El arte renacentista: el redescubrimiento de las artes clásicas

Desde el siglo XIV, y comenzando en Italia, se desarrolla el pensamiento humanista, que tiene como fundamento el antropocentrismo (frente al teocentrismo medieval). El hombre ahora se convierte en el centro del universo.

Para esta nueva mentalidad, se desarrolló un lenguaje artístico, que manifestase el protagonismo del hombre en su historia. Fue en Italia, en principio por ser la heredera del mundo clásico, pero también por la existencia en ella de prósperas ciudades-estado, como la república florentina.

En este momento el mecenazgo de las obras de arte, deja de ser una actividad única y exclusiva de la monarquía y el clero. Los nobles o la burguesía, clase social que asciende imparable desde la época del gótico, pasarán a patrocinar a artistas y proyectos artísticos: familias nobles como los Médicis, los Gonzaga, los Rucellai, los Malatesta, los Farnesio, los Montefeltro, los Sforza, los Strozzi, etc. En el siglo XVI los más importantes mecenas del arte serán los papas.

El punto de partida de la renovación artística fueron las antiguas civilizaciones, especialmente el legado romano, pero también lo fue el legado griego. En 1505, en excavaciones se descubre el grupo escultórico del Laocoonte, que con su ruptura con el arte clasicista (nunca se había hallado anteriormente una obra de este estilo), influirá en personalidades como Miguel Ángel (estaba presente cuando estaba siendo excavada, y realizó uno de los brazos de Laocoonte, que fue encontrado con posterioridad).

Laocoonte y sus hijos. Inspiró a Miguel Ángel y a autores como El Greco.

El concepto de individualismo, ligado al pensamiento humanista, terminará desarrollando el concepto del mito, como vemos en obras de los artistas Miguel Ángel, Leonardo, Rafael, etc. Pero donde los artistas pensaron que superaban a los clásicos fue en la formulación de la perspectiva lineal, aspecto que se vuelve imprescindible en las composiciones pictóricas del quatroccento.

Otro importante logro en las nacientes repúblicas italianas, fue la consideración social del artista, que rompía con los límites del trabajo gremial. Fue Alberti el primer artista italiano que analizó en uno de sus tratados (“de re aedificatoria”) la condición social del arquitecto, que necesitaba de una preparación intelectual, muy diferente a la del artesano gremial, para producir obras de arte. A este tratado le seguirán otros muchos por parte del amplio grupo de artistas que constituye esta importante generación creativa.

De re aedificatoria, tratado publicado por el arquitecto Alberti en el que analizó la condición social del arquitecto.

Para el diseño gráfico fue una época de gran esplendor, pues al renacimiento de la literatura clásica, se le suma la labor de los artistas-tratadistas, que en sus libros exponen no sólo sus teorías artísticas, sino también los fundamentos del diseño gráfico:  los diseños de los tipos, la composición  de la página, los ornamentos, las ilustraciones, etc. En general el diseño del libro se vio inmerso en este movimiento de renovación artística, que no hubiera sido el mismo sin la invención y el desarrollo de la imprenta.

Los principios artísticos del Renacimiento y las ideas humanistas se expandieron con fuerza desde las principales ciudades  italianas al resto de Europa. Desde Florencia, Roma, Venecia o Milán, muchos artistas italianos viajaron por Europa llevando consigo las nuevas tendencias. A la vez muchos artistas  europeos acudieron a las ciudades  italianas a aprender de los grandes  maestros. Fue el caso del artista Alberto Durero.

El Renacimiento, más que una ruptura respecto a la época comunal, constituye una etapa de evolución y renovación. Nunca muere una época y nace otra, espontáneamente, sino que persisten elementos que continúan y evolucionan. Hay, efectivamente, una vuelta al clasicismo grecorromano, y a partir de ella se manifiestan los caracteres propios del renacimiento. El movimiento se origina en Florencia, propagándose luego por Europa. En las dos etapas del Renacimiento italiano (cuattrocento y cinquecento), la arquitectura adapta al tempo o al palacio distintos electos romanos tomados aisladamente, sustituyendo a elementos góticos (pilares y bóvedas) o creándose unos nuevos al variarse la disposición general del edificio (cúpulas, frontones o entablamentos). Analizando detenidamente una construcción renacentista, podrían desarmarse en piezas que ya los romanos empleaban y que ahora se consideran indispensables, siguiendo la tendencia general  a actualizar todo lo clásico. Cambios fundamentales se operan en la planta de las iglesias, que deja de ser cruciforme para adaptarse a un núcleo central según un principio humano de belleza, que se antepone a las necesidades y tradiciones del culto divino. Los edificios románicos y góticos eran fruto de un trabajo colectivo, en el que grupos de anónimos artífices expresan sentimientos de grupo. La cúpula de Santa María de las Flores, en Florencia, es obra de Filippo Brunelleschi, un artista renacentista que fue, ante todo, el primer arquitecto en el sentido moderno del término. Concibió la arquitectura como expresión personal y elaboró unas teorías científicas sobre la “perspectiva”, entendida como unión geométrica del espacio.

La escultura sigue el mismo camino que la arquitectura; imita los temas y modelos romanos, vuelve al mármol y al bronce y utiliza el desnudo, o bien viste las figuras con toga romana o ciñe las sienes con una corona de laurel. La escultura románica y gótica tenían carácter mágico y evocativo, alternando las figuras humanas con los motivos decorativos. Es el artista Donatello quien descubre la relación existente entre la expresión escultórica y la naturaleza. Se comienza a observar la realidad con el método de los antiguos, y el artista se va acercando cada vez más a la figura humana para descifrar su profundo significado.

La pintura, que nace igualmente en la ciudad de Florencia, continúa la técnica y la tradición del artista Giotto. Según Cennino, Giotto, en el siglo XVI, “cambió el arte de pintar de griego (aquí el término griego, significa bizantino) en latino, y lo redujo al moderno, y tuvo el más cumplido arte de pintar que jamás nadie haya tenido”. Estas características que aportó Giotto; la vivacidad de las imágenes, su sentimiento, fundidos en la realidad corpórea, se desarrollarán a lo largo del Renacimiento, hasta adquirir unas características más particulares y diferenciadas en el cenit del movimiento.

 

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