En el siglo XVIII cambia la concepción general de la higiene en los núcleos urbanos a través de la política. El agua se convierte en uno de los principales problemas urbanísticos por lo que se movilizan recursos humanos y económicos desde los órganos locales y las diócesis, pero también desde las instituciones borbónicas que inician una participación creciente. Así, se generan iniciativas de reforma y ampliación del suministro de agua potable, principalmente en los núcleos en expansión demográfica.
Un ejemplo claro de ello lo tenemos en Elche, ciudad en la que se construye una red hidráulica que es inaugurada el día 29 de junio de 1787, con una serie de acontecimientos festivos vinculados con su inauguración. Sin embargo, Elche contaba en estos momentos, según el censo de Floridablanca, con 17.554 habitantes y Petrer sólo tenía 2.635. Por tanto, al tratarse de una población menor las fiestas relacionadas en torno al agua son mucho más sencillas con bendiciones religiosas del clero rural. En Elda y Petrer se construyen fuentes urbanas de canales de bronce, sin ningún tipo de adorno, cuya inauguración a lo largo del siglo XVII y XVIII será recibida con gran gratitud hacia el conde de Elda y la monarquía borbónica.
Estas celebraciones en torno al agua tenían también un aspecto de promoción de higiene pública, ya que aunque se produjo el suministro de agua a las villas del Vinalopó no se pudo implantar obras de saneamiento. Por lo tanto, la evacuación de aguas sucias de los particulares se hacía en las fosas sépticas de algunas casas o mediante la extracción manual. No ocurría lo mismo en las fuentes públicas que sí tenían un sistema de desagüe.
Esta agua que llegaba ahora a las comunidades urbanas podía ser utilizada para consumo humano o para usos de lavado, huertos, jardines, baños o talleres artesanos. Las aguas destinadas a estas tareas y no al consumo humano eran aguas usadas y, por lo tanto, no eran potables. Así pues, en Petrer el agua de los qanats de Puça es la base de todo el espacio hidráulico, incluidos los canales públicos de agua potable y los de uso privado. En cambio en Elda sí hay distinción entre las aguas usadas en los molinos hidráulicos y la huerta que proviene directamente del río Vinalopó y la Font del Xop (Villena), y el consumo de agua potable en las fuentes urbanas que provenía del manantial de Noguera (Petrer).
A finales del siglo XVIII las infraestructuras hidráulicas de Elda deben reedificarse porque las lluvias continuadas y las crecidas fluviales de los años 1777 y 1778 arrasaron las obras públicas hidráulicas, lo que conllevó un fuerte desabastecimiento de agua que, junto a la mala calidad del agua que llevaba a la villa, conllevó la aparición continuada de enfermedades. Por esta razón, la villa de Petrer cedió agua a Elda para el riego, los molinos y las fuentes urbanas a través de una red de acequias.
También Petrer iniciará en 1780 un proceso administrativo para renovar la conducción de las aguas potables, ya que se perdía mucho caudal por la evaporación al estar al descubierto y además el ganado las ensuciaba. Todas estas obras serán financiadas por los órganos de gobierno borbónicos con una finalidad regalista.
La información de esta entrada ha sido extraída del siguiente artículo:
PÉREZ MEDINA, Tomás V. “Xarxes d’aigua potable del segle XVIII a les viles del Vinalopó”. Revista del Vinalopó. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2005, nº 8, p. 119-132. ISSN 1139-7322.