El siglo XVI significó para España (y para Europa en general) una revolución en el campo educativo, ya que este siglo constituye una época de esplendor económico y social bajo una ideología fomentadora del redescubrimiento de la cultura clásica: el Renacimiento. Sin embargo, en el siglo XVII se produce una gran dejadez en los aspectos educativos, concretamente a partir de 1630, cuando se inicia un periodo de crisis económica y social.
La ideología renacentista a favor de la educación desaparece durante el Barroco, cuando escritores y arbitristas comienzan a culpar a la educación indiscriminada del estancamiento del país, ya que disminuía el número de manos útiles en el trabajo del campo y los talleres, aumentando el número de eclesiásticos. La nobleza también se suma a esta crítica ya que el acceso masivo del pueblo a la cultura amenazaba sus privilegios y el equilibrio de la clase estamental1.
En el siglo XVIII, con la dinastía borbónica, se produce un crecimiento económico y demográfico acompañado por el impulso de las ideas ilustradas, por lo que la educación volverá a experimentar un nuevo auge. En estos momentos el estado está interesado en la alfabetización, pues contribuía a mejorar las actividades intelectuales y productivas del país en el plano económico. Así, la Iglesia también llevó a cabo una serie de reformas vinculadas al auge de la enseñanza primaria. Por ello, se ponen en marcha los Seminarios para preparar a los sacerdotes no sólo teológicamente, sino también en una formación humanística, artes, latín, griego y cánones. Por tanto, vemos como con la Ilustración la educación obtiene un papel protagonista2.
Se comenzará a replantear el concepto de educación, y los planes de estudio y los métodos educativos serán objeto de grandes debates y sometidos a revisión. Sin embargo, el panorama educativo español era desolador, pues la Universidad era impermeable a la renovación, los centros educativos de grado medio estaban controlados por los contrarios a las reformas y no había centros suficientes para la enseñanza primaria. A esto hay que añadir que el gobierno se desentendía de la enseñanza primaria, pues eran los municipios quienes la controlaban e incluso subvencionaban.
En relación a la villa de Elda, el primer documento que encontramos sobre la enseñanza data de una fecha no determinada del siglo XVII donde se cita a un maestro de escuela que además ejercía de organista de la iglesia y a un maestro de Gramática. Ya en el año 1702, el municipio tenía una escuela pública para niños (Casa-Escuela) también con un maestro de escuela y otro de Gramática.
Desde el punto de vista didáctico, desde el año 1771 se establece como libros de texto para escolares el Catecismo Histórico de Fleury, el Compendio Histórico de la Religión de Pintón, un compendio de Historia de la Nación y un catecismo elegido por la diócesis. Las materias impartidas en la Escuela de primeras letras se limitaban a la lectura, escritura y cálculo, por lo que el panorama educativo era de un nivel más bajo en relación con el oficial.
Por otra parte, en cuanto a la Escuela de Latinidad o de Gramática de Elda nos encontramos con que no había exactamente una escuela, sino que se trataba de unos estudios preparatorios para poder continuar estudiando en otros centros más capacitados como el Seminario de Orihuela. Esto sólo podían hacerlo los niños de familias adineradas o que disponían de cierta holgura económica, pues la escuela de Latinidad o Gramática no estaba financiada de forma oficial por el ayuntamiento, aunque conseguía mantenerse mediante el concepto de “limosna”.
Las escuelas de Latinidad proporcionaban una iniciación al conocimiento del latín utilizando el texto “Gramática” de Nebrija, obligatorio desde 1598 por orden del Consejo de Castilla. El estudio era completado con obras clásicas de autores grecolatinos, de la doctrina cristina y algunas obras de retórica y filosofía.
Por tanto, los niños eldenses saldrían de las aulas con estos conocimientos para incorporarse al mundo laboral y otros, muy pocos, para continuar sus estudios fuera de Elda, como es el caso de Sempere y Guarinos que a los 10 años ingresó en el Seminario de Orihuela para estudiar Gramática.
Por otra parte, es necesario hablar de las escuelas de niñas o de costuras, pues la enseñanza femenina se realizaba aparte3. La educación de las niñas era considerada un pilar fundamental para mantener las buenas costumbres de los súbditos, por ello se reguló en el año 1771. El objetivo de estas escuelas era instruirlas en la doctrina cristiana y en las labores consideradas propias de su sexo4.
En definitiva, a pesar de que el ambiente ilustrado confiere una gran importancia a la educación, sólo las grandes ciudades como Alicante y Orihuela experimentarán cambios estructurales a lo largo del siglo XVIII, pero las pequeñas villas como Elda apenas sufrirán modificaciones5.