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POETAS Y A LA VEZ SOLDADOS

En el reinado del emperador español Carlos V sobresale una figura muy importante en tiempos imperiales, el poeta-soldado.

Destacan entre estos caballeros personalidades tan conocidas y duchas en el arte de la poseía como Garcilaso de la Vega, Gutierre de Cetina, Hernando de Acuña y Jerónimo de Urrea entre otros. Estos participaron en varias batallas al lado del monarca hispano, pues sentían por este gran admiración por su condición de caballero y César.

Un ejemplo de esto es la exaltación de Acuña en un soneto en el que se anuncia la llegada de una edad gloriosa y en la que todo el mundo estaría gobernado por un monarca, un imperio y una espada. El propio Garcilaso acabó sus días al escalar un muro en las cercanías de Frèjus en la invasión española de la Provenza.

Todo esto demuestra una etapa en la que los poetas estaban inmiscuidos hasta el fondo en los asuntos de estado, participando incluso en batallas por la gloria de Carlos V y del Imperio.

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LUCHA DE CABALLEROS

El gran rival de Carlos V por la hegemonía en Europa fue el soberano francés   Francisco I.  Hijo del duque de Angulema, nació en 1494 y accedió al trono en 1515 después de que su primo y suegro Luis XII muriera sin descendencia masculina.

Italia fue su principal objeto de interés lo cual le enfrentó con Carlos V en cuatro guerras en las que el monarca galo sucumbió. En 1525 Francisco I cae prisionero en le batalla de Pavía. Permaneció casi un año en Madrid mientras Carlos V se hacía de rogar en su residencia de Toledo. Las exigencias de Carlos eran elevadas, y entre ellas destacaba la entrega de Borgoña, Francisco deseoso de volver a Francia aceptó todas las peticiones del monarca español y como garantía dejó a sus dos hijos, las palabras de Carlos antes de marchar al francés fueron que lo tendría como <<vil y ruin>> si no cumplía lo acordado. Lo que ocurrió era lo esperado, Francisco no entregó Borgoña y no tenía intención alguna de regresar como prisionero a España. Al recibir la noticia el emperador, que estaba de luna de miel en la ciudad andaluza de Granada, retó a Francisco a un duelo personal.

Esta propuesta se alargó durante los años siguientes en los que los monarcas se retaban mediante carteles de desafío entregados por los respectivos reyes de armas. Naturalmente todo esto no eran más que especulaciones y desafíos, pues el combate hubiera sido impensable. Con la conquista de Italia y su llegada a Roma Carlos leyó un discurso ante el papa Pablo III en el que este volvía a desafiar a Francisco I. Desde la misma Roma el monarca español partió hacia Milán y Saboya desde donde entró en la Provenza. La tercera guerra entre los dos monarcas se resolvió de un modo caballeresco en una entrevista personal en AiguesMortes cerca de Niza. Esta paz no duró mucho y en 1542 estallaba la cuarta y última guerra. Carlos penetrando por el Marne llegó hasta prácticamente París e impuso la firma de la paz que suponía la renuncia francesa a Milán. Un duelo de dos caballeros, un desafío entre reyes, que finalizó con la victoria española ante su viejo enemigo francés.