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Le chat noir

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Como en Montmatre, también hay gatos emblemáticos en la UA.

Todas las mañanas, puntual a su cita acude. Antes nos cruzábamos con él entre los árboles y nos miraba interrogante, andaba a nuestro lado un rato olfateando el aire para descubrir el contenido de nuestros almuerzos. Finalmente el gato negro volvía a su rincón.

Nunca me han gustado los gatos negros, recuerdo el tatarabuelo de este que años atrás nos rondó antes de presentar la instancia de la oposición. Lo rodeamos, ¡menudo mal fario! Después en Inglaterra, me contaban que allí son indicio de buena suerte. Con el tiempo intento analizar las supersticiones, la antropología ayuda, pero como ser humano defectuoso que soy, me voy creando otras propias.

Pero desde hace tiempo, al gato negro de la EPSa le saludamos por la mañana. Y desde hace menos tiempo hemos visto a un chico, que indiscretamente es esperado por el gato. Todas las mañanas cruzan la carretera y se van en amistoso silencio hasta un rincón donde le da su desayuno. Si hay huelga o algún día falta, el gato -ya sabéis cómo son- le pone falta.

Sabemos quién es el chico, él sabe que sabemos que es él a quien espera el gato. Todos sabemos nuestro secreto y si nos cruzamos por el campus hacemos como que no nos conocemos, la discreción ante todo.

Espero no hacerle una faena contando esto, por eso lo publico a final de curso, para que una vez acabado el curso- no se sienta observado.

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Lo bueno de lo malo

Sabía que al final iba a tener que escribir esto, lo he escrito tantas veces en mi cabeza que al final se ha ido difuminando, se ha diluido entre el dolor y la lucha por seguir adelante, tanto que otros se me adelantaron -gracias por lo escrito-.

Durante mucho tiempo hemos tenido que convivir con enfermedades, médicos, cuidados y todo ello con una sonrisa en la cara -o al menos es lo que te parece a ti misma pues son los de alrededor los que sufren tus tensiones-. En estos momentos cada uno de los miembros de la familia va añadiendo su granito de arena, ayudando en lo físico, apoyando en lo demás. Sufriendo a solas y bromeando, riendo, entreteniendo en cada momento.

Mi padre y su lucha ha hecho que crezcamos como familia, ha hecho que estemos mucho más unidos. Por la voluntad de mis padres hemos viajado juntos en caravana los diecisiete, hemos subido al AVE, hemos comido junto a la playa, subido arriba y abajo las calles de Segovia, visitado Biar bajo la lluvia y desorganizado el tranquilo pueblo de Lorcha… Ante el miedo a que el tiempo juntos desapareciera, cualquier excusa era válida, todos para adelante.

Las familias se van construyendo, ramificando, madurando como los miembros que las forman. Y esos hermanos con los que has convivido de niña, son adultos y tienen hijos, y no son las mismas personas que conociste. Y esos padres fuertes a los que respetabas, ahora se han convertido en personas, se han humanizado. Ahora por el contacto que requieren tantas horas de espera en las consultas médicas, o de compañía en la habitación de un hospital se han convertido en las personas que no conocías.

La enfermedad ha provocado mucho dolor, pero también que las horas que por necesidad y cariño compartes con el otro, hagan que conozcas más aún a aquellos a los que creías conocer, hace que les quieras más y distinto. Que los respetes, pero que rompas ese respeto reverencial para cubrir de besos la mano dolorida por la vía o la piel translúcida de su nuca.

Es lo bueno de lo malo, haber conocido a mis padres por culpa del dolor. A descubrir a personas con una historia distinta a la que han tenido contigo, con sus defectos y sus sufrimientos. Me han descubierto lo desconocidos que son, porque ante un hijo el padre, es el padre, se nos pierden muchas perspectivas. A veces puedes ver al padre serio y fumador que enseña matemáticas, sin embargo son tantas cosas más, cosas que hemos descubierto en estos últimos tiempos y que nos han aportado los demás contándonos su propia visión.

Pero me alegro de haberlo hecho, me alegro de que yo, pero también toda mi familia, hayamos sido capaz de demostrar todo el amor que sentíamos por mi padre. Y después hayamos llorado juntos la pérdida.

Lo bueno de lo malo.