Fernando el Católico apenas residió en sus territorios patrimoniales y para afianzar su poder renovó el Consejo de Aragón y el Virreinato en los distintos territorios aragoneses.
Fundió en una sola dos viejas instituciones medievales, la Lugartenencia General y el Virreinato. Convirtió en permanente una institución transitoria. El Virrey, alter ego regio, contribuía a acrecentar el autoritarismo regio; representaba al Poder central frente a las Cortes, que eran el poder territorial.
Los virreyes podían castigar cualquier tipo de delitos, emitir salvaconductos, imponer treguas entre nobles o ciudadanos, ejercer una especial protección sobre viudas y huérfanos, crear oficiales y notarios y convocar y clausurar Cortes y Parlamentos, además de conceder beneficios y títulos de nobleza.
La corte virreinal valenciana fue una verdadera corte real europea y en la primera mitad del siglo XVI generó en torno suyo una actividad social y cultural que convirtió a Valencia en un activo núcleo de cultura renacentista. Doña Germana de Foix ejerció el cargo de virreina entre 1523 y 1525, casada con el marqués de Brandenburgo y, posteriormente, con el duque de Calabria; ambos fueron nombrados virreyes simul et insolidum, con carácter vitalicio. Germana de Foix desempeñó su cargo hasta su fallecimiento en el año 1536.
La permanencia y continuidad en el virreinato de doña Germana y del duque de Calabria, contribuyó decisivamente a crear un ambiente de corte estable cuyo funcionamiento, así como el movimiento cultural que aglutinó, evoca en muchos aspectos el de una corte real. En tiempos de Germana el Palacio Real se convierte en el escenario de los modos de vida de una élite autocomplacida y encerrada en sí misma. Son continuos los festejos como la Fiesta de Mayo, organizadas por los cantores del duque de Calabria. También se hacen lecturas poéticas. Ausías March sigue siendo el favorito y Tirant lo Blanc se convierte en un libro de culto en esa corte en la que prevalecen los juegos galantes entre caballeros y damas. Junto a esto hay representaciones, debates sobre las cualidades del perfecto cortesano y del buen amador, cacerías, banquetes, danzas y veladas musicales; juegos de máscaras y torneos. Los virreyes participan en esas fiestas junto a sus caballeros y damas y tienen un papel especial los bufones, como en las cortes italianas. Todo está referido en el libro de “El Cortesano” de Luis Milán.
Los años de mayor esplendor de la corte virreinal están vinculados a las figuras de doña Germana y del duque de Calabria, pero también de la segunda esposa del duque, doña Mencía de Mendoza.
Algunos de los más destacados humanistas afincados en la ciudad de Valencia durante esta época buscaron o gozaron de la protección de los virreyes. Juan Justiniano, dedicó su traducción de la obra de Vives Instrucción de la mujer cristiana (1528) a doña Germana “en cuenta de las mercedes que espero de Vuestra Alteza recibiré”
Protegido del duque de Calabria fue también el bachiller Juan de Molina quien, acusado de proposiciones heréticas y procesado en 1536, recibió gracias a la mediación del virrey, una benévola sentencia. Otros humanistas relacionados con el virrey fueron el catedrático de poesía Juan Ángel González, Juan Bautista Anyés o Luís Vives.
El duque de Calabria don Fernando de Aragón, fue un buen coleccionista de libros, como muestra la biblioteca que reunió en el monasterio de San Miguel de los Reyes, y un gran aficionado a la poesía, como muestran las tertulias y juegos poéticos que acogió en su palacio. Además, también fue un gran amante de la música y su capilla musical era de las más afamadas de la época.
En definitiva, fue durante el virreinato de Germana de Foix y del duque de Calabria cuando el Palacio Real llegó a acoger una auténtica corte, que favoreció un ceremonial áulico y dio lugar a numerosas manifestaciones festivas, musicales, literarias o teatrales.
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