Los moriscos

Como ya es bien conocido, la población morisca del Reino de Valencia era muy numerosa. No obstante, esto no era así en todos los municipios, ya que los datos informan de que en la villa de Alcoy esta población era muy reducida, no como en otras villas como la de Cocentaina, dónde la población morisca alcanzaba un 60% de la población total, con 210 casas de moriscos, mientras que villas como Muro y Benilloba, tenían 330 y 210 casas de moriscos respectivamente. moriscos

Estos moriscos, llamados también “Nuevos cristianos”, sucesores de los que fueran bautizados forzosamente tras la revuelta de las Germanías, continuaban practicando en secreto su propia religión, lo que provocaría el rechazo de los “Viejos cristianos”, que además, les acusaban de ayudar a los piratas moros que practicaban la piratería en las costas del Reino.

Ante esta desestabilizadora situación social que se vivía en España, el rey Felipe III, al poco de comenzar su reinado, y asesorado por sus hombres de confianza, decidió acabar con el problema de los moriscos mediante su expulsión y traslado al Norte de África. Se publicó el Bando de Expulsión el 23 de septiembre de 1609, creando un profundo malestar entre la población morisca.

Ante esta orden real, muchos la acararon a disgusto y acudieron a la costa para ser embarcados el 6 de octubre al norte de África. Pero otros muchos se levantaron en armas dispuestos a luchar por defender su derecho a habitar las tierras que habitaron sus familias durante generaciones.

El día 26 de octubre tomaron las armas los moriscos de las “Valls” de Ceta, Travadell, Planes y Guadalest y los de varios pueblos de “La Marina”. Unos 300 moros pasaron por Gorga llevando una bandera roja por lo que los cristianos de este municipio, ante el peligro de saqueo, pidieron ayuda a las milicias cristianas de los alrededores, entre ellas a las de Alcoy. Tomó el mando de éstas (unos 300 hombres) el alcoyano Vicente Sempere que persiguió a los moriscos hasta Facheca, causándoles 12 bajas.

Los moros que lograron escapar, continuaron su marcha y llegaron a Castell de Castells, en donde saquearon la iglesia. Allí se unieron a los sublevados de Laguart y a los de otros pueblos que habían acudido, formando un grupo de unas 30.000 personas entre hombres, mujeres y niños. Este numeroso grupo de moriscos eligió por rey a un morisco notable llamado Milliní.

Para sofocar aquella rebelión se formó un ejército cristiano en el que figuraban las milicias alcoyanas, dirigidas por los capitanes Gaspar Sisternes, Andreu Gisbert y Francesc Descals, las cuales tomaron parte en un combate encarnizado que duró tres días y acabó con la resistencia de los moriscos, que serían finalmente expulsados a las costas africanas.

Para Alcoy, debido al escaso número de moriscos que albergaba, dicha expulsión no resultó dañosa en demasía, pero para el Reino de Valencia en general, fue una decisión ruinosa en cuanto a lo social y económico. La unidad religiosa y la estabilidad social se habían logrado a un precio muy elevado.

En el Reino de Valencia vivían unos 140.000 moriscos que eran en su mayor parte, campesinos. Estos constituían una tercera parte del total de los habitantes del reino, así que la expulsión de estos “Cristianos nuevos” o “moriscos”, supuso el que se quedaran deshabitados 453 pueblos, y quedaran infinidad de campos yermos por falta de brazos para trabajarlos. Esto ocasionaría un evidente daño para el Reino de Valencia.

Por otra parte, los bienes de los moriscos pasaron a manos de sus señores, quienes intentaron repoblar los pueblos abandonados con colonos cristianos. Sin embargo, la repoblación fue demasiado lenta y al cabo de muchos años, podrían apreciarse deshabitados grandes espacios de tierra que pertenecieron a los moriscos expulsados.


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