La solución de Enrique no fue del gusto de los nobles que, el 28 de septiembre de 1464 se reunieron en Burgos, formando una Comisión y dirigieron al rey y a las ciudades del reino un escrito con las acusaciones anteriores, revestidas de religiosidad:
– se acusaba a Enrique de tolerar y estimular la presencia en la corte de enemigos de la fe católica (musulmanes y judíos) y de cristianos blasfemos con altos cargos como Beltrán de la Cueva, a cuya voluntad estaba enteramente sometido el monarca.
– Frente al trato de favor que el príncipe católico dispensaba a los enemigos de la fe, los buenos clérigos eran maltratados, habían sido apresados, expulsados de sus sedes y dignidades y habían visto sus frutos, rentas y bienes ocupados.
– Pese al aumento de impuestos ordinarios y extraordinarios a los que se habían unido los ingresos de la Bula de Cruzada, los caballeros, hidalgos, dueñas y doncellas, iglesias y monasterios, letrados del Consejo Real y alcaldes de la corte y de la chancillería estaban en gran pobreza y decaimiento porque no recibían dinero.
Se acusaba por último a Beltrán de haber quitado al infante Alfonso la administración del maestrazgo de Santiago, que le había atribuido Juan II en su testamento.
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