciso. Basten dos ejemplos para ilustrar este comentario: Su primera estancia en Alemania desencadenó un malestar en Castilla que favoreció la sublevación comunera; y cuando más tarde regresó a Castilla para atender el gobierno de los reinos hispánicos, se produjo la expansión inexorable del luteranismo alemán.

Por otra parte, la política imperial europea encontraría no sólo limitaciones y obstáculos internos, sino sobre todo externos al concurrir con la acción política de otros soberanos de aquel tiempo. Las confrontaciones con otras monarquías se hicieron inevitables y darían lugar a una serie de guerras, ya fuera con Francia, con los Turcos o con los príncipes protestantes.

Las rivalidades personales entre Carlos V y Francisco I se hicieron visibles desde el momento mismo de la pugna de los dos candidatos por el título imperial. Además, en aquel momento Francia se encontraba en pleno proceso de construcción de su conciencia nacional, lo cual parecía incompatible con la existencia de liderazgos europeos supranacionales, mucho más molestos en cuanto que todo el reino de Francia estaba prácticamente rodeado por territorios de los Habsburgo. Además, ambos soberanos se disputaban el control del Mediterráneo occidental.

Tal pugna duró dos décadas (1521-1541), y en ella se observan dos etapas claramente diferenciadas. La primera se desarrolló a lo largo de los años veinte de la centuria, y su característica más marcada fue la lucha por Italia. Durante esta etapa tuvieron lugar las dos primeras guerras hispano-francesas, que terminaron la primera con el tratado de Madrid (1526), y la otra con la paz de las Damas o de Cambray (1529).

Durante ellas se libraron algunas de las acciones bélicas más resonantes del siglo XVI, como la batalla de Pavía (1525), en la que calló prisionero el rey Francisco I y el saco de Roma (1527), en cuyo transcurso el ejército imperial saqueó la Ciudad Eterna durante una semana. La defección de la marina genovesa, pasada con su almirante Andrea Doria al bando imperial, acabó por completar la victoria carolina y consolidó el dominio Habsburgo sobre el Milanesado.

A la altura de 1530 se produce uno de los momentos cenitales del reinado del César. En aquel entonces fue cuando pudo pasar a Italia para recibir en Bolonia la corona imperial de manos del Papa Clemente VII y pacificar por completo la península, convirtiéndose en el árbitro de los destinos italianos.

En aquel momento le restaba una sola cosa para conseguir el control del Mediterráneo occidental: destruir el creciente poderío de Barbarroja en Argel. Pero detrás de los piratas argelinos estaba Constantinopla y el inmenso poderío de Solimán el Magnífico. A su vez, Francisco I buscaba el entendimiento con los turcos como un medio para continuar su lucha contra el Emperador en el Mediterráneo.

Para deshacerse de tales enemigos Carlos V desarrolla una serie de campañas con resultados desiguales. En 1532 logra sacudir la amenaza turca de las puertas de Viena y en 1535 desaloja a Barbarroja de sus peligrosas posiciones en Túnez. Pero, en contrapartida, sufre a continuación dos serios reveses. El intento de dominar Marsella terminó con la derrota de Provenza en 1536 y el asalto al cuartel general de Barbarroja en Argel, en 1541, no pasó de un intento fallido. Tras el desastre de Argel, Carlos V hubo de renunciar a sus sueños hegemónicos en el Mediterráneo occidental y conformarse con un equilibrio de fuerzas con la marina turca que era tanto como dejar la costa italiana y el levante de la península Ibérica a merced de los corsarios berberiscos, ayudados por los otomanos.

En atención a los resultados, podemos deducir que existe una línea de poderío ascendente hasta 1535, fecha de la conquista de Túnez. Hasta entonces todo fueron éxitos. La estrella del César no podía brillar más alta ni más intensamente. El lustro siguiente, en cambio, supuso un brusco descenso de su prestigio: la campaña de Provenza supuso un duro desgaste para el ejército imperial, y la tercera guerra con Francia sólo pudo terminar con unas treguas (Niza, 1538). Poco después la sublevación de Gante, su ciudad natal, puso al descubierto los defectos constructivos del edificio imperial. Finalmente, la desafortunada empresa de Argel de 1541, en la que se llegó a dar por perdido al propio Emperador, deterioró su prestigio militar. De ahí que todos sus enemigos, grandes y pequeños creyesen que había llegado el momento de caer sobre él.

A partir del desastre de Argel Carlos V abandona el escenario Mediterráneo y centra su atención preferente en el norte de Europa. Tal período va desde 1542 hasta el año de su abdicación (1555). Durante esta etapa se desarrollaron las dos últimas guerras con Francia, y entre una y otra la librada contra el protestantismo alemán. El centro de gravedad político se trasladó desde Italia al Rhin.

Durante casi un cuarto de siglo (1521-1544), Carlos V y Francisco I rivalizaron en una guerra constante sin que ninguno de los dos obtuviera una ventaja considerable. Sin embargo este forcejeo distrajo a Carlos V de sus empresas africanas, que no pudieron recibir las energías necesarias para alcanzar el control definitivo del Mediterráneo occidental. Tampoco le fue posible concentrar todos sus esfuerzos en la solución del problema protestante hasta la paz de Crépy de 1544, que puso fin a la cuarta guerra con Francia. Es significativo a este respecto, que su gran victoria sobre el protestantismo alemán en los campos de Mühlberg se produjera en 1547, el mismo año de la muerte de Francisco I.

La lucha contra el hereje y contra el infiel: dos frentes imposibles de atender simultáneamente

Carlos V era consciente de que su proyecto imperial pan-europeo debía asentarse sobre una base religiosa. El eje fundamental de esta política era la restauración de la Universitas Christiana. Su papel era convertirse en el alma de ese orden mundial y ello no implicaba la constitución de la monarquía universal dantesca, pero sí la posesión de un poder fuerte que se convirtiera en el centro de gravedad del orbe cristiano. Entendía

su misión como una tarea organizadora y en ningún instante proyectó Carlos V una política agresiva de conquista sobre los otros príncipes cristianos.

Se pretendía que la paz imperial de la cristiandad se basara en la posesión de Italia, en la adhesión francesa al sistema imperial y en la formación de una constelación dinástica europea que girase en torno a la casa de Habsburgo. La posesión de Italia como se ha indicado más arriba le llevó a frecuentes conflictos con Francia y con el pontificado. La adhesión francesa fue un perfecto fracaso y la constelación dinástica de los Habsburgo, Valois, Tudor y Avís, sólo obtuvo resultados parciales y sus beneficios fueron bastante efímeros.

Carlos V entendió desde muy pronto que la fe cristiana era el elemento aglutinador de todos sus territorios y en general de todos los pueblos de Europa. El Islam, por el contrario, era el enemigo secular, el cual por aquel entonces estaba muy bien representado en la persona del turco Solimán el Magnífico. Había diversos intereses que confluían en la acción contra el Imperio Otomano. Por una parte, en la Península Ibérica, castellanos y aragoneses poseían una larga tradición de lucha contra los musulmanes y soportaban de mal agrado las incursiones de los piratas berberiscos en las costas levantinas. Por otro lado, los intereses materiales de Alemania se veían amenazados también por los ataques turcos que llegaban hasta las puertas de Viena.

Pero aparte del enemigo turco, un enemigo exterior, los imperiales que deseaban constituir un fuerte Estado alemán veían las propuestas teológicas protestantes como una perturbación de la paz de la Iglesia. Así el Emperador, en tanto que defensor de la fe se veía obligado a corregir la herejía protestante. Pero también debía tener en cuenta que el luteranismo estaba arraigando entre muchos de sus súbditos y debía ser prudente en el tratamiento del problema porque de otra forma se consumaría la división de los estados alemanes, no sólo en lo religioso, sino también en lo político.

El mismo año en que Carlos V llegaba por primera vez a sus reinos hispánicos (1517), se iniciaban en Alemania las primeras manifestaciones de la Reforma luterana. El joven soberano no tardó en decidir su política al respecto. La dieta de Worms de 1521 fue testigo de su firme compromiso contra la herejía. En dicha dieta se desterró a Lutero, aunque las ideas que el fraile reformador representaba siguieron extendiéndose bajo la protección del duque elector de Sajonia hasta consumar la división de la cristiandad.

En un principio el Emperador no quiso precipitarse en el uso de la represión. Su estrategia se basó en el diálogo y buscó el acuerdo con ahínco. Esta fue la causa del retraso en la convocatoria del concilio, que finalmente se celebró demasiado tarde en Trento (1545-1563). Sin embargo la actitud de concordia empleada en las dietas de Worms (1521) y Spira (1526-1529); así como en la confesión de Augsburgo (1530) no dieron el resultado apetecido, por lo que finalmente en 1546, en un momento en el que el monarca no tenía ningún frente abierto contra Francia o contra los turcos, formó una alianza con varios príncipes alemanes como el duque Mauricio de Sajonia y declaró la guerra a la Liga de Esmalcalda, una asociación defensiva constituida por los príncipes protestantes.

Las fuerzas católicas tuvieron un éxito resonante al principio, derrotando a los protestantes en la célebre batalla de Mühlberg, inmortalizada por Tiziano en el célebre retrato de Carlos V montado a caballo, un cuadro que se conserva en el museo del Prado. No obstante, más tarde, el duque Mauricio de Sajonia se pasó a las filas protestantes, obligando así a Carlos V a firmar la paz. La guerra, que era al mismo tiempo, civil y religiosa, terminó con la Paz de Augsburgo de 1555. En este tratado se pactó que cada uno de los gobernantes de los Estados germánicos, que llegaban a ser casi 300, podrían elegir entre el catolicismo y el luteranismo como religión de su territorio, a la que deberían adscribirse todos sus súbditos. El luteranismo era por entonces la religión de cerca de la mitad de la población alemana y acababa de conseguir el reconocimiento oficial. Así fue desbancado el antiguo concepto de una comunidad cristiana unida en Europa occidental por vínculos religiosos.

Balance final: reconocimiento de un fracaso

Finalmente, Carlos V, consciente de su fracaso, inició una serie de abdicaciones. Su hijo, Felipe II, que ya era duque de Milán desde 1546 y rey de Nápoles desde su boda con María Tudor, heredó en 1555 los territorios de Borgoña, y en 1556 las coronas de Castilla y Aragón. La sucesión en el Imperio de su hermano Fernando I se formalizó en 1558, pocos meses antes del fallecimiento del César en Yuste (21 de septiembre). De este modo se quebraba definitivamente la unidad del sistema habsbúrgico.

Se ha hablado con frecuencia del fracaso de la idea europea, pero quizás convenga hablar más bien como indica Fernández Álvarez de una imposibilidad de realizar ese proyecto épico en las circunstancias del siglo XVI.

Bibliografía:

1.       FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M. Carlos V, un hombre para Europa. Madrid : 1999.

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CARLOS V Y LAS GUERRAS CON FRANCIA POR EL TERRITORIO ITALIANO.

Cuando en 1519 el emperador Maximiliano muere, su nieto Carlos de Habsburgo es elegido para asumir el título imperial, en competencia con Francisco I de Francia quién también optaba al puesto. Francisco, en su ambición de llegar a ser Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, empujó a Europa a la guerra. Sostuvo diversas guerras con Francisco I de Francia y con su sucesor Enrique II.

Pero antes de que Carlos llegara a la corona española, las guerras entre los reinos españoles y Francia ya habían comenzado. Estas guerras, que comenzaron en 1494, se trataron en un principio de una disputa dinástica por los derechos hereditarios de Francia sobre el Ducado de Milán y el Reino de Nápoles, pero las guerras se convirtieron rápidamente en una lucha por el territorio y por el poder. Entre la monarquía española y la corona francesa hubo muchos enfrentamientos antes de que Carlos V accediera al trono español. Las Guerras de Italia se inician por la disputa del Reino de Nápoles, entre Aragón y Francia.Tras la designación de Carlos I de España como, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, España forma un estado que ocupaba casi la mitad del territorio europeo. Francisco I de Francia, que había optado también al trono imperial, con el pretexto de la invasión española de Navarra declaró la guerra a España. El conflicto comenzó en 1521 y finaliza en 1526 y en ella se enfrentaron Francia y la República de Venecia contra el emperador Carlos V, la Inglaterra de Enrique VIII y los Estados Pontificios.

La Batalla de Pavía, pintura del siglo XVI.

Las tropas francesas marcharon hacia Italia con el intento de desalojar a los españoles de Nápoles, pero los franceses no consiguieron su objetivo. El propio Francisco I dirigió a sus tropas en Lombardía en 1525, siendo derrotado en la batalla de Pavía, donde fue hecho prisionero. Francisco fue llevado a Madrid en donde firmó el Tratado de Madrid (1526). Desde su reclusión se vio obligado a conceder grandes concesiones a España sobre sus territorios en Italia, por el cual no volvería a ocupar ni el Milanesado ni apoyaría al rey de Navarra (pacto que renunció meses después por firmarlo bajo coacción) y entregaría Borgoña a Carlos, además de renunciar a Flandes e Italia. Después de algunas semanas de su liberación, sin embargo, rechazó los términos del tratado, comenzando de esta manera la Guerra de la Liga de Cognac.

El Papa Clemente VII convencido de que el poder de Carlos ponía en peligro sus posesiones en Italia, envió negociadores a Francia para estudiar una alianza contra él. Francisco y el Papa se aliaron en la Liga de Cognac. El papa también se alió con Venecia, Florencia y otros pequeños estados italianos. Inglaterra rechazó unirse a la Liga por no firmarse el tratado en Inglaterra, pero tras la firma del Tratado de Westminster, Enrique VIII se unió a la Liga.   Tras la retirada de las tropas francesas de Lombardía, las fuerzas españolas tomaron Florencia, y en 1527 saquearon Roma (Saco de Roma). El papa fue apresado por las tropas del imperio y retenido en el castillo de Sant´Angelo. La guerra terminó con la firma de la paz de Cambrai (Paix des Dames) en 1529, mediante el cual Francia se retiraba de la guerra. Francisco I renunciara a Italia, Flandes y el Artois, además de entregar la ciudad de Tournay. Venecia firmó la paz con España, mientras Florencia fue colocada bajo el gobierno de los Médici.

Con la muerte del duque de Milán comenzó la tercera guerra entre Carlos I y Francisco I. Cuando el hijo de Carlos, Felipe II,  heredó el ducado, Francisco invadió el ducado de Saboya, conquistando Turín, pero fracasando en su intento de tomar Milán. En respuesta a la invasión francesa Carlos invadió Provenza. La guerra terminó con la tregua de Niza debido al agotamiento de ambos contendientes. Un hecho significativo es que durante la firma del tratado los monarcas Francisco I y Carlos I rechazaron estar sentados en la misma habitación, muestra del odio mutuo que tenían. Así, las negociaciones se llevaron a cabo a través del Papa Pablo III.

Francisco I declaró la guerra una vez más contra Carlos V. La lucha, que comenzó en los Países Bajos, se vio agravada al año siguiente por la alianza franco-otomana en el asedio de Niza, Carlos I y Enrique VIII se unieron para invadir Francia, pero la fuerte resistencia encontrada impidieron una contundente ofensiva anglo-española. El conflicto, económicamente ruinoso para los contendientes, tuvo un resultado nulo.

Carlos, necesitado de fondos y preocupado por el creciente amenaza religiosa en Alemania. Por eso a finales de 1544 Carlos y Francisco firmaron la paz de Crépy. Según los términos del acuerdo Francisco y Carlos renunciarían a sus reclamaciones territoriales y establecerían el statu quo acordado en la tregua de Niza de 1538. Las causas originales de la guerra (principalmente la disputa de los derechos dinásticos en Italia) continuaron sin haberse resuelto, por eso en 1551 Enrique II de Francia volvería a declarar la guerra a Carlos V.

En 1547, Enrique II de Francia, que había sucedido a Francisco I, declaró la guerra a Carlos I con la intención de tomar Italia y asegurar Francia, intentando romper la hegemonía de la Casa de Austria en Europa. En principio Francia tuvo éxito pero luego estos fracasaron con su derrota en la batalla de Marciano. Carlos I abdicó en 1556, dividiendo el imperio de los Habsburgo entre Felipe II de España y Fernando I.

Al término de las guerras italianas en 1559, la Casa de Austria había conseguido asentarse como la primera potencia mundial, en detrimento de Francia. El imperio español se encontraba como la gran potencia en los campos de batalla europeos. Precisamente en las Guerras Italianas, se forjaron sus temibles tercios, una formación novedosa e invencible hasta el siglo XVII, donde nuevas técnicas de guerra probaron ser más eficaces. La era de la caballería pesada tocaba su fin y comenzaba una nueva forma de luchar, donde ganaba importancia la infantería equipada de picas y arcabuces. Además los estados de Italia que tenían un gran poder, vieron reducido su peso político y militar al de potencias secundarias, desapareciendo algunos de ellos.

Bibliografía:

  1. Martín Gómez, Antonio L., El Gran Capitán. Las Campañas del Duque de Terranova y Santángelo, 2000
  2. Ribot, Luís. Historia del Mundo Moderno. Ed. Actas, Madrid 2006.
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EL EMPERADOR CONTRA LOS TURCOS OTOMANOS

A lo largo del reinado de Carlos I de España, éste estuvo viajando por todos los territorios de su reino y enfrentándose a todos sus rivales. Un importante frente abierto tuvo como escenario el Mediterráneo por cuyo dominio se enfrentan cristianos y musulmanes.

Cuando en el año 1516 muere el rey de España, Fernando el Católico se produce una situación de inestabilidad de la corona española. Esta situación es aprovechada por un vasallo de España, el sultán de Argel, que quería liberarse del sometimiento de Castilla y para ello el sultán pidió ayuda al corsario Baba Arudj, también conocido como Barbarroja que acudió con sus corsarios para ayudar al sultán contra los españoles.

Baba Arudj

Pero Arudj, deseoso de un reino acabó asesinando al sultán y se autoproclamó sultán de Argel. Otras fuentes dicen que Barbarroja sólo se aprovechó de la situación que se produjo al morir de forma natural el sultán. Cuando la ciudad de Argel cayó en manos de Arudj, los españoles que vivían allí huyeron para refugiarse en un fuerte construido en el Peñón de Argel. Éstos refugiados pidieron ayuda a España y el regente de la corona de España en ese momento el cardenal Cisneros, envió un ejército de unos 8.000 soldados al mando de Diego de Vera para recuperar la ciudad.Esta ofensiva española fue rechazada por los corsarios de Barbarroja.

En 1517, Arudj decidió que el mejor medio para proteger Argel y los territorios del norte de África de España era, renunciar a su título de sultán y cederle Argel al sultán del Imperio Otomano, Selim I, y pasar a estar subordinado a este para estar bajo su protección contra España. Por otra parte el sultán otomano, lo nombró Gobernador de Argel.

Inmediatamente Arudj puso la mirada en la ciudad de Tlemecén, ciudad tributaria y bajo dominio español. Al año siguiente, en 1518 Carlos I envió un ejército para recuperar la ciudad que había caído bajo poder turco.  Arudj contaba con inferioridad numérica pero defendió la ciudad con todas sus fuerzas, hasta que los españoles acabaron recuperando la ciudad, incluso en ese asalto, Aruj fue herido de muerte.

Su hermano, JJeireddín Barbarrojaeireddín asumió el mando de los corsarios y se pone bajo la protección del sultán del Imperio Otomano. Al mando de un ejército turco enviado por el sultán otomano, Barbarroja reconquistó Tlemecén en diciembre de 1518.

Al este de Europa el sultán Solimán, el Magnífico, quiso intentar de nuevo la conquista de la ciudad de Viena en 1532, tras el fracaso de 1529, pero encontró a unos defensores apoyados por un gran ejército bajo el mando el emperador Carlos V, y no pudo acercarse a ella. Mientras que la iniciativa naval corresponde a Barbarroja.

Sus corsarios atacan una y otra vez los navíos y costas españolas, mientras que los compromisos del Emperador en Europa retrasan una y otra vez las expediciones al norte de África.

En 1534, Barbarroja tomó Túnez y, ante esta situación, Carlos organizó dos operaciones con diferente fortuna. La primera fue llevada a cabo en 1535 y fue conocida como la Jornada de Túnez, con la que se le arrebató Túnez a Barbarroja.

Mapa de la ciudad de Túnez (siglo XVI)

En 1541, Carlos V pone por fin en marcha la tan esperada operación hacia Argel. La ciudad resiste el cerco mientras una tempestad dispersa la flota. La retirada debe hacerse en pésimas condiciones y con grandes pérdidas, para evitar un desastre todavía mayor.

Esta campaña es la conocida como la Jornada de Argel. A partir de aquí, la situación en el Mediterráneo ira empeorando progresivamente y el Mediterráneo se irá convirtiendo en casi un lago otomano hasta 1571 cuando la flota otomana fue derrotada por las fuerzas combinadas de la Liga Santa.

Bibliografía

  • Tercios de España. La infantería legendaria. Fernando Martínez Laínez y José María Sánchez de Toca. EDAF. 2006
  • Belenguer, Ernest (1995). El Imperio Hispánico 1479–1665. Grijalbo Mondadori
  • Ribot, Luís. Historia del Mundo Moderno. Ed. Actas, Madrid 2006.
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GERMANÍAS

Reino de ValenciaA lo largo de esta nueva entrada vamos a comentar el conflicto de las germanías, el cual fue simultáneo al problema de los comuneros de Castilla, pero que nada tuvo que ver uno con el otro, dado que las germanías fue un conflicto que surgió en Valencia y Mallorca y que tuvo como motivos la crisis económica y las epidemias que sufrieron estas zonas, a lo que hay que unir el descontento de las clases mas bajas formadas por artesanos y pequeños comerciantes enfrentados a los grandes comerciantes y a la nobleza, por lo que fue un conflicto mas social que político.

Agermanados es una palabra proveniente de la traducción al valenciano de hermano. El conflicto tuvo su inicio en 1520, en la ciudad de Valencia; los gremios de esta ciudad habían conseguido de Fernando el Católico la autorización de armarse y organizarse militarmente buscando hacer frente a los ataques berberiscos. Carlos I, buscando ganarse el apoyo de estos gremios y limitar el poder de la nobleza valenciana, ratificó dicho privilegio. En este momento se desató una rebelión aprovechando que la nobleza había huido por la peste.

Las clases populares aprovecharon esta circunstancia para formar la Germanía, y una Junta formada por 13 miembros que representarían a los agermanados; hasta el momento solo tenían representación en el Consell General, un organismo sin trascendencia. El movimiento revolucionario se extendió por muchas ciudades, llegando incluso a Palma de Mallorca ademas de a Sagunto, Elche, Segorbe y Orihuela.

Los nobles valencianos se refugiaron en Peñiscola y Morella. Carlos V reaccionó ordenando al virrey que acabara con la rebelión, dando inicio a una lucha entre agermanats y la nobleza valenciana. Una vez llegó a su fin el conflicto de los comuneros de Castilla, en 1521 comenzó la guerra entre ambos bandos. La derrota de los agermanados en Orihuela fue sin duda un duro golpe para el movimiento, siendo el punto de inflexión a partir del cual fueron perdiendo poder y apoyos.

Biografía:

Germanías – Historia

Fernández Álvarez, Manuel (2003). Carlos V, el César y el Hombre. Espasa Calpe.

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Cultura Curiosidades David Manjón

POETAS Y A LA VEZ SOLDADOS

En el reinado del emperador español Carlos V sobresale una figura muy importante en tiempos imperiales, el poeta-soldado.

Destacan entre estos caballeros personalidades tan conocidas y duchas en el arte de la poseía como Garcilaso de la Vega, Gutierre de Cetina, Hernando de Acuña y Jerónimo de Urrea entre otros. Estos participaron en varias batallas al lado del monarca hispano, pues sentían por este gran admiración por su condición de caballero y César.

Un ejemplo de esto es la exaltación de Acuña en un soneto en el que se anuncia la llegada de una edad gloriosa y en la que todo el mundo estaría gobernado por un monarca, un imperio y una espada. El propio Garcilaso acabó sus días al escalar un muro en las cercanías de Frèjus en la invasión española de la Provenza.

Todo esto demuestra una etapa en la que los poetas estaban inmiscuidos hasta el fondo en los asuntos de estado, participando incluso en batallas por la gloria de Carlos V y del Imperio.

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CARLOS V Y SU PALACIO GRANADINO

En el último reducto musulmán de España, Granada, ciudad amada y conquistada por sus abuelos los reyes católicos; Carlos V edificó un palacio majestuoso aunque rompedor con la estética del entorno idílico en el que se estableció tal edificio, y este entorno no es otro que la Alhambra. El palacio se construyó en un extremo del patio de los Arrayanes en la ciudad-fortaleza musulmana de la Alhambra por el arquitecto renacentista Pedro Machuca.

El edificio consta de dos niveles: el bajo es de orden toscano completamente almohadillado, en cuyas pilastras se insertan grandes anillas de bronce decoradas. El piso superior es de orden jónico y sus pilastras alternadas con vanos adintelados provistos de frontón. Las dos fachadas principales ostentan sendas portadas de piedra de Sierra Elvira.

El patio circular también muestra dos pisos. El inferior está presidido por una columnata dórica de piedra pudinga con un entablamento muy ortodoxo, formado por triglifos y metopas con motivos de guirnaldas y bucráneos. El piso superior lo forma una columnata jónica, más ligera, con entablamento liso.

El edificio empezó a construirse en 1527 y Pedro Machuca realizó una construcción que se asemeja al manierismo. Hoy día y desde 1958 es sede del Museo de las Bellas Artes de Granada.

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LUCHA DE CABALLEROS

El gran rival de Carlos V por la hegemonía en Europa fue el soberano francés   Francisco I.  Hijo del duque de Angulema, nació en 1494 y accedió al trono en 1515 después de que su primo y suegro Luis XII muriera sin descendencia masculina.

Italia fue su principal objeto de interés lo cual le enfrentó con Carlos V en cuatro guerras en las que el monarca galo sucumbió. En 1525 Francisco I cae prisionero en le batalla de Pavía. Permaneció casi un año en Madrid mientras Carlos V se hacía de rogar en su residencia de Toledo. Las exigencias de Carlos eran elevadas, y entre ellas destacaba la entrega de Borgoña, Francisco deseoso de volver a Francia aceptó todas las peticiones del monarca español y como garantía dejó a sus dos hijos, las palabras de Carlos antes de marchar al francés fueron que lo tendría como <<vil y ruin>> si no cumplía lo acordado. Lo que ocurrió era lo esperado, Francisco no entregó Borgoña y no tenía intención alguna de regresar como prisionero a España. Al recibir la noticia el emperador, que estaba de luna de miel en la ciudad andaluza de Granada, retó a Francisco a un duelo personal.

Esta propuesta se alargó durante los años siguientes en los que los monarcas se retaban mediante carteles de desafío entregados por los respectivos reyes de armas. Naturalmente todo esto no eran más que especulaciones y desafíos, pues el combate hubiera sido impensable. Con la conquista de Italia y su llegada a Roma Carlos leyó un discurso ante el papa Pablo III en el que este volvía a desafiar a Francisco I. Desde la misma Roma el monarca español partió hacia Milán y Saboya desde donde entró en la Provenza. La tercera guerra entre los dos monarcas se resolvió de un modo caballeresco en una entrevista personal en AiguesMortes cerca de Niza. Esta paz no duró mucho y en 1542 estallaba la cuarta y última guerra. Carlos penetrando por el Marne llegó hasta prácticamente París e impuso la firma de la paz que suponía la renuncia francesa a Milán. Un duelo de dos caballeros, un desafío entre reyes, que finalizó con la victoria española ante su viejo enemigo francés.

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LOS COMUNEROS DE CASTILLA

A lo largo de esta entrada vamos a llevar a cabo la explicación del primer conflicto interior al que se tuvo que enfrentar el protagonista de este blog, Carlos I.

Este conflicto tuvo lugar en Castilla entre los años 1520 al 1522, fue protagonizado por los llamados comuneros y serán protagonistas varias ciudades castellanas que se levantaron en contra del nuevo monarca y de la situación en la que vivían. En especial cabe mencionar las ciudades de Toledo y de Valladolid, las cuales se situaron a la cabeza de este levantamiento.

El conflicto estalló tras varios años de inestabilidad en el territorio castellano, un desorden que se venía arrastrando desde la muerte de Isabel la Católica en el año 1504, momento en el que llega a su fin una época de equilibrio social, económico y político.

Carlos I llegó a Asturias en 1517 tras reclamar en Flandes sus posesiones un año antes. Ya en 1518 asistió a las Cortes de Valladolid; llegó sin saber castellano y con una corte formada por nobles y clérigos flamencos, lo cual hizo levantar el malestar entre los nobles castellanos temerosos de ver perder su poder con la llegada del nuevo monarca, como de hecho ocurrió como vemos con el nombramiento de Guillermo de Croy, quien contando tan solo con 20 años fue nombrado Arzobispo de Toledo sucediendo al Cardenal Cisneros.

En el año 1520, Carlos I y V de Alemania fue precisamente a este país para ser proclamado emperador como sucesor de su abuelo Maximiliano, pero este nombramiento no era para nada bien visto en Castilla, y es que las ciudades castellanas mantenían que dicha proclamación terminaría por perjudicar tremendamente a Castilla, ya que deberían de hacer frente a una política fiscal inapropiada; esto, junto a una serie de malas cosechas y epidemias, acabaron por provocar revueltas urbanas. Las ciudades castellanas pedían ser gobernados por la madre de Carlos, Juana I de Castilla.

A pesar de este clima de crispación, Carlos se fue de España dejando como regente a Adriano de Utrecht, Papa número 18 de la Iglesia Católica. Tras la marcha del monarca los levantamientos se sucedieron por las diferentes ciudades de la meseta, Toledo, propuso a las ciudades en rebeldía la necesidad de una reunión en la que se trataran diferentes puntos como eran entre ellos: volver al sistema tradicional de cobro de impuestos, prohibir la salida de dinero del reino y que los cargos públicos fueran exclusivamente ocupados por castellanos. Además de los revoluciones de varias ciudades en contra de la nueva política de Carlos I, hubo algunos levantamientos en los señoríos por parte del campesinado contra sus señores, lo que ha dado a pensar que esta llamada Guerra de las Comunidades fuera en realidad una revolución señorial.

Decapitacion de los líderes rebeldes
Decapitacion de los líderes rebeldes

La rebelión duró alrededor de un año, momento en el que el emperador organizó a sus partidarios y sus tropas y puso freno a la revolución en la Batalla de Villalar, tras una derrota previa por parte de los comuneros en Tordesillas y una victoria que levantó el animo comunero en Torrelobatón con la ocupación de su castillo. Tras la victoria final de Villalar fueron castigados con la muerte los líderes de este levantamiento: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado en la Plaza Mayor de Villalar.

Carlos I superó este escollo con el apoyo de la alta nobleza y los grandes comerciantes castellanos y las ciudades de Castilla la Vieja volvieron a ofrecer su sumisión al rey. Tras este duro golpe a los comuneros solo se mantuvo en rebeldia Toledo, la cual acabó cayendo tambien en 1522. Carlos I dio en Valladolid el 1 de Noviembre de 1522 una amnistiá a 293 rebeldes mientras que otros 100 comuneros fueron ejecutados y la nobleza quedó relegada bajo el poder de la monarquía.

Bibliografía:

Sánchez León, Pablo (1998). Absolutismo y comunidad : los orígenes de la guerra de los Comuneros de Castilla. Siglo XXI de España.

Los Comuneros – Revista de Castilla y León

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EL CÉSAR CARLOS

Para comenzar con la aventura que supone llevar este blog, vamos a realizar un acercamiento al personaje que tomaremos como objeto de estudio: Carlos I de España.

Carlos de Austria nació en Gante, Bélgica, el 24 de Febrero de 1500. Era hijo de Juana I de Castilla y Felipe el Hermoso, nieto de Maximiliano I de Austria y Maria de Borgoña, y por vía materna de los Reyes Católicos. Recibió el nombre de Carlos en honor a su bisabuelo Carlos el Temerario, duque de Borgoña entre otros títulos. Estuvo muy influenciado por los humanistas del Renacimiento como el gran Erasmo de Rotterdam debido a que recibió su educación en los Países Bajos, bajo la tutela de Adriano de Utrecht y el arzobispo Guillermo de Croy.

Fue el rey de España desde el año 1516 al 1556 siendo el primero que unió las coronas de Castilla, Aragón y Navarra; también ostenta el cargo de Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, bajo el nombre de Carlos V, de los años 1520 hasta su muerte, recibiendo los apelativos de César, el César Carlos o Su Majestad Cesárea. Con Carlos se implantó en España la Casa de Habsburgo.

El 11 de marzo de 1526, se casó en Sevilla con Isabel de Portugal, su prima con la que tuvo cinco hijos: Felipe II, Maria de Habsburgo, Fernando, Juana de Austria, y Juan.

Amén de los hijos fruto de este matrimonio tambien tuvo cinco hijos extramatrimoniales que son: Isabel de Castilla, Margarita de Austria, Juana de Austria, Tadea de Austria y Don Juan de Austria.

Carlos buscó llevar a cabo un proyecto de extensión de la cristiandad, de imponer un Imperio cristiano universal, lo que le llevó a tener múltiples disputas. En España tuvo numerosos problemas dada su condición de extranjero, además de que sus empresas requerían de una gran financiación, la cual recaía a través de impuestos en los ciudadanos. Tuvo que enfrentarse al rey francés por disputas territoriales, a la vez que en Alemania, la reforma protestante promulgada por Lutero ponía en grave peligro su proyecto de unidad católica.

Finalmente, vencido por las circunstancias, en el año 1556, Carlos abdicó en Bruselas, siendo sucedido por su hijo Felipe II, mientras que la Corona Imperial pasó a manos de su hermano Fernando dos años después. Falleció, enfermo de gota, un 21 de Septiembre a los 58 años en el Monasterio de Yuste en Cáceres.

Los enfrentamientos que mantuvo, curiosidades, obras. junto a muchas otras escenas de la vida de este significativo personaje de la historia de España las iremos viendo a lo largo de las diferentes entradas de este blog.

Bibliografía:

Fernández Álvarez, Manuel (2003). Carlos V, el César y el Hombre. Espasa Calpe.

Carlos I – Artehistoria, Junta de Castilla y Leon