El estudio de la mujer siempre ha sido escaso, la historia tiene una visión androcéntrica donde se valora la capacidad del varón y la subordinación de la mujer. Sólo aquellas mujeres de clases sociales altas como reinas, santas o escritoras se les ha mostrado interés. A partir del siglo XX cambia esta concepción y el papel de la mujer en la historia va tomando fuerza.
La religiosidad es un rasgo esencial en las mujeres en época moderna ya que el ámbito religioso era un espacio donde la mujer podía tener un reconocimiento social. En Alicante la fundación del primer convento femenino, pertenecen a la orden de Canónigas Regulares Lateranenses de San Agustín, o más conocidas como Monjas de la Sangre, por ser la ermita de la Purísima Sangre de Cristo el lugar elegido para la fundación del convento. Fueron surgiendo la idea de convivir todas juntas, donde en un principio el rezo, la oración y el servicio litúrgico era su principal ocupación. Ya en época medieval adoptaron la regla de San Agustín en un periodo de alto crecimiento.
Desde el punto de vista económico las religiosas no contaban con recursos necesarios para su subsistencia. Ellas dependían de las rentas o las limosnas que les entregaban. Ellas no podían salir del recinto ni celebrar misas, por lo que no tenían un contacto directo con los feligreses. Además para ingresar en estos conventos se debía pagar una dote, que muy pocas mujeres de la época podían permitirse. Pero pese a las dificultades las mujeres con vocación religiosa del siglo XVI, quieren un lugar religioso en el centro de la ciudad de Alicante, sin tener que desplazarse hacia otras ciudades que sí contaban con estos centros. El objetivo acaba realizándose y el Cabildo da el visto bueno, por un lado con un carácter político-social, en esta época está de moda la creación de conventos, monasterios, etc., y se ve con buenos ojos la creación de un monasterio femenino ya que podría dotar a la ciudad de prestigio, como el que ya tenían ciudades de alrededor. Y desde el punto de vista religioso, la renovación espiritual que surge en esta época, con la creación de un convento femenino se limitará y controlará a estas mujeres que habían decidido optar por el retiro espiritual y que la doctrina eclesiástica pasaría a dominar antes de que estas mujeres decidieran optar por otro estilo que no fuera el ortodoxo.
En 1606 se establecen 10 mujeres de una media de 23 años de edad. Dotándose de dos modelos concretos: las beatas y las emparedadas. Las primeras se dedicaban a una perfección religiosa, se recluían pero sin perder el contacto del exterior. Las segundas eran grupos de mujeres que se retiraban a un lugar contiguo a la parroquia, cuyo objetivo era alcanzar un grado superior de contemplación mediante el aislamiento.