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Amigo Garcilaso

Testigo de sus amores

Garcilaso y el duque de Alba no solo fueron compañeros de viaje en batallas, sino amigos íntimos que se conocían perfectamente el uno al otro,  incluyendo el conocimiento que Garcilaso siempre tuvo de los amores y sentimientos del gran duque de Alba.

Una prueba de ello es ver cómo Garcilaso recordó en algunos de sus versos de qué modo el joven duque de Alba postergó su ardor por la guerra y cruzó la Península a toda prisa para reunirse con su dama, a la que no veía desde hacía dieciséis meses:

En amoroso fuego todo ardiendo

el duque iva corriendo y no parava;

Cataluña pasaba, atrás la dexa,

ya d’Aragon s’alexa, y en Castilla

sin baxar de la silla los pies pone.

El coraçon dispone al alegria

que vecina tenia, y reserena

su rostro y enagena de sus ojos

muerte, daños, enojos, sangre y guerra;

con solo amor s’encierra sin respeto,

y el amoroso affeto y zelo ardiente

figurado y presente está en la cara.

El poeta también estuvo presente para ver cómo los ojos de María se llenaban de lágrimas de alegría:

Y la consorte cara, pressurosa,

de un tal plazer dudosa aunque lo vía,

el cuello le deñía en nudo estrecho

de aquellos braços hecho delicados;

de lágrimas preñados, relumbravan

los ojos que sobravan al sol claro.

Con su Fernando caro y señor pío

la tierra, el campo, el río, el monte, el llano

alegres a una mano estavan todos.

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Amigo Garcilaso

Compañero de viaje

Fernando Álvarez de Toledo abandonó Piedrahita a finales de enero de 1532 acompañado de su amigo Garcilaso para luchar contra los musulmanes en Europa central.

Juntos cruzaron los Pirineos sorteando el frío y la nieve. Garcilaso dejó constancia de su perplejidad ante la majestuosidad del invierno en las montañas en los siguientes versos:

“Los montes Pyreneos que se’stima

de abaxo que la cima está en el cielo

y desde arriba el suelo en el infierno

en medio del invierno atravesava.

La nieve blanqueava, y las corrientes

por debaxo de puentes cristalinas

y por eladas minas van calladas…

Por aquí se trabaja el duque osado…”

La pareja de amigos viajó hacia el norte pasando por Toulouse y hacia Flandes con la intención de unirse a Carlos V y a sus nobles en Bruselas.  Por desgracia, Alba cayó enfermo en París, lo que retrasó el viaje. Cuando por fin llegó a Bruselas, el emperador y su grupo ya habían partido. Fernando y Garcilaso les siguieron, viajando a través de Colonia, se embarcaron en el Rin y luego acortaron hacia la ciudad imperial de Ratisbona, adonde llegaron en marzo de 1532. Una vez allí, los turcos se retiraron ante el inmenso ejército que el emperador había reunido para la defensa de Viena.

La corte imperial se trasladó desde Viena hasta Italia seguida del duque de Alba y otros nobles. Fue la primera vez que el joven duque experimentó las maravillas de la civilización renacentista del norte de Italia y disfrutó de los festejos de Mantua, Bolonia y otras ciudades.

A últimos de abril de 1533, llegaron a Barcelona, donde Carlos V fue recibido por la emperatriz Isabel. Desde Cataluña, el duque y Garcilaso hicieron juntos el viaje de regreso, primero hasta Toledo y luego hasta las riberas del Tormes.

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Soldado-poeta Garcilaso de la Vega

El duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, entabló amistad con el soldado-poeta Garcilaso de la Vega durante la campaña de Fuenterrabía; una amistad firme y estrecha que se prolongó hasta la muerte de Garcilaso en 1536. El duque Fernando, que tenía pocas veleidades literarias, escribió su único poema conocido, una pieza de seis versos sobre un tema relacionado con la danza, a consecuencia de su relación con el poeta.

Por su parte, Garcilaso nos ofrece en su obra “Églogas” información fascinante sobre distintos aspectos de la vida privada y política del duque Fernando. En particular, cabe destacar unos versos que hablan de los primeros años de la carrera de Fernando, ya que son unos de los primeros que Garcilaso escribió acerca de su amigo Fernando, que en concreto hablan de la formación cultural que Joan Boscà le dio al joven Fernando:

“El trato, la crianza y gentileza,

la dulzura y llaneza acomodada,

la virtud apartada y generosa.”

Pero para poder entender mejor los versos de Garcilaso, primero debemos conocer brevemente la vida de este “soldado-poeta”:

Garcilaso de la Vega, (Toledo, 1501? – Niza, 1536) Poeta renacentista español. Perteneciente a una noble familia castellana, Garcilaso de la Vega participó ya desde muy joven en las intrigas políticas de Castilla. En 1510 ingresó en la corte del emperador Carlos I y tomó parte en numerosas batallas militares y políticas. Participó en la expedición a Rodas (1522) junto con Boscán y en 1523 fue nombrado caballero de Santiago.

En 1530 Garcilaso se desplazó con Carlos I a Bolonia, donde éste fue coronado. Permaneció allí un año, hasta que, debido a una cuestión personal mantenida en secreto, fue desterrado a la isla de Schut, en el Danubio, y después a Nápoles, donde residió a partir de entonces. Herido de muerte en combate, durante el asalto de la fortaleza de Muy, en Provenza, Garcilaso fue trasladado a Niza, donde murió.

Su escasa obra conservada, escrita entre 1526 y 1535, fue publicada póstumamente junto con la de Boscán, en Barcelona, bajo el título de Las obras de Boscán con algunas de Garcilaso de la Vega (1543), libro que inauguró el Renacimiento literario en las letras hispánicas. Sin embargo, es probable que antes hubiera escrito poesía de corte tradicional, y que fuese ya un poeta conocido.

Garcilaso se sumó rápidamente a la propuesta de su amigo Juan Boscán de adaptar el endecasílabo italiano a la métrica castellana, tarea que llevó a cabo con mejores resultados, puesto que adoptó un castellano más apto para la acentuación italiana y la expresión de los nuevos contenidos poéticos, de tono neoplatónico, propios de la poética italiana renacentista.

Muchas de sus composiciones reflejan la pasión de Garcilaso por la dama portuguesa Isabel Freyre, a quien el poeta conoció en la corte en 1526 y cuya muerte, en 1533, le afectó profundamente. Los 40 sonetos y las 3 églogas que escribió se mueven dentro del dilema entre la pasión y la razón que caracteriza la poesía petrarquista y en ellos el autor recurre, como el mismo Petrarca, al paisaje natural como correlato de sus sentimientos, mientras que las imágenes de que se sirve y el tipo de léxico empleado dejan traslucir la influencia de Ausias March. Escribió también cinco canciones, dos elegías, una elegía a Boscán y tres odas latinas, inspiradas en la poesía horaciana y virgiliana.