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Amigo Garcilaso

Compañero de viaje

Fernando Álvarez de Toledo abandonó Piedrahita a finales de enero de 1532 acompañado de su amigo Garcilaso para luchar contra los musulmanes en Europa central.

Juntos cruzaron los Pirineos sorteando el frío y la nieve. Garcilaso dejó constancia de su perplejidad ante la majestuosidad del invierno en las montañas en los siguientes versos:

“Los montes Pyreneos que se’stima

de abaxo que la cima está en el cielo

y desde arriba el suelo en el infierno

en medio del invierno atravesava.

La nieve blanqueava, y las corrientes

por debaxo de puentes cristalinas

y por eladas minas van calladas…

Por aquí se trabaja el duque osado…”

La pareja de amigos viajó hacia el norte pasando por Toulouse y hacia Flandes con la intención de unirse a Carlos V y a sus nobles en Bruselas.  Por desgracia, Alba cayó enfermo en París, lo que retrasó el viaje. Cuando por fin llegó a Bruselas, el emperador y su grupo ya habían partido. Fernando y Garcilaso les siguieron, viajando a través de Colonia, se embarcaron en el Rin y luego acortaron hacia la ciudad imperial de Ratisbona, adonde llegaron en marzo de 1532. Una vez allí, los turcos se retiraron ante el inmenso ejército que el emperador había reunido para la defensa de Viena.

La corte imperial se trasladó desde Viena hasta Italia seguida del duque de Alba y otros nobles. Fue la primera vez que el joven duque experimentó las maravillas de la civilización renacentista del norte de Italia y disfrutó de los festejos de Mantua, Bolonia y otras ciudades.

A últimos de abril de 1533, llegaron a Barcelona, donde Carlos V fue recibido por la emperatriz Isabel. Desde Cataluña, el duque y Garcilaso hicieron juntos el viaje de regreso, primero hasta Toledo y luego hasta las riberas del Tormes.