La pólvora

En el capítulo de la cultura de la villa, no podíamos dejar de mencionar sus fiestas de moros y cristianos como uno de los focos más relevantes y admirados de su patrimonio que, sin duda ha rebasado el umbral propio ampliando su conocimiento, no sólo a nivel provincial y nacional, sino también internacional.

Nos ocuparemos de dónde hunde sus raíces y del momento que nos atañe, es decir, su desarrollo en época moderna y de aquellos sucesos que entendemos mencionables en un blog de esta naturaleza.

Para entender el carácter de una fiesta debemos empezar por la tradición, que se entronca normalmente con un sentimiento religioso que a su vez suele ir aparejado con un acontecimiento extraordinario que supera el nivel humano, llegando el haz divino al rescate. Y así, retrocediendo en el tiempo nos encontramos en el 23 de abril de 1276 dónde San Jorge defiende y expulsa el ataque que el “rebelde musulmán” Al Azraq (Señor del valle de Alcalá) lleva a cabo en Alcoy, seguramente con la intención de recuperar parte de sus anteriores posesiones. He ahí donde posiblemente arranque el inicio de las “Fiestas de moros y cristianos” en ese trueque de lo humano y lo divino, unido a la confusión de que es lo tuyo y lo mío junto con la decisión sobrenatural de inclinar la balanza hacia uno de los dos lados, ya sea el cristiano o el musulmán. Lo inexplicable se hace explícito y para ello se acude a los santos patrones, al grito de “San Jordi firam firam”.

La recreación del paseo por la muralla con su corcel blanco por parte del Santo, nos lleva desde 1412, donde la fiesta es estrictamente religiosa, hasta 1511, según algunas fuentes o 1552, según otras, donde por iniciativa del propio ayuntamiento, se va ampliando y conjuntando los actos religiosos con otros paganos o populares. En ese sentido, podemos mencionar los concursos de lanza, pasacalles de dulzaina y tamboril, enramadas, música, jugarles, pirotécnica, así como competiciones de arcabucería y ballesta. Esta última daría lugar posiblemente a la conocida batalla entre moros y cristianos en la época actual también llamada alardo.

A principios del siglo XVII, en 1609, la fiesta va tomando alardes de conmemoración histórica. Así se organizaban en dos bandos: uno representaba a los cristianos y el otro a los moros, escenificaban la batalla o alardo entre ellos, como pudo ser en un inicio. Terminada la misma, eran recibidos por el Justicia, como máxima autoridad de la villa, para comentar la jornada y apurar alguna bebida que refrescara sus gargantas.

Se puede decir que será a partir de 1672 cuando se conformen dos centurias, por un lado los cristianos moros y por otro los católicos cristianos, claro antecedente de los que en lo que hoy son las filaes.

Con la guerra de Sucesión (1705) llega la supresión de las fiestas y en especial el uso de las armas de fuego, todo ello seguramente como represalia por parte del Rey Felipe V por el apoyo mostrado por la población a los austracistas en ese acontecimiento.

A mediados del siglo XVIII (1741) se reanuda la práctica de las armas de fuego en la fiesta, después de haber conseguido el consiguiente permiso, si bien el Rey Carlos III volvió a prohibirlas en 1771 dado que no autorizaba que se disparara armamento dentro de las ciudades, en este contexto pudiera ser que el alardo se realizara fuera de la ciudad, pero no existe documento que lo cerciore.

Sería sobre 1753, cuando la fiesta quedaría configurada como se muestra actualmente, es decir, con un programa de tres días, el primero dedicado a los desfiles, el segundo al Santo Patrón, San Jorge, y el tercero dedicado a la batalla o alardo.

Como hemos podido ir viendo, se trata de un acontecimiento que traspasa el tiempo y el espacio, dado que comienza en época medieval, con su desarrollo y fundamentación en tiempos modernos, para ser luz y esplendor de la villa en la época actual. Son pues más de 260 años los que contemplan su formato actual, pero no debemos olvidar que arranca de lo más profundo del sentimiento de una población y que atiende a recordarnos cómo se ha transcurrido nuestra historia teatralizándola cada año por las calles de la ciudad.


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